miércoles, 24 de septiembre de 2014

“Diario de K”, de Karmelo C. Iribarren



Poeta de una dilatada experiencia –lo último que ha publicado ha sido La ciudad (Antología 1985-2014)-, Diario de K, es, sin embargo, su primer libro en prosa. Está compuesto por aforismos, género en alza en los últimos años en España, y todos forman un diario, como señala el título, porque en ellos, escribe Enrique García-Máiquez en el prólogo, hay una perspectiva temporal y el sello autobiográfico. Por su coherencia, estos aforismos son un excelente complemento a su obra poética, con la que tiene muchos puntos en común.
            “Me gusta mi vida pequeña de paseante solitario”, dice Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) en uno de estos aforismos. El autor vive alejado de grupos, tendencias, modas, premios..., lo que algunos llaman la espumosa vida literaria. Entregado a su literatura, Iribarren es el poeta de lo doméstico, de lo cotidiano, de lo más alejado de una estética rebuscada. “La prosa de la vida –escribe- está llena de poesía”, y estos aforismos hablan precisamente de cómo mira el autor la vida, sin estridencias ni sesudas reflexiones, como explica en uno de ellos: “los diarios que más me gustan están llenos de filosofía de bolsillo, también llamada de la vida”.
La ductilidad y brevedad del aforismo permite que la oferta de pensamientos sea variada y amplia. Para García-Máiquez, en estos aforismos hay “certeros trazos poéticos, aguda crítica literaria, sensatas reflexiones metapoéticas, alfilerazos filosóficos, puro sentido del humor y microrrelatos ejemplares”. En ellos habla de poesía, de su vida diaria, de sus intuiciones estéticas, de su ideas poéticas, del fluir del tiempo, de su reflexión sobre la condición humana. Como en su poesía, impera la naturalidad, la voz cercana con la que resulta fácil identificarse: “Espero que la vida sea esto, porque no sé hacer otra cosa”. No faltan punzadas irónicas contra determinadas poses y modas literarias (“si alguna vez voy a la moda será porque pura y simple coincidencia”), ni felices observaciones repletas de sentido del humor (“No me hables del pueblo. He sido presidente de una comunidad de vecinos. Sé lo que es el pueblo”). También habla de las mujeres y del amor (“Cuando menos lo esperas suena una canción romántica y te cuenta tu vida”).
La fórmula elegida está en consonancia con su poética. El título, además, Diario de K, ofrece la clave de su lectura: Karmelo C. Iribarren desparrama en este diario sus sensaciones e impresiones, demostrando la veracidad de una de sus entradas: “los aforismos son los primeros planos de la inteligencia”.


Diario de K
Karmelo C. Iribarren
Renacimiento. Sevilla (2014)

204 págs. 16 €.

jueves, 18 de septiembre de 2014

“La marca del editor”, de Roberto Calasso


Ensayista y novelista, autor entre otras de La ruina de Kasch,  Las bodas de Cadmo y Harmonía y K, Roberto Calasso (Florencia, 1941) es también director editorial de la ya mítica editorial Adelphi, fundada en 1962 por Roberto Bazlen y Luciano Foà y a la que está vinculado Calasso desde sus inicios. La marca del editor reúne diferentes textos escritos por el Calasso editor en los que reflexiona sobre el papel del editor en un mundo editorial sometido en las últimos años a cambios estructurales muy drásticos que han sido muy bien descritos por algunos editores de prestigio, como André Schiffrin en su muy citado ensayo La edición sin editores.
            Para Calasso, “todo verdadero editor compone, sin saberlo o a conciencia, un único libro formado por todos los libros que publica”. La formación de un catálogo que perdure, que esté por encima de las modas, que no se someta a los fenómenos comerciales o a la tiranía de la actualidad, ha sido siempre su principal objetivo como editor. Su trabajo, de gran calidad, está en la línea del emprendido por históricos editores que, como Peter Suhrkamp, han acertado a la hora de construir con sus libros un perdurable edificio cultural. Hay una idea presente en todos los textos reunidos en este volumen, y es que la misión del editor es publicar libros de los que debe estar orgulloso y no avergonzarse, sabiendo que editar es un trabajo intelectual y artesanal que tiene como presupuesto “la capacidad de dar forma a una pluralidad de libros como si fueran los capítulos de un único libro”. El editor es así el encargado de crear la marca, el sello distintivo de cada editorial en donde ningún proceso ni todo lo que tiene que ver con la forma del libro (portada, diseño, compaginación, caracteres, papel, solapa...) es irrelevante.
            El primer artículo, el más largo de todos, está dedicado a la historia de la editorial Adelphi, donde aparecen las bases sobre las que, para Calasso, debe sustentarse cualquier trabajo editorial. Resultan muy interesantes las referencias que hace al panorama editorial italiano en los años sesenta y setenta, dominados por una izquierda cultural (aglutinada en torno a otra editorial, la de Giulio Einaudi) que todavía era heredera en muchos aspectos de los métodos propios de la uniforme y dictatorial cultura soviética.
Adelphi, como escribe Calasso, salió indemne de las turbulencias políticas de aquellos años, a pesar de ser tachada de elitista y de comercial y de que las Brigadas Rojas, en un texto de 1979 traspasado de estalinismo, definieran su editorial como “áurea estructura portadora de la contrarrevolución superestructural”. En esos años de una cultura unidireccional, Adelphi publicó como novedad libros mitológicos y religiosos que aportaban “una posibilidad de conocimiento cuya ignorancia hará nuestra vida simplemente más estrecha”.
Otros artículos están dedicados a recordar a personajes emblemáticos del mundo editorial italiano –Giulio Einaudi, Luciano Foà, Roger Straus- y europeo –Peter Suhrkampo, Vladimir Dimitrijevic-. Los últimos artículos hablan del futuro del mundo editorial y del trabajo de editor en un mundo cada vez más dominado por las nuevas tecnologías y los grandes grupos editoriales, más obsesionados por la cuenta de resultados y la edición de best-sellers internacionales que por la calidad de los libros que editan.
El balance que hace Calasso de este modelo es muy crítico. Sobre la obcecación editorial por los best-sellers señala algo que cada vez es más habitual: “El libro del autor de best-sellers que no cumple su objetivo de ventas al primer intento no tiene casi nunca una segunda vida a su alcance, como sucede con otros libros que pueden ser descubiertos gradualmente, o redescubiertos, o tener una suerte imprevista en la edición de bolsillo”. Y sobre el peso de la publicidad y el marketing a la hora de garantizar el éxito de un libro, es concluyente: “Entre los grandes éxitos internacionales de los últimos veinte años, no se da un solo libro del que se pueda decir que haya sido impuesto por la publicidad”.
Pero corren malos tiempos para los editores. Ahora, incluso, con el auge del libro electrónico, el editor ha pasado a ser “un mero obstáculo, un pasaje intermedio del que nadie tiene ya necesidad”. Por eso se le considera un estorbo y su terreno ha sido sustituido por el gerente. Así pinta Calasso el presente y futuro panorama de la industria editorial: “un nuevo paisaje para la edición, poblado de muchos editors, de aún más numerosos gerentes editoriales y expertos en marketing, pero cada vez menos editores”.


La marca del editor
Roberto Calasso
Anagrama. Barcelona (2014)
176 págs. 16,90 €.
T.o.: L’impronta dell’editore.

Traducción: Edgardo Dobry.

sábado, 13 de septiembre de 2014

“Cuentos mordaces”, de Saki



            
En los últimos años se han multiplicado las ediciones de los relatos del escritor inglés Saki, seudónimo de Hector Hugo Munro (1870-1016), uno de los grandes maestros de la literatura humorística. Hay ediciones de diferentes selecciones en Anagrama y Siruela; también en 2006, la editorial Alpha Decay publicó sus Cuentos completos. Pero en los últimos años ha sido la editorial Navona la que más ha apostado por este insólito y original escritor que comparte con Oscar Wilde su divertida crítica de la era victoriana. Han publicado, por ahora, Doce cuentos malévolos, Reginald, Reginald en Rusia, Doce cuentos impertinentes, Doce cuentos desvergonzados y ahora publican Cuentos mordaces. Como escribió Tom Wolfe, uno de sus declarados admiradores, la lectura de los relatos de Saki provoca adicción.
            Nació en 1870 en Akyab (Birmania), donde su padre trabajaba como inspector de la policía imperial. A los pocos años falleció su madre y fue educado por dos tías mayores, personas autoritarias y crueles que aparecen muy a menudo parodiadas en estos relatos, poblados de tías refinadas, cultas, dominadoras, aristocráticas, pelmas. Tras una frustrada experiencia como policía también en Birmania, que tuvo que abandonar a causa de la malaria, decidió dedicarse a la literatura y el periodismo. En 1899 publicó su primer cuento; poco después comenzó su carrera como periodista en el diario liberal The Westminster Gazette. Más adelante fue corresponsal en el extranjero del The Morning Post, con el que viajó a Los Balcanes, Varsovia, San Petersburgo, París. En 1904 publicó su primer libro de cuentos, Reginald, donde aparece el repetido escenario que elegirá para sus punzantes y divertidas narraciones: la sociedad eduardiana de finales y principio de siglo, retratada con ironía y con una comedida crueldad. En 1911 apareció The Cronicles of Clovis, libro del que se nutren la mayoría de los relatos de este volumen. En 1914, durante la Primera Guerra Mundial, se alistó en el ejército. En 1915 fue destinado a Francia y un año después falleció de un disparo de un francotirador durante la batalla del Ancre.
            Saki es heredero de la tradición de ironistas ingleses (Sterne, Wilde, Chesterton). Sus relatos, como los de esta selección, trasladan a un mundo de tías aristocráticas, mansiones familiares, cacerías, conversaciones sobre perros, la hora del té, mansiones londinenses, clubes de bridge, fiestas campestres... En un escenario deliberadamente tipificado, Saki diseña una acción de corte teatral donde los personajes compiten para ver quién es más ingenioso, aunque Clovis suele ser el más deslumbrante por su mordacidad. Casi siempre aparece como protagonista un personaje que guarda bastante relación con el carácter del propio autor, en este caso Clovis Sangrail: dandy, decadente, esteticista, sibilinamente amoral, elegante, de lengua viperina. Aunque su crítica es mordaz, en los relatos sobresale sobre todo el ingenioso sentido del humor del autor, especialmente habilidoso a la hora de rematar los diálogos con sorprendentes frases aforísticas, que suelen romper la cintura.
            La mayoría de ellos están protagonizados por Clovis Sangrail, personaje del que se sirve el autor para hilvanar escenas costumbristas y para aguijonear a los autosuficientes y engolados personajes eduardianos. Clovis acierta a la hora de poner el dedo en la llaga con sus traviesos y punzantes comentarios. Otros relatos de este volumen (“La música en la colina” y “La jauría del destino”), también ambientados en este mundo, muestran otra faceta narrativa del autor, también excelente autor de relatos de terror. Pero el tono general es, como escribe el traductor José Luis Piquero en el prólogo, el humor negro y la ironía vitriólica.


Cuentos mordaces
Saki
Navona. Barcelona (2014)
182 págs. 11,50 €.
T.o.: The Chronicles of Clovis.
Traducción: José Luis Piquero.


lunes, 8 de septiembre de 2014

“El camino”, de Miguel Delibes


Con motivo de la celebración del III Centenario de la Real Academia Española ha aparecido en la editorial Alfaguara una nueva colección de clásicos escritos por académicos en ediciones también preparadas por académicos. Los dos primeros volúmenes, publicados en 2013, fueron Misericordia, de Benito Pérez Galdós, y La busca, de Pío Baroja. Ahora acaba de aparecer El camino, de Delibes, y próximamente se publicará Muertes de perro, de Francisco Ayala. Se trata de unos volúmenes muy bien editados, dignamente presentados, con unos precios económicos, con un glosario muy útil y pensados para prestigiar a los clásicos españoles contemporáneos. La edición de El camino corre a cargo de Luis Mateo Díez y de Santos Sanz Villanueva.
Sin lugar a dudas, estamos ante una de las grandes obras del autor vallisoletano. Fue su tercera novela, tras La sombra del ciprés es alargada, que consiguió el premio Nadal en 1948, y Aún es de día, publicada un año después. Tras dos novelas un tanto exageradas e hiperbólicas en sus argumentos y estilo, en El camino, de 1950, Delibes acertó con unos temas y una voz mucho más personales que definirían su posterior trayectoria. En esta obra, se ha dicho repetidas veces, encuentra Delibes su verdadero camino como novelista. En El camino aparece el sobrio paisaje rural castellano que tanto se repetirá en su narrativa; unos personajes reales y humanos, uno de sus grandes aciertos literarios; y unos temas costumbristas y sociales ceñidos a la realidad de la España de los 50, 60 y 70. También dotó a su prosa de una naturalidad y una contención muy acordes con la realidad castellana y con su carácter.
La novela tiene como protagonista a Daniel el Mochuelo, un niño de once años que está a punto de partir de su pueblo en el valle para estudiar Bachillerato en la capital. La noche anterior, nervioso e intranquilo, no consigue conciliar el sueño. Daniel no quiere abandonar el pueblo, donde sabe que están sus raíces; él vive feliz en aquel lugar, que él considera el mejor del mundo, pero sus padres, gentes sencillas y humildes, llevan años ahorrando para que su hijo estudie y tenga la posibilidad de abandonar el previsible destino que le aguarda en el pueblo: dedicarse a hacer quesos como su padre. Ya en las primeras páginas, el autor plantea el conflicto entre progreso y mundo rural en un momento en el que en la sociedad española, durante la posguerra, se estaba dando el éxodo del campo a las ciudades. La novela es, en este caso, una sentida y reivindicada elegía a un mundo rural que Delibes describe de manera humana y cariñosa.
En esa noche, Daniel revive numerosas aventuras y diabluras infantiles con sus amigos Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso. Y, a su manera, de manera deslavazada, reconstruye la vida cotidiana de su pequeño pueblo y los rasgos más característicos de sus habitantes: las Lepóridas, las Guindillas, Paco el herrero, Mariuca-uca, don Moisés, el cura don José, la Mica, el Indiano... De todos ellos, se cuentan sus virtudes y algunas de sus miserias, las propias de un pueblo como el suyo, siempre con la intención de mostrar de manera tangencial, y desde la mirada de un niño, los vaivenes de la condición humana.
Especialmente interesante es la habilidad de Delibes para retratar el mundo de la infancia: los temores, miedos, aficiones, juegos, inquietudes, sentimientos... Las ingenuas conversaciones que tienen los tres amigos sobre los misterios de la vida y lo que les preocupa no son nunca impostadas. Y en uno de los mejores capítulos del libro, no oculta el autor la presencia de la muerte, tema que aparece de manera obsesiva en algunas de sus obras.
El estilo, cercano, está ceñido a la realidad. Utiliza Delibes un vocabulario rico y ajustado al mundo rural: variedad de plantas, pájaros, instrumentos, labores, olores... que el autor define con precisión y sobriedad. Consigue así dar forma a un realismo poético en el que la presencia del paisaje y de la naturaleza son mucho más que un simple decorado. Esta edición, perfectamente prologada y editada, es una nueva oportunidad para redescubrir una de las mejores novelas de Miguel Delibes (1920-2010), uno de los grandes escritores españoles del siglo XX.


El camino
Miguel Delibes
Real Academia Española. Alfaguara. Madrid (2014)
280 págs. 12,90 €. (papel) 5,99 €. (digital).



viernes, 5 de septiembre de 2014

"El joven de la vida errante”, de Jiang Guangci

            “Yo he sufrido la crueldad y maldad de este mundo. He pasado por cosas que muchos serían incapaces de creer”, escribe al inicio del capítulo IV el narrador y protagonista de esta desgraciada historia con la que su autor, Jiang Guangci (1901-1931), se convirtió en uno de los autores más leídos durante las décadas de los años 20 y 30. Muchos escritores adscritos al realismo socialista comunista chino han manifestado que se sienten deudores de esta novela, que sólo entre 1926, fecha de su publicación, y 1933 tuvo quince ediciones, cifra que expresa el entusiasmo con el que fue recibida.
            Estamos en los años veinte en China. Allí ha nacido el Movimiento de la Nueva Cultura, al que se adscribe su autor. Este Movimiento busca liberar la literatura, y la política, de los valores confucianos y acercarla a la realidad social y política que se había inaugurado con la victoria de la revolución comunista en Rusia. Jiang Guangci ingresó en el Partido Comunista chino en 1921 y en 1924 estudió en la Universidad de Moscú. Su primera novela, El joven de la vida errante, como escribe acertadamente Blas Piñero, traductor y autor del prólogo, es “el relato fundacional de la literatura china revolucionaria y proletaria”. Guangci la publica cuando estaba más en boga un tipo de literatura estecicista, alejada de la realidad revolucionaria que sería la seña de identidad de la literatura comunista. Sin embargo, la evolución de Guangci no fue la típica de tantos escritores comunistas, que pusieron su literatura al servicio de unos intereses políticos concretos. Sus siguientes novelas, Las penas de Lisha (1929) y La luna abriéndose paso entre las nubes (1930), lo alejaron de la ortodoxia comunista, provocaron su expulsión del Partido Comunista y le impidieron ser uno de los escritores oficiales durante los años de la dictadura de Mao.
            El joven de la vida errante es una historia sencilla que cuenta la vida del joven Wang Zhou. El autor elige la fórmula de una larga carta que Wang escribe al Señor Wei Jia, un intelectual comunista que conoció en uno de los lugares donde vivió y quien le abrió la puerta del conocimiento de otra realidad. La carta describe su vida desde que se quedó huérfano, su vagabundeo por diferentes zonas del país, los trabajos que consiguió y el permanente contacto con la injusticia y la represión. “Sé –escribe Wang- que nací amando la rebeldía y la reparación de la injusticia”. Los sucesos que padece le hacen más fuerte y le unen más todavía a esta idea. Por eso Wang decide implicarse políticamente y dar un sesgo revolucionario a su vida.
            Todo está contado de manera directa, sin florituras, pero con un estilo realista y eficaz. Wang consigue transmitir a los lectores su desesperación vital y sus ansias de transformar la realidad, sin caer en exageraciones y sin el melodrama del que tanto abusará después la literatura comunista. El relato de su vida incluye también una desgraciada historia amorosa que le lleva a una “toma de conciencia diferente y trágica del amor”.
            Excelente recuperación de uno de los grandes autores de la literatura china del siglo XX. Su prematura muerte en 1931 por tuberculosis frustró una ambiciosa trayectoria literaria de la que esta novela es una buena muestra.



El joven de la vida errante
Jiang Guangci
Hrmida Editores. Madrid (2014)
146 págs. 15 €.
T.o.: Shaoniam piaobo zhe.

Traducción: Blas Piñero Martínez.