lunes, 12 de junio de 2017

“La fabulosa taberna de McSorley y otras historias de Nueva York”, de Joseph Mitchell


Originario de Fairmont, un pueblo de granjeros de Carolina del Norte, Joseph Mitchell (1908-1996) se trasladó a Nueva York en 1929 para dedicarse al periodismo. Empezó como reportero de sucesos, casos judiciales y ecos de sociedad en diferentes periódicos (Morning World, Herald Tribune y World Telegram) y hasta para la Jefatura de Policía, donde entró en contacto con todas las variedades de la miseria humana, periodo que Mitchell consideró siempre como su auténtica escuela de vida, periodismo y literatura.
A partir de 1938, se hizo famoso en New Yorker por sus perfiles, que solía dedicar a gente ordinaria de las calles y barrios de Nueva York. Cuando en una ocasión le recriminaron su obsesión por escribir sobre esta gente, Mitchell contestó: “la gente ordinaria es tan importante como usted, quienquiera que usted sea”. El más famoso de estos perfiles se lo dedicó a Joe Gould, del que publicó dos, uno “El profesor Gaviota”, que también aparece en este libro, es de 1942; el otro lo publicó siete años después de la muerte de su excéntrico personaje, en 1964. De los reportajes dedicados a Joe Gould existe una versión cinematográfica, de 2003, dirigida por Stanley Tucci.


Mitchell también es conocido por protagonizar uno de los más llamativos casos de bloqueo literario, pues se pasó treinta años sin escribir absolutamente nada, a pesar de acudir todos los días a su puesto en el periódico donde se había convertido en un periodista famoso y emblemático.
            Fue, además, un precursor de lo que más tarde se llamó Nuevo Periodismo, donde destacaron nombres tan importantes como Gay Talese, Tom Wolfe y Norman Mailer. Al igual que ellos, Mitchell combinó a la perfección de las técnicas del periodismo y la literatura. En su caso, como se demuestra en este libro, hay una especial tendencia hacia las personas estrafalarias y extravagantes, de las que hace unos retratos cargados de afecto, a pesar de las excentricidades y la charlatanería que tiene que soportar.
Aquí entrarían los perfiles dedicados al reverendo James Jefferson Davis Hall, predicador ambulante cuya misión en la vida era conturbar a la gente, asustarla para inculcarle el temor de Dios; un anciano desgreñado de barba blanca que se presentaba como John S. Smith de Riga, Letonia, y que repartía cheques de miles de dólares; el comodoro Dutch, “el holgazán más exquisito de la ciudad”; el hombre bienhablado, entregado a la causa de combatir las palabrotas con unas tarjetitas artesanales en las que ponía: “Por mor del buen hablar y la decencia, absténganse de utilizar blasfemias y lenguaje obsceno y de expectorar en lugares públicos. ¿Usaría usted semejante lenguaje en su casa? Respete al prójimo. Liga Antiblasfemia”; Joe Gould, “un hombrecillo risueño y demacrado que desde hace un cuarto de siglo goza de notoriedad en cafeterías, comedores, bares y tugurios de Greenwich Village”; o el sorprendente relato, por su inesperado final, basado en un matrimonio que llevaba casi un año viviendo en una cueva de Central Park.
            Asombra la capacidad de empatía de Mitchell con estos personajes, muchos de ellos charlatanes redomados con una larga historia de fracasos a sus espaldas. También llama la atención su oído para captar y reproducir las múltiples variedades del lenguaje callejero. Y lo más extraordinario es su empatía, pues ninguno de estos personajes aparece ridiculizado o convertido en un pelele o un esperpento. Mitchell los trata en todo momento con sumo respeto y dignidad.
            Pero no todos los protagonistas de estos “perfiles” son grotescos. Mitchell sabe descubrir entre los ciudadanos anónimos a personajes que destacan por su desbordante humanidad, como Mazie P. Gordon, que lleva veintiún años trabajando en la taquilla del Venice, donde comienza el barrio de Bowery, la zona más lumpen, y que tata con abrumadora generosidad a los vagabundos de la zona. O la singular historia de Lady Olga, que fue durante décadas una mujer barbuda muy cotizada en los circos y espectáculos de variedades, y de la que Mitchell saca su lado más humano y sensible.
            También muestra a los lectores aspectos menos conocidos de una ciudad tan inconmensurable como Nueva York: el mundo de los calipseros (cantantes de Trinidad establecidos en Nueva York), la vida y las costumbres de las familias gitanas (expuestas por un experto policía que ha dedicado muchos años a observarlos); el trabajo especializado que realizan en las grandes obras los indios mohawks, que viven en la reserva Caughnwaga, a orillas del río San Lorenzo, en Quebec; la explicación de la bistecada neoyorkina, evento gastronómico dedicado al consumo de carne y cerveza al por mayor; el negocio de la recogida de almejas del lecho negro de las bahías de Long Island; el criadero de tortugas de Savannag. Mitchell también recrea la transformación del viejo bar de Dick, tugurio repleto de una clientela constante y muy aficionada a la bebida (“una noche tuvo que venir una ambulancia de Broad Street para recoger a dos hombres que discrepaban sobre el valor nutritivo del suero de leche y la cerveza”). Y la historia del reportaje que da título al libro, la taberna McSorley, excelente capítulo sobre un emblemático y simbólico local de Nueva York.


            Esta primera parte del libro está formada por veinte fantásticos reportajes. Luego se incluyen también cuatro relatos autobiográficos, muy buenos y muy literarios; y tres narraciones que se ambientan  en un lugar ficticio en el que recrea episodios de Robeson, en Carolina del Norte, donde su familia tenía una plantación dedicada al tabaco y algodón.
            Ameno y completísimo libro que puede servir para que la obra periodística de Mitchell ocupe el privilegiado lugar que le corresponde tanto en el mundo del periodismo como de la literatura. Su vida como periodista consistió en dar visibilidad y credibilidad al hombre de la calle, a los ciudadanos corrientes, a una serie de historias y costumbres que proceden de la realidad más real, la que está a ras de suelo, con unos personajes nada impostados y verosímiles, a pesar, en algunos casos, de su elaborada excentricidad. 


La fabulosa taberna de McSorley y otras historias de Nueva York
Joseph Mitchell
Jus. México (2017)
64 págs. 24 €.
T.o.: Mcorley’s Wonderful Saloon.

Traducción: Marcelo Cohen, Alejandro Gibert y Martín Schifino. 

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