miércoles, 5 de noviembre de 2025

Nadiezhda Mandelstam, “Contra toda esperanza”

             


En un reciente libro publicado por Acantilado,
La educación soviética, de Olga Medvedkova, se cuenta una anécdota relacionada con la madre de la protagonista, la joven Liza Klein. La madre, Lucie, trabaja en la editorial "Artista Soviético" que, como el resto de editoriales, está controlada por el Gobierno comunista. Una de sus compañeras en la editorial fue despedida e interrogada (y estamos a inicios de la década de los 80) por leer Contra toda esperanza, libro de memorias en el que Nadiezhda Mandelstam cuenta la persecución que sufrió su marido, el poeta Ósip Mandelstam, por parte de las autoridades soviéticas. Recupero una reseña que escribí cuando se publicó este libro en la editorial Acantilado, en una espléndida edición.

Como cuenta Vitali Shentalinski, , en Esclavos de la libertad (Galaxia Gutenberg), un poema satírico sobre Stalin condenó a Ósip Mandelstam, (1891-1938), detenido en 1934. El poema es el siguiente: Epigrama contra Stalin: “Vivimos sin sentir el país a nuestros pies, / nuestras palabras no se escuchan a diez pasos. / La más breve de las pláticas / gravita, quejosa, al montañés del Kremlin. / Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos, / y sus palabras como pesados martillos, certeras. / Sus bigotes de cucaracha parecen reír / y relumbran las cañas de sus botas. / Entre una chusma de caciques de cuello extrafino / él juega con los favores de estas cuasipersonas. / Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora; / sólo él campea tonante y los tutea. / Como herraduras forja un decreto tras otro: / A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en la ceja, al cuarto en el ojo. / Toda ejecución es para él un festejo / que alegra su amplio pecho de oseta” (noviembre 1933). Shentalinski, muy bien editado en Galaxia Gutenberg, es un escritor fundamental para conocer el alcance de la represión en la Unión Soviética contra miles de escritores.

Como homenaje a su vida y trayectoria literaria, y para denunciar los crímenes del totalitarismo, su viuda Nadiezhda escribió Contra toda esperanza“Esta es la historia de mi lucha contra las ciegas fuerzas de la naturaleza que intentaron arrasarme a mí y a los pobres trozos de papel que conservaba”, escribe Nadiezhdha Mandelstam. Ósip Mandelstam es uno de los mejores poetas rusos de las primeras décadas del siglo XX; murió en un campo de trabajo en Siberia, en 1938,  víctima de una represión que continuó incluso después de muerto, pues su viuda siguió siendo perseguida lo mismo que sus escritos. Ya en 1937, un decreto del NKVD decía que la persecución y los arrestos policiales debían también extenderse a las esposas e hijos de los condenados. Nadiezhda fue una de estas víctimas. Ese aislamiento, que se extendía a todas las actividades familiares y profesionales, queda descrito en estas páginas, donde también se reviven algunos momentos de intensa y necesaria amistad en un contexto tan complicado. En ese sentido, recuerda la autora su amistad con la poetisa Ajmátova.

Este libro, que Nadiezhdha  comenzó a escribir en la década del 50, es el intento por rescatar de la memoria la vida de un poeta esencial, que se enfrentó a la maquinaria del terror que impuso Stalin especialmente a los escritores. Mandelstam, junto con su gran amiga Ajmátova, también represaliada (fueron las voces más significativas del movimiento acmeísta, que reaccionó contra los valores del simbolismo poético), sufrió ya desde la década de los años 20 la ojeriza de los comunistas, que consideraban que su literatura no era una muestra de la nueva era. Como hemos señalado, en 1934 fue detenido por recitar el poema contra Stalin. Esa primera detención, con sus correspondientes interrogatorios, acabó en una deportación, primero a Cherdyn y luego a Vorónezh, a la que se le permitió que le acompañara su esposa Nadiezhda. 



            Tanto Ósip como Nadiezhda conocían bastante bien el funcionamiento del régimen soviético y la generalizada política de castigos y deportaciones a las que habían sometido ya a miles de ciudadanos, muchos de ellos amigos personales. Sabían, de alguna manera, lo que les esperaba. De hecho, Ósip ya había tenido problemas y roces con los representantes de la literatura oficial, los que concedían las oportunas autorizaciones para poder publicar en las editoriales y revistas promovidas por el régimen, las únicas que existían.

            Nadiezhda revive en sus memorias la vida en Vorónezh, “una ciudad sombría y harapienta”, donde apenas contaba con los medios necesarios para sobrevivir. Estas circunstancias empeoraron la salud de Ósip, cada vez más enfermo de su psicosis traumática. Fueron años muy difíciles, sometidos a continuos controles policiales y sin que nadie pudiese acercarse a ellos con naturalidad:  cualquier contacto podía acarrear una nueva denuncia. 

            Cuando terminó esta deportación, el matrimonio buscó un lugar para vivir a cien kilómetros de Moscú, porque no se les permitía vivir en las grandes ciudades. Cerca de Moscú retomaron en parte sus amistades y continuaron con sus gestiones, siempre fallidas, para poder escribir, publicar y sobrevivir. Sin embargo, Mandelstam fue nuevamente detenido y condenado ahora a cinco años de trabajos forzados en Siberia. Murió en un campo de tránsito cerca de Vladivostok en diciembre de 1938. Por las averiguaciones de su viuda, parece que Ósip, ya muy enfermo, murió de una epidemia de tifus. Hasta años después, como sucedió con tantas otras víctimas, su mujer no consiguió conocer la fecha ni la causa de su muerte.

            Las desgracias no acaban con el fallecimiento de su marido. Nadiezhda fue también perseguida. Hasta 1956 no se la permitió regresar a Moscú. En 1970, en Estados Unidos, publicó este libro, Contra toda esperanza, con una continuación que también apareció en el mismo país en 1974, Esperanza abandonada. Falleció en 1980.

            Junto con el relato de los últimos años de la vida del poeta, estas memorias contienen comentarios sobre la vida y la poesía de Mandelstam, sus opiniones literarias, su evolución, sus relaciones con otros poetas –especialmente con Ana Ajmátova-, su radical concepto de la poesía, su fascinación por Italia y la cultura helenística y cristiana (ingredientes sobresalientes del acmeismo)...

            Además, son especialmente brillantes sus consideraciones sobre la vida cotidiana en un régimen de terror. “Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos”, repite Nadiezhda en diferentes momentos:  frase de la cheka que demuestra la victoria de la sinrazón y el triunfo de un estado policial.  “Además de reunir constante información, habían conseguido debilitar los vínculos entre la gente, fraccionar la sociedad”. Y es que tanto Nadiezhda como Ósip vivían “entre personas que desaparecían en el más allá, en el destierro, en el campo de trabajos forzados, en el infierno y entre aquellos que los enviaban al destierro, al campo, al más allá y al infierno”. La Unión Soviética era, en la práctica, un inmenso calabozo, en el que no había sitio para la libertad y donde todo estaba planificado para que el comunismo no encontrase ninguna oposición. “La propaganda del determinismo histórico –escribe- nos privó de voluntad y de la posibilidad de tener criterio propio”.


 

Contra toda esperanza 

Nadiezhda Mandelstam

Acantilado. Barcelona (2012)

642 págs. Traducción: Lydia Kúper

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario