La Guerra Civil española sigue siendo motivo de inspiración para muchos libros que incluyen investigaciones históricas cada vez más minimalistas y locales y libros donde se cuentan las trayectorias de muchas de las víctimas y de los soldados que, en ambos frentes, vivieron y padecieron la Guerra. Recientemente, me he leído El viaje de mi padre (Alfaguara), de Julio Llamazares, en el que el autor leonés realizó el mismo recorrido que su padre, voluntario en el bando nacional, desde su pueblo de León, La Mata de la Bárbula, hasta la Sierra de Espadán, en Castellón. Se trata de un libro de viajes muy literario en el que las descripciones de los lugares y paisajes se combinan con las referencias a los acontecimientos más significativos que vive su padre. Pero la Guerra Civil casi aparece como telón de fondo, como un lejano escenario.
Todo lo contrario de Un miliciano de Vallecas, que ha escrito Ángel Rodríguez de Bodas tras muchos años de una minuciosa investigación sobre la Guerra Civil. No hay más que ver la profusa bibliografía que ha usado el autor, y los anexos que figuran al final del libro, para ver que estamos ante un libro que va mucho más allá de la simple narración de las penalidades que pasó su padre desde que se alistó en el ejército republicano hasta su definitivo regreso a la capital de España en 1942. Al pormenorizado relato de cómo su padre, Paco, vivió la Guerra Civil, con muchas anécdotas familiares y personales, se suma el equilibrado y profundo análisis que el autor hace del transcurso de la Guerra, dando una primordial importancia al contexto militar, político y social, recurriendo a informes técnicos y militares, a diarios de soldados y a multitud de referencias históricas y periodísticas.
El libro se convierte así en un completísimo resumen de algunas de las más determinantes batallas (como la del Jarama, Brunete, Aragón…), del exilio de miles de militares y ciudadanos a Francia, de cómo vivieron en los campos de concentración franceses y del regreso de muchos militares republicanos de nuevo a España cuando Franco anunció una engañosa amnistía para ellos.
A la vez, el autor describe la peripecia personal de su padre, una persona que vivió todos aquellos sucesos de una manera intensa pero no exaltada, consciente de que estaba en todo momento cumpliendo con su deber, pero sin dejarse llevar por el odio y la violencia que se instalaron en los dos bandos, provocando muertes innecesarias y un sinfín de ajustes de cuentas por motivos ideológicos.
Escribe el autor que su padre “nunca hizo un intento de contarnos de forma continuada sus recuerdos de la Guerra Civil. Sin embargo, aquí y allá, cuando venía a cuento, nos relataba alguna anécdota o acontecimiento que le había tocado vivir”. A medida que la investigación sobre su padre iba creciendo, su admiración por él iba en aumento, pues fue descubriendo aspectos insólitos de su carácter y personalidad, como el que “no hablara mal de nadie”, la cantidad de amigos que tenía y el espíritu de sacrificio, la integridad y el sentido de la justicia que puso en práctica toda su vida, de manera especial durante los años de la Guerra.
Los padres de Paco habían llegado a Madrid procedentes de Lugo y de Guadalajara. Se casaron en 1909 y en un principio vivieron en el barrio de la Arganzuela, en la calle Mira el Río Baja. Posteriormente se trasladaron al barrio de Pacífico y al comienzo de la Guerra Civil se fueron a vivir al Callejón de los Ruices, en el Puente de Vallecas, donde había una conocida vaquería. Paco dejó pronto de estudiar y empezó primero a trabajar repartiendo leche por el barrio. En 1930, con 15 años, entra en una empresa como ayudante de montaje de estructuras metálicas. En esa empresa, se afilia a la UGT.
A la vez que el autor cuenta los primeros años de la vida de su padre, habla también de la convulsa situación política que vive España, con la crisis de la monarquía, las elecciones de 1931, la proclamación de la República, la radicalización de los partidos políticos y el incremento de hechos violentos que se desatarán desde muy pronto del comienzo de la II República, como la quema de iglesias, los asaltos a centros y colegios católicos y el aumento de atentados. Paco y su familia rechazaban este tipo de actos extremistas y se mostraban más cercanos al socialismo que propugnaba Indalecio Prieto que al más incendiario de Largo Caballero.
Pero el inicio de la Guerra Civil puso todo patas arriba. Paco acabó por alistarse voluntario en el Batallón Pablo Iglesias, formado por milicianos de la UGT. Ante el asedio de Madrid por parte de las tropas franquistas, este Batallón se dedicó a labores de defensa en los alrededores de la carretera de Valencia. El Batallón de Paco participó en las Batallas del Jarama, Guadalajara y Brunete. Paco fue ascendido primero a cabo y después a sargento. Víctima de un bombardeo aéreo de los muchos que recibió la capital, se rompió una pierna y estuvo unos meses convaleciente en su domicilio de Vallecas. Cuando recibió el alta, fue destinado al Bajo Aragón. Meses después fue ascendido a sargento y a teniente y asistió al desplome del frente de Aragón y a las sucesivas derrotas del ejército republicano hasta la casi definitiva del Ebro.
El autor describe el periplo de su padre y lo que queda de su batallón por diferentes localidades de Cataluña hasta que llegan a tierras francesas, a Prats-de-Mollo, donde entregan las armas. Después recorrería diferentes y penosos campos de concentración (Le Sendreu, Saint Cyprien, Le Barcarès) hasta que decide, como otros muchos miles de soldados, regresar a España al acabar la Guerra. Ya en España, primero es encerrado en el campo de concentración de Reus, luego en el de Horta y posteriormente, para realizar trabajos forzados, es trasladado a la Alcazaba de Zeluán, en Melilla, donde realiza reparaciones en las vías de los trenes. Estando en Melilla, por fin es licenciado y regresa a Vallecas, aunque a los pocos meses, cuando ya estaba de nuevo trabajando, fue llamado otra vez a filas para realizar el servicio militar franquista en Santiago de Compostela. Fue licenciado el 21 de mayo de 1942.
De nuevo en Madrid reanuda su noviazgo con Isabel, se casan en 1944 y en 1947 nace el autor en la vallecana calle de Arroyo del Olivar. Posteriormente, Ángel Rodríguez de Bodas estudió Químicas en la Universidad Complutense y desarrolló su actividad profesional y académica en las universidades de McGill y Ottawa, en Canadá, donde reside en la actualidad y donde, además, se ha dedicado a investigar sobre la Guerra Civil y Vallecas para conocer mejor la vida de sus padres.
Muchos son los aciertos de este ambicioso libro, que merece la pena leer para tener una imagen cabal y equilibrada de la Guerra Civil. La vida tan anónima de su padre, como la de tantos y tantos milicianos, le da pie a reflejar de manera muy verosímil y desideologizada el devenir de la Guerra desde la perspectiva de los vencidos, de los soldados y ciudadanos republicanos que fueron víctimas, al finalizar la Guerra, de infinidad de tropelías, abusos y engaños, como se comprueba con la vida del propio Paco, que fue tratado como un prisionero de guerra, sin apenas derechos y en unas condiciones humanas e higiénicas miserables.
Excelente libro, muy trabajado, muy bien escrito, con información contrastada y muy detallada que ofrece una visión viva, directa, amena, sosegada, a ras de suelo de unos hechos siempre controvertidos que contrasta con otros testimonios sobre los mismos sucesos en los que impera el sectarismo, el odio y el revanchismo. Ojalá que este libro, un merecido homenaje a la vida de su padre, fallecido en 1991, lleno de pasión por Vallecas y respeto a la dignidad de todos los que combatieron en la Guerra Civil, llegue a muchos lectores.
Un miliciano de Vallecas
Ángel Rodríguez de Bodas
Círculo Rojo. Madrid (2025).
420 págs. 24 €
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