sábado, 20 de octubre de 2012

“Los desorientados”, la última novela de Amin Maalouf


“Llevo en el nombre a la humanidad naciente, pero pertenezco a una humanidad que se extingue”, escribe al principio de esta novela Adam, su principal narrador y protagonista, un profesor árabe de Historia que vive desde hace décadas en París después de haberse exiliado en la década de los setenta del Líbano, su país natal. Adam, un trasunto del autor, abandonó el país cuando la guerra civil destrozó absolutamente todo y cambió el destino de muchos de los integrantes de su generación, afectados de lleno por la marcha de la guerra y por sus consecuencias. Desde entonces no ha regresado al Líbano, aunque ha seguido muy al tanto de lo que sucede allí y también del destino de sus principales amigos.
 
 
La novela comienza cuando Adam recibe desde el Líbano una intempestiva llamada telefónica de Tania, la mujer de Mourad, uno de sus mejores amigos ahora gravemente enfermo, aunque en los últimos años el distanciamiento entre ellos se ha ido agrandando por cuestiones políticas. Animado por su actual pareja, la argentina Dolores, Adam viaja al Líbano para reencontrarse con Mourad, aunque cuando llega éste acaba de fallecer. Tras saludar a la viuda, decide pasar una temporada en Beirut con el fin de preparar un encuentro entre todos los amigos que formaron, en la década de los 70, el Círculo de los Bizantinos, un grupo de universitarios procedentes de diferentes carreras, religiones, culturas... que compartieron una fuerte amistad en unos difíciles momentos.

Adam se pone en contacto con todos ellos para preparar la reunión. Esas gestiones, que anota escrupulosamente en unas libretas personales que funcionan como un diario íntimo, le sirven a Adam para describir el ambiente del Líbano durante su juventud, la convulsión de la guerra, las diferentes reacciones de sus amigos, las cicatrices del exilio y, sobre todo, la estrecha unión que existía entre todos ellos; a la vez, Adam, un intelectual, reflexiona sobre el destino de un país de una rica herencia cultura y religiosa, que durante décadas consiguió un elogiado equilibrio político que, sin embargo, desde aquellas décadas, amenaza constantemente con romperse por las presiones históricas, políticas y religiosas que a lo largo de su historia ha padecido Beirut. Como escribe Adam en una de su anotaciones, “es ese conflicto el que impide a Occidente y al islam reconciliarse, es el que hace retroceder a la humanidad contemporánea hacia las crispaciones identitarias, hacia el fanatismo religioso, hacia eso que llaman en nuestros días el enfrentamiento de las civilizaciones”.

Adam se instala en el hotel que dirige Semiramis, una de estas antiguas amistades, una mujer que, tras una aguda crisis, consiguió recuperarse de la muerte al inicio de la guerra de su antiguo novio, Bilal, un prometedor escritor. El hermano de éste, Nidal, también asiduo a aquellas tertulias del grupo de los Bizantinos, acudirá a la reunión programada por Adam, aunque puede ser uno de los elementos de fricción, pues Nidal está comprometido al máximo con la causa radical islámica. También recupera Adam el contacto con el inseguro y pesimista Albert, quien acudirá desde Estados Unidos, donde trabaja desde hace décadas; y con Naim, un judío que se ha establecido en Brasil. También contacta con Ramez, quien dirige importantes empresas en el mundo árabe, y con su antiguo socio, Ramzi, ahora monje católico en un monasterio después de haber sufrido una desgraciada experiencia y haber vivido una intensa y vacía vida de negocios. Todos ellos representan una parte cultural y religiosa de la elogiada convivencia que había en el Líbano y que se hizo añicos con la guerra.

El regreso al Líbano provoca en Adam un auténtico mazazo afectivo y existencial que también le lleva a cuestionar parte de su vida y las decisiones que ha ido tomando. Esta desorientación, similar en otros personajes, le lleva a tener durante su estancia en Beirut una intensa relación con Semiramís, también sexual, que, sin embargo, en una pirueta moral difícil de encajar y justificar, es consentida desde la distancia por Dolores, su pareja parisina.

La narración combina el relato en tercera persona de los hechos con numerosas reflexiones que proceden de los diarios de Adam. En estos textos, incluye Amin Maalouf (Beirut, 1949), Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, muchas de las ideas que viene repitiendo tanto en su conocida obra literaria (en la que destacan títulos como León el Africano y La roca de Tanios), como ensayística, entre las que destaca de manera especial Identidades asesinas, aunque en esta ocasión se acentúa más el ingrediente biográfico, ya presente en su anterior obra de ficción, Orígenes, todavía de modo más acusado, pues Maalouf convierte en ficción parte de su propia experiencia personal.

Además de las cuestiones étnicas, políticas e históricas, tiene un lugar importante en estas reflexiones la religión, vista unas veces con un gran respeto y otras con una actitud distante y crítica, pues el protagonista considera que gran parte de los problemas de su país están vinculados a una exagerada presencia invasiva de la religión. Adam se halla “entre la creencia y la incredulidad”, término medio que le permite no caer en fáciles simplificaciones y hasta descalificaciones pero que denota también ignorancia de la auténtica vivencia religiosa, reducida en ocasiones exclusivamente a sus manifestaciones sociológicas y hasta políticas.
 



Los desorientados
Amin Maalouf
Alianza. Madrid (2012)
528 págs. 22 €.
T.o.: Les Desorientes. Traducción: María Teresa Gallego.

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