sábado, 27 de octubre de 2012

“Los cafés históricos”, de Antonio Bonet Correa


“La Edad Contemporánea no se entiende sin la existencia de los cafés”. La frase es del autor de este ensayo, pero la podían haber firmado cientos de periodistas, escritores, artistas, personajes públicos, políticos, burgueses... que han frecuentado asiduamente los cafés hasta convertirlos en una importantísima parte de sus vidas. A explicar el alcance de esta frase está dedicado este libro, profusamente ilustrado, que procede en su primera parte del discurso que el autor pronunció el día de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1987. Catedrático e historiador del arte, Antonio Bonet Correa (1925) siempre ha sentido una fascinación especial por los cafés, que, como dice a lo largo de este libro, también han ocupado un lugar destacado en su formación.

Los cafés históricos bucea a lo largo de la historia para trazar el origen y el desarrollo de los cafés y el importante lugar que han ocupado como espacio público y ciudadano. Su recorrido histórico comienza con los antecedentes de los cafés, las alojerías, aunque el autor destaca más el papel de los mentideros por su aceptación y cometido social. Surgen los cafés en España en la segunda mitad del siglo XVIII por influencia sobre todo francesa y de los ideales de la Ilustración. “Tomar café significaba ser un ilustrado, tener la mente despierta, ser lúcido y clarividente”. En los cafés se leían los periódicos nacionales y extranjeros, se discutía abiertamente de todo y se cuestionaba por sistema la política oficial.

Es en Cádiz, por influencia de las tendencias liberales, donde los cafés comienzan a implantarse y extenderse con éxito por toda España. Poco a poco, las botillerías comienzan a convertirse en locales donde se degustaba el café. Los años del Romanticismo provocan su espectacular desarrollo, que se sofistica a partir de 1850 con el regreso de los emigrados políticos de Inglaterra y Francia, que traen también otras costumbres que afectan, hasta en su arquitectura, a los cafés. Para el autor, los años de la Restauración y de la Regencia de María Cristina durante el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX son la edad de oro de los cafés en España, tanto en Madrid como en las principales capitales de provincia. También tras la posguerra algunos cafés tuvieron un significado muy especial para el mundo del periodismo y de la literatura. El autor habla de los cafés más importantes y de los personajes que se dieron cita en ellos, bien de manera individual o en famosas tertulias. El recorrido por los cafés más conocidos es también un repaso al desarrollo de los principales movimientos artísticos que se dan en estos años.

El libro contiene otras tres partes más que completan este estudio de los cafés que al autor publicó en 1987. En la segunda parte, titulada “Apostillas al discurso académico”, se aumenta considerablemente la información que se proporcionaba en el discurso de ingreso. Nuevos datos, nuevos cafés, nuevas referencias. Ya de manera más metódica se habla de los cafés franceses, italianos, de los cafés de Viena y Centroeuropa, de Portugal, de la Europa septentrional y hasta de los cafés de América del Norte y de Latinoamérica. Esta parte también contiene un estudio exhaustivo de los cafés españoles. La tercer parte, “Otros aspectos de los cafés”, describe el papel que han desempeñado los camareros y proporciona numerosas máximas, procedentes de una inagotable bibliografía, que resumen las opiniones de muchos autores sobre los cafés. La cuarta y última parte se titula “Antología poética y bibliografías sobre los cafés”.

El ensayo de Bonet Correa es más histórico que el que publicó en 2007 Antonio Martí Monterde, Poética del Café, finalista del premio Anagrama de Ensayo, quien a la vez que describe los cafés más importantes de Europa, analiza la incidencia de este espacio social y literario en la conformación de un nuevo tipo de literatura. El café, dice Martí, proporciona al escritor otra manera de mirar la ciudad y de mirarse a sí mismo. En su análisis no faltan los ejemplos y las referencias a muchos autores extranjeros y españoles.

Decía Pla, escritor que frecuentó mucho los cafés, que “el hombre, además de hijo de sus obras, es un poco hijo del café de su tiempo”. Y Ramón Gómez de la Serna, que capitaneó una famosa tertulia en el madrileño café Pombo, dedicó una de sus greguerías a explicar el sentido poético y existencial de los cafés: “Todos los cafés del mundo son salas de estación en las que se espera la muerte”. Una “coda” del propio autor resume lo que para él han sido y siguen siendo los cafés, aunque hoy día hayan perdido su sitio: “Los cafés, espacios de convivencia, tertulias, diversión y espectáculos, han sido siempre un lugar de observación del género humano, una atalaya para ver discurrir las horas y las estaciones del año, sentir el tránsito de la existencia humana”.


Los cafés históricos
Antonio Bonet Correa
Cátedra. Madrid (2012)
346 págs. 28 €.

 

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