sábado, 3 de julio de 2021

"Planimetría de una familia feliz", de Lia Piano


          “Había llegado el momento de convertirnos en una familia tradicional”, escribe al comienzo de esta novela la narradora, la pequeña Nana, la menor de tres hermanos. Sus padres, después de vivir en diferentes países con sucesivos cambios de domicilio, deciden instalarse en Génova en los años setenta del siglo XX. La intención es dar estabilidad a la familia y que los tres hijos –Marco y Gioele, en la adolescencia, y Nana, apenas una niña- puedan ir por primera vez al colegio. 
          Tras años de una vida ambulante y con unos padres especiales que les han dejado hacer siempre lo que han querido, sin someterles a nada, el proceso de adaptación les va a resultar espinoso y ya desde el principio se ve que está condenado al fracaso. A los tres les cuesta relacionarse con sus compañeros en el colegio y prefieren agarrarse a la autonomía creativa que tienen en casa. Su actitud contrasta radicalmente con la de otras familias y niños –“desde fuera nuestra familia no se entendía”-, aunque ellos se sentían plenamente felices con su estilo de vida. 

Esta endogamia familiar provoca que tengan que intervenir los servicios sociales para intentar reconducir la laxa actitud de los padres ante la educación de los hijos y las escasas relaciones sociales que mantienen los tres hijos, encerrados en su casa y en el jardín con sus perros y gallinas y dando rienda suelta a su imaginación. En su desdén a todo lo que suene a las costumbres y ritmos de la familia tradicional, hay también un rechazo irónico, pero explícito, a la formación religiosa.

            El padre, arquitecto, vive encerrado en el semisótano montando un barco que, cuando lo termina, bautizan como Nitroglicerina. La madre vive ausente, obsesionada con la imagen y la belleza y rodeada de libros. A Marco le fascina el cine, está en plena crisis de la adolescencia y le cuesta canalizar sus impulsos sexuales; Gioele quiere ser científico y, tras una fracasada experiencia amorosa, vive solo para sus inventos. Nana, la narradora, que siempre va acompañado de su perro Pippo, al que no para de disfrazar, ejerce de testigo de la vida familiar, que cuenta desde su perspectiva infantil. 

Y a estos personajes hay que sumar el de Concepita Maria, quizás el personaje más entrañable, la mujer que contratan para hacer la comida, limpiar la casa y cuidar a los niños, una mujer de origen calabrés, madre de trece hijos y un marido expresidiario, que aporta algo de sentido común y realismo a unas vidas obsesionadas por la extravagancia. Maria “hablaba mediante imágenes que de pronto estallaban delante de ti. Filos de navaja, puñetazos en la mesa, ropa rasgada, nueces reventadas por la helada. Nunca un verbo ni un sujeto. Los espacios vacíos los tenías que rellenar tú. Maria era cine, no gramática”. 

Lia Piano (Génova, 1972) se inspira en su propia biografía para escribir el libro, aunque en una nota introductoria destaca que “las imágenes son todas verdaderas, pero los hechos y los personajes son fruto de la fantasía”. La autora rodea la narración de un halo mágico un tanto prefabricado e ingenuo y alaba por encima de todas las cosas el deseo de transgresión que mueve a todos los miembros de la familia con el fin de diferenciarse de los demás. En la novela, con mucho humor y bastantes escenas surrealistas, parece que, “chapoteando en el sinsentido”, esta singular familia ha encontrado la felicidad. 



Planimetría de una familia feliz

Lia Piano

Seix Barral. Barcelona (2021)

224 págs. 18,50 € (papel) / 9,99 € (digital).

T.o.: Planimetria di una familia felice

Traducción: Isabel González-Gallarza.

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