En 2009, también en Ediciones del Viento, se publicó Los
pescadores, de Raúl Brandao (1867-1930) y, junto con ésta, Las
Islas Desconocidas, las más costumbristas y de más calidad. En
las dos aparece su dramático sentido de la literatura, que le lleva
a estar muy cerca de las gentes, a ser posible de los más pobres
–como sucede en Los pescadores-, con unos temas, paisajes y
personajes sencillos y realistas que aborda con un singular estilo
trágico e impresionista.
Los pescadores se publicó en 1923. Un año
después, en 1924, acompañado de su mujer, realizó un viaje a las
Islas de las Azores y Madeira. Esta experiencia le sirvió para
escribir un libro que apareció en 1926. No se trata de un libro de
viajes al uso ni mucho menos de una guía turística, géneros que
están, sobre todo el último, en las antípodas de la manera de
escribir de Brandao. Más aún, repudiaba no sólo este género sino
el concepto mismo de turismo, que ya empieza a apoderarse en aquellos
años de algunas de estas islas, en especial de Madeira. Es cierto
que de 1924 a ahora han cambiado muchas cosas en esta islas, en sus
gentes y modos de vida. Sin embargo, Brandao supo apropiarse del alma
de unas islas en aquellos años lejanas y desconocidas. Antes y
ahora, sin embargo, “la belleza del paisaje sigue siendo irreal”.
Brandao recorre las islas que forman parte del
archipiélago de las Azores, muy distintas en su orografía,
características, accesibilidad y en sus gentes. A Brandao le
interesa captar el paisaje –su prioridad- y, también, hablar con
sus gentes para conocer sus costumbres y sus modos de vida. De las
gentes de Corvo, la isla más alejada de todas, escribe: “Lo que en
la soledad los libra de la naturaleza y del infierno es la religión.
Es la que, más allá de la vida monótona, de la vida horrible, les
muestra otra vida superior. La que los une y los salva”. Y
describiendo la vida de los habitantes de la Isla Graciosa dice:
“Estos hombres desamparados tienen en su aislamiento y en su
explotada pobreza un algo de misterioso”.
Donde más brilla el estilo impresionista de Brandao es en la
descripción del paisaje. Su estilo se atreve con todo tipo de
escenas y estampas, intentando, como si se tratase de pintar un
cuadro, matizar al máximo los colores y los detalles, con un
vocabulario lleno de matices y riquísimo que la magnífica edición
y traducción de María Tecla Portela ha sabido trasladar con vida al
castellano. Su prosa se estiliza ante estos retos descriptivos y
adquiere un variado cromatismo con el que busca definir la fuerza
telúrica del paisaje, como, por ejemplo, al querer describir el
cielo: “Blanco y quieto, blanco e indeciso, blanco lastimado,
claridad tan íntima que yo mismo desfallezco”. Cuando habla con
sus gentes se muestra, sin embargo, en ocasiones distante y duro en
sus juicios, quizás porque le resulte imposible entender esos modos
de vida o porque no consiga esquivar los prejuicios, pues en aquellas
islas desconocidas la gente vive con otras coordenadas existenciales.
También se encuentra con gente que “pasaron su vida siempre en el
mar y lo ignoran todo del mundo”.
Raúl Brandao
Ediciones del Viento. A Coruña (2010). 200 págs.
17,50 €. T.o.: As Ilhas Desconhecidas. Traducción:
María Tecla Portela Carreiro.
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