“La Edad Contemporánea
no se entiende sin la existencia de los cafés”. La frase es del
autor de este ensayo, pero la podían haber firmado cientos de
periodistas, escritores, artistas, personajes públicos, políticos,
burgueses... que han frecuentado asiduamente los cafés hasta
convertirlos en una importantísima parte de sus vidas. A explicar
el alcance de esta frase está dedicado este libro, profusamente
ilustrado, que procede en su primera parte del discurso que el autor
pronunció el día de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando en 1987. Catedrático e historiador del arte, Antonio
Bonet Correa (1925) siempre ha sentido una fascinación especial por
los cafés, que, como dice a lo largo de este libro, también han
ocupado un lugar destacado en su formación.
Los cafés históricos
bucea a lo largo de la historia para trazar el origen y el
desarrollo de los cafés y el importante lugar que han ocupado como
espacio público y ciudadano. Su recorrido histórico comienza con
los antecedentes de los cafés, las alojerías, aunque el autor
destaca más el papel de los mentideros por su aceptación y cometido
social. Surgen los cafés en España en la segunda mitad del siglo
XVIII por influencia sobre todo francesa y de los ideales de la
Ilustración. “Tomar café significaba ser un ilustrado, tener la
mente despierta, ser lúcido y clarividente”. En los cafés se
leían los periódicos nacionales y extranjeros, se discutía
abiertamente de todo y se cuestionaba por sistema la política
oficial.
Es
en Cádiz, por influencia de las tendencias liberales, donde los
cafés comienzan a implantarse y extenderse con éxito por toda
España. Poco a poco, las botillerías comienzan a convertirse en
locales donde se degustaba el café. Los años del Romanticismo
provocan su espectacular desarrollo, que se sofistica a partir de
1850 con el regreso de los emigrados políticos de Inglaterra y
Francia, que traen también otras costumbres que afectan, hasta en su
arquitectura, a los cafés. Para el autor, los años de la
Restauración y de la Regencia de María Cristina durante el último
tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX son la edad de
oro de los cafés en España, tanto en Madrid como en las principales
capitales de provincia. También tras la posguerra algunos cafés
tuvieron un significado muy especial para el mundo del periodismo y
de la literatura. El autor habla de los cafés más importantes y de
los personajes que se dieron cita en ellos, bien de manera individual
o en famosas tertulias. El recorrido por los cafés más conocidos es
también un repaso al desarrollo de los principales movimientos
artísticos que se dan en estos años.
El
libro contiene otras tres partes más que completan este estudio de
los cafés que al autor publicó en 1987. En la segunda parte,
titulada “Apostillas al discurso académico”, se aumenta
considerablemente la información que se proporcionaba en el discurso
de ingreso. Nuevos datos, nuevos cafés, nuevas referencias. Ya de
manera más metódica se habla de los cafés franceses, italianos, de
los cafés de Viena y Centroeuropa, de Portugal, de la Europa
septentrional y hasta de los cafés de América del Norte y de
Latinoamérica. Esta parte también contiene un estudio exhaustivo de
los cafés españoles. La tercer parte, “Otros aspectos de los
cafés”, describe el papel que han desempeñado los camareros y
proporciona numerosas máximas, procedentes de una inagotable
bibliografía, que resumen las opiniones de muchos autores sobre los
cafés. La cuarta y última parte se titula “Antología poética y
bibliografías sobre los cafés”.
El
ensayo de Bonet Correa es más histórico que el que publicó en 2007
Antonio Martí Monterde, Poética del Café, finalista del
premio Anagrama de Ensayo, quien a la vez que describe los cafés más
importantes de Europa, analiza la incidencia de este espacio social y
literario en la conformación de un nuevo tipo de literatura. El
café, dice Martí, proporciona al escritor otra manera de mirar la
ciudad y de mirarse a sí mismo. En su análisis no faltan los
ejemplos y las referencias a muchos autores extranjeros y españoles.
Decía
Pla, escritor que frecuentó mucho los cafés, que “el hombre,
además de hijo de sus obras, es un poco hijo del café de su
tiempo”. Y Ramón Gómez de la Serna, que capitaneó una famosa
tertulia en el madrileño café Pombo, dedicó una de sus greguerías
a explicar el sentido poético y existencial de los cafés: “Todos
los cafés del mundo son salas de estación en las que se espera la
muerte”. Una “coda” del propio autor resume lo que para él han
sido y siguen siendo los cafés, aunque hoy día hayan perdido su
sitio: “Los cafés, espacios de convivencia, tertulias, diversión
y espectáculos, han sido siempre un lugar de observación del género
humano, una atalaya para ver discurrir las horas y las estaciones del
año, sentir el tránsito de la existencia humana”.
Los cafés históricos
Antonio Bonet Correa
Cátedra. Madrid
(2012)346 págs. 28 €.
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