sábado, 25 de noviembre de 2017

“Sandró de Cheguem”, de Fazil Iskander


Fallecido en 2016, Fazil Iskander es con Bragat Shinkuza (1917-2004) uno de los máximos representantes de la literatura contemporánea de la República de Abjasia, aunque Iskander se definió asimismo como “un escritor ruso y un cantante abjasio”. De hecho, aunque vivió en Abjasia casi toda su vida, se trasladó a Moscú a partir de la desintegración de la URSS y de la independencia de la República de Abjasia en 1992. Iskander defiende la vinculación de Abjasia con la tradición y la cultura rusa y se ha opuesto a la situación creada en su país a partir de la independencia, que ha llevado a separatismos y enfrentamientos con Georgia y también con Rusia. Ahora mismo, Abjasia es un país que sólo ha sido reconocido solo por un reducidísimo grupo de países, entre los que se encuentran Rusia y Venezuela; y mantiene un contencioso político y militar con Georgia, que sigue considerando a Abjasia parte de su territorio. Conflictos parecidos están viviendo otras repúblicas del Cáucaso, como Osetia del Sur. Iskander denunció que todos estos problemas han fomentado que haya ahora “xenofobia y hostilidad hacia el caucásico y hacia otras etnias”. En sus obras, resalta la convivencia pacífica que existía entre los abjasios, georgianos, armenios y rusos.
            Iskander nació en la capital de Abjasia, en Sujum, en 1929. Su padre, iraní, fue deportado en una purga en 1928 cuando su hijo tenía apenas nueve años. No lo volvió a ver. Se educó con la familia de su madre en Abjasia, en el lugar que de manera ficticia el autor denomina en este libro Cheguem, y que en los años de su infancia, donde transcurren muchas páginas, “era aún en gran medida el de la vida patriarcal y campesina de Abjasia”. Es consciente de que en sus narraciones hay mucho de nostalgia, pues aquella vida está en proceso de desaparición, y también mucho de idealización de unas tierras de las que el autor se quedó prendado para siempre: “la gente –escribe- tiende a exaltar lo que ama”.
            Criado en Abjasia, Iskander realizó estudios superiores en Moscú. Se diplomó en el Instituto de Literatura Gorki y luego ejerció como periodista en las localidades de Kursk y Brianik. Después, decidió regresar a Abjasia, donde se dedicó a la literatura. En 1954 publicó el primero de sus poemarios (luego escribió bastantes más) que lleva por título Sendero montañoso. Su primera novela es de 1966, Constelación de capritur, ambientada en un contexto campesino, y en la que aparecen las señas distintivas de su literatura: humor, ironía, veladas críticas a las políticas comunistas que vienen de los centros de poder de la URSS y unos personajes e historias muy ceñidas a la realidad popular y campesina de Abjasia.
            En 1973 empezó a publicar los primeros episodios de su obra más famosa, Sandró de Cheguem, que fue censurada por las autoridades soviéticas y cuya versión íntegra y sin censurar se publicó primero en Estados Unidos en la década de los 80 y en la URSS en 1988. Aunque tuvo estos problemas con la censura, y algunos más (en 1979 fue uno de los autores del polémico almanaque Metropol, prohibido por las autoridades), no fue Iskander un escritor disidente. Recibió los premios más importantes en los momentos de cambio y transformación de la URSS: en 1989, obtuvo el Premio Estatal de la Unión Soviética; en 1993, el Premio Pushkin; en 1994, el Premio Estatal de la Federación de Rusia. En su momento, fue nominado en sucesivas veces al Premio Nobel de Literatura. En España, en 1991, se publicó su novela distópica Conejos y serpientes, de 1982, escrita al modo de Rebelión en la granja, de Orwell.
            En la “Nota del Autor” que encabeza esta espléndida edición de la editorial Automática, la primera vez que se traduce al castellano, Iskander explica algunas claves de esta obra. En primer lugar, su principal intención es realizar “una parodia ligera de la novela picaresca”, tomando como principal personaje el tío Sandró, figura representativa de la aldea de Cheguem. Pero estamos ante una picaresca en la que su principal ingrediente es “la poesía de la vida popular”, abordada con mucho humor y naturalidad. Por eso, como comentábamos, hay una idealización de la vida campesina que contrasta totalmente con “el carnaval de la burocracia teatralizada del estalinismo: los calientasillas habían conquistado el poder”. Su deseo es rescatar, reconstruir y fijar un mundo en vías de desaparición, dando valor a las leyendas, a los personajes populares y hasta a algunos elementos fantásticos, hasta tal punto que se ha dicho de él que llegó al realismo mágico sin saber lo que era.
            El hilo conductor de este conjunto de relatos es, en la mayoría de ellos, el tío Sandró y su familia, de la que forma parte el narrador, que es testigo de algunas de las historias y que relata los recuerdos de estos personajes. Este narrador no es el protagonista; él se limita a convertir en literatura aquel mundo poblado por infinidad de familiares y por historias en las que se defiende abiertamente el mundo campesino, contrario en muchos casos a los planes de los dirigentes políticos, que viven agobiados por el cumplimiento de los planes quinquenales (objetivos que poco tienen que ver con la realidad). Así define este contraste uno de los personajes, el judío Samuíl: “porque los bolcheviques han abierto almacenes y quieren que la gente compre en esos almacenes cosas que la gente no quiere comprar. Y lo que la gente quiere comprar no lo tienen en esos almacenes”.
            Comienza el libro con varios relatos que describen bien la personalidad de Sandró de Cheguem y el mundo popular en el que se mueve, como los titulados “Sandró de Cheguem”, “El príncipe de Oldemburgo” y “la batalla de Kodor”. El titulado “Los festines de Baltasar”, convertido en película en 1989, incluye como personajes a Stalin y a otros destacados líderes comunistas que asisten a una cena en la que actúa la Compañía de Coros y Danzas de Abjasia, de la que forma parte Sandró. A continuación, el espléndido relato “La historia del mulo del viejo Jabug”, que tiene como narrador al propio mulo y que es un dechado de literatura popular.
            Otros relatos reviven historias y tradiciones populares o recrean aventuras de personajes insólitos y originales, como la bella Tali, el mujeriego Marat  o la fatalidad de Zaynab. También Iskander incluye relatos sobre una de sus más originales invenciones, los llamados “enduarianos”, que aparecen citados en otros muchos momentos del libro, un pueblo imaginario que, según el autor, “representan nuestros prejuicios (son unos extraños), y constituyen asimismo una imagen de los males de la civilización, que nos convierte en unos extraños a nuestros propios ojos”. También es muy imaginativa la creación del animal “capritur”, que se aborda en un relato y que fue el tema de su primera novela.
            En el último relato, “El árbol de la infancia”, es más acusado su espíritu nostálgico, que encarnan estas palabras que aparecen casi al final del relato y del libro: “Cuando todo aquello que hemos amado se esfuma, todo lo que ha brillado ante nosotros con la luz de la esperanza, el coraje, la ternura, la nobleza, cuando todo eso se esfuma, estoy dispuesto a estrechar contra mi pecho hasta la estupidez, por que la estupidez también forma parte del hombre. Más aún, estoy dispuesto a arrodillarme ante ella con filial tristeza”.


Sandró de Cheguem
Fazil Iskander
Automática. Madrid (2017)
832 págs. 29 €.
Traducción: Fernando Otero Macías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario