lunes, 14 de junio de 2021

"Tiempo ordinario", de Eduardo Laporte


Periodista y escritor, autor de varias novelas y ensayos biográficos, Eduardo Laporte (Pamplona, 1979) publica Tiempo ordinario, el segundo volumen de sus diarios. El primero, aparecido en la editorial Pamiela, llevaba por título Diarios (2015-2016). Este segundo condensa sus vivencias de 2017 a 2020. Gran lector y teórico de los libros de diarios, Laporte es también crítico literario.

            En Tiempo ordinario hay espacio para reflexionar sobre los libros de diarios en general y sobre los suyos propios. Para Laporte, no se escribe en ellos “ni lo más relevante ni lo más novelesco. Jirones de algo quizá valioso”. En estos diarios, apenas encontrarnos referencias a la actualidad social y política (“la actualidad no cabe en estas páginas”), ni a su vida profesional, ni a su actividad social. Ni siquiera, de manera metódica, va a explicar su intensa relación con la literatura. Los suyos está centrados en su cotidiana y valiosa individualidad, de ahí su título, Tiempo ordinario: “valoro cada vez más el tiempo ordinario (…). Un periodo de felicidad tranquila, mesetaria, en la que aflora el silencio y por tanto la vida”.

            Lo más interesante de estas páginas es la mirada del autor sobre su propia vida y lo que le rodea. En la observación de la realidad descubre aspectos inéditos e insólitos, a los que sabe sacar partido, con intuiciones que a veces convierte en inteligentes aforismos: “La duda es peor que la pena”, “El encanto de los amores de verano no era la juventud, sino su finitud”, “La melancolía me hace vestir más elegante”, “¿Su legado? Una biblioteca de libros subrayados”.

            También habla sobre su vida de escritor, sus lecturas y la relación con otros escritores. Destaca algunas citas que le han sorprendido. Saca punta a algunos comentarios de sus amigos. Sale su vida como periodista. Hay momentos para las evocaciones familiares. Y escenas costumbristas, como las que se refieren a sus vecinos de Vallecas, barrio en el que vive desde hace un par de años. También escribe sobre sus lecturas, algunos proyectos literarios (como su ensayo, que sabe que no escribirá, sobre Delibes y la depresión), relaciones frustradas y viajes y recuerdos de otros viajes. Y al final de los diarios, algunas referencias, pocas, a su vida bajo la pandemia.

            Las entradas son deliberadamente breves. El autor plantea su diario como una síntesis destilada de sus experiencias vitales, que formalmente presenta de manera condesada, con una sobresaliente calidad literaria. Su estilo es directo, intenso y esencial. Sorprende la madurez de su voz literaria y la identificación polivante con los diferentes registros de los libros de diarios.

Tiempo ordinario es un libro muy literario en su contenido, en su estilo y en su manera de reflejar las vivencias personales de su propia vida como escritor, a veces con sus dosis de sarcasmo a la hora de referirse al mundo literario o cuando transmite brillantes y sugerentes valoraciones literarias. Para Laporte, como escribe, “el diario literario se mueve en el terreno de las verdades literarias, que son de otra parte”.



Tiempo ordinario

Eduardo Laporte

papelesmínimos Ediciones. Madrid. (2021)

144 págs. 15 €.

lunes, 7 de junio de 2021

"Vivir", de David Wagner

 

David Wagner, uno de los novelistas alemanes de más prestigio, autor de Cosas de niños, narra en esta ocasión su experiencia de pasar una larga temporada en un hospital. Primero, como consecuencia de la enfermedad que padece, una hepatitis autoinmune crónico-agresiva, que le lleva a frecuentes crisis en las que siempre acaba en el hospital con peligro de desangrarse. Luego, tras un trasplante de hígado, meses y meses de hospitalización y de incertidumbre hasta comprobar que todo ha encajado bien.

            El narrador habla de su experiencia como enfermo crónico, que debe aceptar su destino y su intensa relación con la vida hospitalaria. Mediante párrafos cortos, el narrador transforma en literatura su enfermedad y su vida como enfermo, sabiendo que los meses de ingreso en el hospital son una vida paralela. Es cierto que con el trasplante las cosas cambian, y aparece algo de esperanza en su futuro, lo que se nota en el estilo y en los deseos del autor de escribir sobre la dura experiencia pasada, que resume así: “Y todas las ruinas, los recuerdos, la desesperación, las vergüenzas, las pequeñas alegrías de la clínica, quizá deberían ser escritas”. 

            Aunque los textos que escribe abarcan variedad de temas, la mayoría están centrados en su enfermedad y en la vida en el hospital. Pero también habla de sus padres, de sus viajes, de su actividad profesional y de sus amoríos. El narrador está separado con una hija, ahora tiene novia, recibe muchas visitas…, pero curiosamente de esto apenas habla. Centra su relato en cómo le afecta la enfermedad y la larga estancia en el hospital, en sus compañeros de habitación, en la relación con los médicos y las enfermeras. Con esta elección, el autor parece como si quisiera eliminar del libro cualquier referencia humana para mostrar una crónica fragmentaria distante, fría, objetiva. Esta sensación coincide con los sentimientos que aparecen en el texto, a menudo desolados, aunque sin hacer aspavientos: “los días terribles, interminables, vacíos, desesperados, vuelven”. 

            No hay en sus evocaciones muchas reflexiones de tipo existencial, pero en alguna ocasión menciona la perspectiva del suicidio o resume sus inquietudes con una apuesta por la nada. Lo que domina es el aburrimiento: “Aquí no puedo hacer nada, no tengo que hacer nada, aquí soy un niño, puedo, debo, tengo que y sólo consigo estar tumbado”. Su vida transcurre tomando medicamentos, la principal ocupación del día a día: “a veces tengo la sensación de que escucho la sinfonía farmacológica de mis medicamentos susurrando en mi interior, de que oigo cómo tocan juntos, un barullo colosal”. Y el absurdo, también, de tomar “cada vez más medicamentos contra los efectos secundarios de los medicamentos, que a su vez tienen efectos secundarios”. 

            Resulta difícil mantener amistad con el resto de los enfermos, con los que coincide a menudo en sesiones de rehabilitación. Aunque exista una sana solidaridad, las conversaciones tienen un único tema: “siempre se habla de enfermedades, sin escrúpulo ni vergüenza, como si se tratara de ver quién gana”. Aunque en estas conversaciones pueden oírse interesantes historias porque “el hospital es una casa de historias, una y otra vez nuevas historias, cada paciente trae una consigo”.

            Interesante relato que tiene como objetivo contar  de manera un tanto aséptica y a veces técnica la vida de un enfermo que ha tenido la suerte de poder tener un trasplante de hígado (muchas conversaciones se dirigen a esa persona anónima que lo ha donado, imaginándose el narrador su vida y las circunstancias de su muerte). A la vez, la estancia en el hospital le sirve para hacer recuento de su vida, en la que la enfermedad ha tenido un peso muy importante, pues las crisis que ha padecido han sido frecuentes. 




Vivir 

David Wagner

Errata naturae. Madrid (2021)

311 págs. 21,50 €.  

T.o.: Leben

Traducción: Ibon Zubiaur.

sábado, 5 de junio de 2021

"Diario de José de Nazaret", de Andrés Martínez Esteban

    


    
Aficionado a los libros de diarios, me acabo de leer este libro que ha escrito el sacerdote Andrés Martínez Esteban. Bajo la forma del diario, el autor, apoyándose en las Sagradas Escrituras y en las investigaciones llevadas a cabo a lo largo de la historia, se imagina la vida de José de Nazaret en Nazaret a partir del momento en que conoce a María y su vida, desde todos los puntos de vista, sufre una radical transformación. 

    Este diario, muy bien escrito y con una perspectiva muy verosímil, presenta a José como un personaje normal y corriente que desea una vida normal y corriente. Pero todo ello se ve de golpe cuestionado con la noticia del embarazo de María, que José no sabe cómo encajar porque no le cuadra. Resultan muy creíbles las dudas que tiene José y que el autor presenta de manera humana y sobrenatural, pues José, al igual que María, poseen muchas virtudes humanas y también sobrenaturales. Tras recibir en sueños la respuesta a sus inquietudes, José asume su papel de una manera absolutamente ejemplar, con sus dudas y preocupaciones, y con el temor de no estar a la altura de las circunstancias. 

    El autor sitúa a José en la corriente histórica de su tiempo, necesaria para conocer el contexto, las costumbres, la cultura. También sabe completar con una imaginación probable lo que acontece en importantes momentos de la vida de José de los que los Evangelios apenas dan información, como la vida de Jesús, María y José en Egipto. Además, y sin avasallar, menciona las costumbres religiosas y sociológicas de los judíos, necesarias para situar mejor al personaje en su realidad. Y lo mismo podemos decir de las referencias a pasajes de la Biblia que ayudan a entender la misión que debe realizar Jesús. Por último, sin ñoñerías ni cursiladas, resulta muy humana y divina la descripción del amor entre José y la Virgen. 

    Todo esto que acabamos de comentar se quedaría en un emotivo experimento si la obra no tuviese calidad literaria. Pero gracias al trabajo estilístico del autor, ponderado y certero, el libro supera los límites de la literatura religiosa para convertirse en una obra de gran calado literario, humano y religioso.



Diario de José de Nazaret

Andrés Martínez Esteban

Ciudad Nueva. Madrid (2021)

220 págs. 15 €.

"El último verano de la URSS", de Sara Gutiérrez

        Sara Gutiérrez (Oviedo, 1962) estudió Medicina y en 1989 consiguió una beca del Ministerio soviético de Educación para ampliar estudios de oftalmología en Járkov. Allí permaneció de 1989 a 1996. En este libro, la autora cuenta el viaje que realizó en el verano de 1991 a siete ciudades soviéticas distintas que, pocos meses después, con la desintegración de la URSS, pertenecerían a cinco repúblicas. 

            La autora no tenía mucha facilidad para moverse, pues necesitaba de los correspondientes permisos para desplazarse por la URSS. Pero aprovechó la relajación que se daba en los viajes en tren para utilizar este medio de transporte por las noches. El viaje lo inició en Járkov, perteneciente a Ucrania, y se trasladó en primer lugar en avión, la única vez que lo utilizó, hasta Leningrado (posteriormente recuperaría su antiguo nombre, San Petersburgo). Desde allí, ya siempre en tren, viajaron a Tallin, Riga, Vilna, Lvov, Kiev, Odesa y regresó de nuevo a Járkov.

            La autora no realizó el viaje sola sino que fue acompañada por otra estudiante, musulmana, que vivía en su misma residencia y que procedía de la aldea de Chiroqchi, cerca de Samarcanda, en Uzbekistán. Yulduz, su compañera, se convierte en una parte fundamental de este relato, pues para ella la experiencia que está viviendo se convierte en algo especial y único. En un momento del viaje, se sincera con la autora: “Para ti es un viaje más, una semana más de tu vida. Para mí siempre será el viaje, la semana que viví libre”.

            Las dos se complementan muy bien, aunque Yulduz tiene muchos más recursos para buscarse la vida, hablar con personas, cocinar y hasta acelerar algunos trámites. Su ingenuidad y espontaneidad son también contagiosas y todo lo que hacen les parece bien. Sin lugar a dudas, la inclusión de Yulduz en el libro enrique el viaje, la experiencia y los puntos de vista, aunque Yulduz es por lo general parca a la hora de expresar sus sentimientos. 

            La narración se basa especialmente en la experiencia humana que viven las dos. Durante los viajes conocen a todo tipo de viajeros, con los que es fácil compartir comida y unas palabras. En los lugares que visitan, se destaca lo esencial, pero el libro no desea ser en ningún momento un reportaje turístico que destaque las excelencias de cada uno de los lugares que recorren.

            La autora es consciente de que están viajando en un momento histórico único. Ya se respiraba en el ambiente los aires de la perestroika, que en algunos lugares –lo comprueba la autora, por ejemplo, en Tallin- se llenan de ansias de una luminosa libertad que contrasta con la gris mediocridad del comunismo soviético. Incluso asisten de pasada a una manifestación en Lvov a favor de más libertad. Pocos meses después, la URSS se desintegraría y se provocaría un increíble cataclismo.

            Libro sencillo, muy bien narrado, que va a lo esencial y que contagia la alegría por viajar de dos personas tan distintas. 

            De manera muy especial, merece destacarse la calidad de la edición del libro, encuadernado en tapa dura, con un diseño muy vistoso y visual (que incluye documentos y recuerdos del viaje) y con muchas ilustraciones de Pedro Arjona que enriquecen el libro y hacen más agradable su lectura. 



El último verano de la URSS

Sara Gutiérrez

Reino de Cordelia. Madrid (2021)

248 págs. 26,50 €.

"Estudio en noviembre", de Tulia Guisado


        Tras
 37’6 (2015) y Caníbal (2017), Estudio sobre noviembre es el tercer libro de Tulia Guisado (Barcelona 1979), poeta que ha obtenido numerosos galardones y que, además, ha participado en diferentes antologías dedicadas a la poesía última española. Esta entrevista puede servir para conocer mucho mejor sus ideas poéticas y sus objetivos estéticos. 

    Estamos ante un libro escrito en prosa poética que incluye también algunos poemas. Está concebido, sin llegar a serlo, como un diario en el que la autora transita por los meses del año. Elige noviembre como el arranque de esta biografía poética: “Noviembre no es un mes (…). Es un estado”. Y sigue en su discurrir a Pessoa, citado en el encabezamiento del libro: “Cada otoño que viene está más cerca del último otoño que tendremos”.

            La autora busca reflejar instantes universales. Lo particular es solo una anécdota con la que quiere subrayar que siempre, en poesía, hay que ir más allá para no quedarse detenidos en una fecha, un espacio, un lugar. Sí, los momentos pueden ser “siempre fugaces”, pero son “siempre ciertos”. 

           Se propone la autora desgranar su mundo interior, que destila en comentarios poéticos con los que bucea en una intimidad a veces dolorida pero siempre segura de sí misma y de sus pretensiones. Acepta las limitaciones, la enfermedad, el dolor y asume también el paso del tiempo y hasta la llegada de la muerte. Pero sabe que como compañera siempre tendrá la ternura y la necesidad de un abrigo sentimental. Hay momentos también para las evocaciones, para los recuerdos, para dejar que fluya la memoria y para manifestar su amor a las personas que tiene cerca y también a los animales, como a sus gatos Bruno y Alicia.

         Su irrefrenable vocación poética lleva a la autora en ver en esta clave todo lo que pasa a su alrededor. “No quiero hablar de poesía. / Solo escribirla. / Y a veces tampoco”. Pero la poesía está en la base todo, pues es la que provoca el estallido real del sentimiento y la luz que ilumina las múltiples escenas cotidianas que aparecen en el libro y que transcurren en el trabajo, los viajes, los sueños y hasta las visitas al hospital. En medio de la rutina, la poesía da un sentido, un significado, un mensaje. De ahí su deseo de no hacer nada: “solo fotografiar el instante y convertirlo en memoria viva”.

            Tulia anhela el silencio, muy presente en todas las páginas de Estudio en noviembre, que es para ella la antesala de una vida bien vivida y del fluir poético: “Mi lugar es el silencio (…). Escribiendo es como hablo más alto. Por eso escribo. No sé si por o para callar”.

            El paso de los meses refuerza su anclaje con la realidad. Llama la atención la naturalidad de su voz, a menudo dolorida y a veces sensible, y el uso de una prosa poética atemporal con la que transcribe lo real de su mundo interior. Y noviembre es para ella un paisaje orgánico emparentado directamente con su estado del alma. 


    Me he leído Estudio sobre noviembre, publicado en 2018, por recomendación de un amigo. No había leído nada hasta ese momento de Tulia Guisado y tengo que reconocer que me ha impresionado su autenticidad, su personalísima voz poética y su clarividencia a la hora de reflejar situaciones interiores de sí misma. 



Estudio sobre noviembre

Tulia Guisado

Huerga & Fierro. Madrid (2018)

278 págs. 15 €.

"Perdón", de Javier Barraca



        Profesor de filosofía, Javier Barraca (Zaragoza, 1964) se ha especializado en analizar las relaciones entre ética y estética, tema que, junto con otras cuestiones filosóficas, ha abordado en numerosas publicaciones. En esta ocasión, estamos ante un libro difícil de encasillar, pues no se trata propiamente de un ensayo filosófico ni tampoco de un ortodoxo libro de memorias. Cuando lo leía, recordaba algunas novelas que escribieron los autores de la Generación del 98, que utilizaron la literatura para plasmar literariamente cuestiones e inquietudes bastante intelectuales. Estamos, pues, ante un libro original, distinto a lo que suele publicarse hoy día, por lo menos en el terreno de la ficción.        

            El argumento es sencillo. El autor recibe una invitación a participar en un “Taller del Perdón”, una experiencia en la que un grupo de personas abordarían de manera colectiva el perdón en la sociedad actual a raíz del ejercicio individual. Sin embargo, en el último momento, inquieto por la dinámica del Taller, en el que habría que exponer públicamente algunas opiniones, decide no asistir y en su lugar dedicaría ese tiempo a escribir sobre el mismo tema con la convicción, como escribe, que escribir es también “una forma de perdón y perdonar”.               

        Inicia entonces el autor una sugestiva reflexión sobre el perdón que, según su opinión, tiene diferentes fases que están muy conectadas con su práctica directa del perdón. Pero no se puede desarrollar ni visualizar el perdón si antes no se ha experimentado la dicha de ser perdonado, es decir, el reconocimiento de instantes positivos en los que uno, de manera muy directa, ha vislumbrado el “íntimo gozo afectivo” que supone ser querido. A partir de ese momento, en un capítulo de acción de gracias, cuenta el autor algunos de estos instantes que han dejado una profunda huella en su corazón.


            A continuación, incluye el autor un conjunto de reflexiones relacionadas directamente con el tema del libro, y donde se aprecia más su íntima relación con la filosofía, aunque no abandona en ningún momento su pretensión de escribir algo subjetivo, personal y literario, por lo que no cae el autor en el discurso meramente teórico. 


            En este proceso, hay experiencias muy fuertes que le asaltan al autor y que demuestran que el tema del perdón no es fácil ni gratuito, pues en ocasiones algunas conductas han provocado viajes abisales, difíciles de asimilar. La antesala del perdón pone al hombre y la mujer delante de la oportunidad de vivir una segunda oportunidad, lo cual también resulta beneficioso para el alma.


            Incluye también el autor algunos pasajes más complicados de entender y asimilar, como el relato de una experiencia onírica que vive durante un trayecto por la M-30 y que quizás no encajan mucho con el resto de lo que el autor, hasta ese momento, ha ido desgranando con un estilo subjetivo y meditativo.


            Y finaliza el autor este recorrido destacando que siempre resulta desconcertante enfrentarse con la memoria, el pasado y con aquellas escenas e instantes donde uno palpa las llagas del alma, todavía sin sanar. Sin embargo, al final de ese proceso, con sus dosis de congoja, viene la tranquilidad y el perdón.


            La portada del libro es un buen resumen de las ideas que el autor desea transmitir. Se reproduce el cuadro ”El regreso del hijo pródigo” que pintó Rembrandt y que se encuentra en el Museo del Hermitage, en San Petersburgo: un excelente símbolo y resumen de la filosofía del autor sobre el perdón. Barraca emplea un estilo sencillo, pausado para incluir comentarios y opiniones que sirvan para profundizar en un tema tan enjundioso, que no quiere abordar dejándose llevar por imágenes tópicas y por unos cuantos estereotipos más propios de los libros de autoayuda. Su reflexión es ponderada, cabal, espiritual. La fórmula narrativa elegida añade cercanía y subjetividad, y sirve también apara penetrar en la intimidad del autor, que utiliza su memoria y sus recuerdos para reflexionar con valentía sobre un sugerente tema. 



Perdón

Javier Barraca

Ideas y Libros Ediciones. Madrid (2021)

180 págs. 9 € (papel) / 3,71 (digital).

"El primero que metió el pie entre vagón y andén", de Ignacio Kowalski



No conozco de nada al autor de este libro. Me lo recomendó un gran amigo del que me fío mucho por sus criterios literarios y por su excelente nivel intelectual, Francisco F. Chana, quien además sale de pasada en este libro de memorias. Y la verdad es que ha acertado de lleno en la recomendación. Suelo comentar que, como lector, estoy un poco saturado de novelas que basan toda su eficacia en la construcción de enrevesados argumentos, muchas veces disparatados e inverosímiles porque sus autores están obsesionados con ser originales, insólitos y distintos. Por eso, últimamente prefiero los libros de diarios, de memorias y los reportajes periodísticos. En todos estos casos, el punto de partida y de llegada es la realidad, en unos casos deteniéndose en lo que sucede en el exterior y en otros tomando como centro de atención el mundo interior de los propios autores, que se convierte en el eje de la narración.

            Kowalski se limita a contar en este libro su vida como si lo estuviese haciendo delante de sus amigos en un café. Estamos ante alguien que tiene el acierto de saber contar las cosas, buscando siempre el lado cordial y divertido de todo. Pero, además, es que a Ignacio Kowalski le pasan muchas cosas. Primero, en Argentina, en su vida familiar y en la relación con sus hermanos, con momentos muy emotivos y humanos, como cuando habla de su padre y sobre todo de su abuela, con la que tuvo una relación muy especial. 

            Luego, cuando decide abandonar Argentina y buscarse la vida en España. En su país ya había hecho sus pinitos artísticos y en Barcelona se lanza a la aventura de hacerse un hueco en el proceloso mundo de la interpretación. Se inicia entonces una sucesión de aventuras, muchas de ellas surrealistas y peregrinas. El autor se mueve en el mundo de los artistas, actores, intérpretes, personajes de la farándula, cómicos para un público infantil, monologuistas… Hace lo que sea con tal de sobrevivir. Los mejores momentos de este intenso libro de memorias se refieren a estas peripecias profesionales, que le llevan de un lugar a otro, donde queda bien claro lo difícil que resulta abrirse camino en un mundo tan caprichoso e inconstante, donde un día pareces una promesa mundial y al día siguiente te pueden echar sin contemplaciones de un rodaje.

            Todo esto lo afronta Kowalski con un sobresaliente espíritu deportivo, que le lleva a tirar siempre hacia delante, sin rendirse. Busca en todo momento el lado bueno de lo que sucede. Y a pesar de que atraviesa muchos momentos duros y complicados, vemos cómo nunca se hunde y siempre tiene recursos personales y profesionales para sobrevivir.

            Al relato de su acelerado, agitado, dinámico, cambiante y multifacético periplo profesional hay que destacar las referencias a su vida personal. Kowalski tiene una increíble facilidad para tener amigos y para caer bien, lo que lo convierte en alguien con el que uno desearía estar. El libro es una sucesión de amistades, muchas de ellas femeninas, con las que vive también numerosas aventuras; algunas, incluso, parecen hasta inventadas. Kowalski no busca hacer daño a nadie y de casi todas las personas con las que se relaciona, cientos, destaca siempre el lado positivo y amable. Esto es un gran valor del libro y sin conocer al autor me parece que es la clave de su personalidad y de su intensa vida social.

            Por último quiero destacar que no basta con tener una vida agitada y rica en aventuras para que un libro sea bueno. Lo importante es saber contar las cosas con naturalidad, sin impostura, sin florituras, con un contundente realismo. Y Kowalski tiene esta habilidad. Por eso, este libro sin pretensiones literarias, ni falta que hace, se convierte por su sinceridad y claridad es un excelente ejemplo de buen libro de memorias, plenamente auténtico. Felicito al autor por la sencillez y espontaneidad de su estilo y su capacidad para llegar a los lectores mostrando una vida transparente en la que es muy evidente que estamos ante una persona atrayente, que merece la pena conocer y que, además, tiene un increíble sentido del humor. Y vuelvo a dar las gracias a mi amigo Chana por haberme hablado de este libro.



El primero que metió el pie entre vagón y andén

Ignacio Kowalski

Amazon. 350 págs. 15,60 €.