1.- José Mauro
de Vasconcelos, Mi planta de naranja lima.
Nueva edición en una nueva editorial y con otra traducción de una obra que poco
a poco se ha convertido en un clásico contemporáneo. En ella se cuenta la
historia de Zezé, un niño de cinco años, de inteligencia precoz, muy
imaginativo, pero incomprendido. Entre sus amistades ocupa el primer lugar
Minguinho, su inseparable planta de naranja-lima, confidente de sus juegos,
alegrías y desdichas. Pero es con el relato de su amistad con el Portugués, un
señor mayor que se convierte en su mejor amigo, cuando el libro alcanza sus
mejores páginas de simpatía y de lirismo. En 2014, en la misma editorial, se h
publicado Vamos a calentar el sol, la continuación. (Libros del Asteroide.
208 págs. 2011).
3.- Betty
Smith, Un árbol crece en Brooklyn. La
autora se inspiró en su propia vida para contar la vida en un barrio pobre de
Brooklyn de la niña Francine desde los diez hasta los dieciséis años en las
primeras décadas del siglo XX. A su alrededor aparecen un grupo de personajes
reales, sacados de la vida misma, que añaden una tierna realidad. La familia de
Francie tiene que convivir con las lacras de los barrios pobres. Pero Katie, la
madre, sabe que con dignidad y apostando por la educación se puede luchar
contra la adversidad. Esta novela se publicó en 1943 y gozó de mucha
popularidad. (Lumen.
505 págs. 2008).
5.- Joseph
Buloff, Yösik, el del viejo
mercado de Vilnius. Relato que tiene algo de memorias de
infancia y juventud de Joseph Buloff (1899-1985), un actor lituano que abandonó
su país en 1926 para emigrar a los Estados Unidos. El narrador habla primero de
su infancia en el mercado de Vilnius, cuando era un chaval charlatán y
embaucador, que va poco a poco aprendiendo el rechazo que sufren los judíos.
Luego cuenta cómo su vida da un vuelco cuando, al regresar su padre de los
Estados Unidos, su familia se muda de barrio y asiste a un nuevo colegio. Todo
cambiará con el estallido de la Primera Guerra Mundial. (Capitán Swing. 298
págs. 2011).
6.- Marcos Ordóñez, Un jardín abandonado
por los pájaros. A medio camino entre una autobiografía y una novela de memorias,
Ordóñez (1957) recuerda con ternura y sentido del humor su infancia en
Barcelona. Sus recuerdos son de una clase media optimista en una España de los
50. Se recorren con el leitmotiv de la lengua catalana y sus refranes, poemas o
canciones. Ordóñez retrata una época y una clase social que se entretenía con
la cultura disponible, con los bares y diversiones poco o nada sofisticadas. En
su novela están equilibrados personajes y ambientes, sucesos políticos y
familiares, con un toque inevitable de nostalgia. (El Aleph. 480 págs. 2013).
7.- José Julio Perlado, Mi abuelo, el
Premio Nobel. Contada en primera persona
por su nieto, esta novela, poética y fantástica a la vez, cuenta la historia
del escritor Dante Darnius, que consiguió el Premio Nobel de Literatura sin
haber escrito ni una línea. Dante es un magnífico contador de historias que,
sin embargo, es incapaz de llevar al papel. Lo suyo es la narración oral. Toda
la familia se siente fascinada por la capacidad fabuladora del abuelo. Pero es
con su nieto con quien Dante tiene una relación muy especial. (Funambulista.
184 págs. 2011).
8.- Forrest
Carter, Montañas como islas. Ambientada
en los años 30 en Estados Unidos, cuando la Ley Seca, la novela describe la
relación entre un abuelo cheroqui y su nieto en los Montes Apalaches. La
historia presenta el atractivo de una educación basada en una transmisión de
conocimientos directa y continua, impartida con una enorme generosidad. El tono
ingenuo del narrador resulta muy simpático. (Duomo. 286 págs. 2009).
9.- Antonio
Marí, El vaso de plata. El narrador, Miguel, con un estilo sereno,
recuerda episodios claves de esa etapa de crisis y de cambios que es la
adolescencia. El relato tiene un cierto aroma de atemporalidad que beneficia su
lectura, pues el autor ha eliminado muchos rasgos sociológicos para no rebajar
el libro a unos recuerdos más o menos memorialísticos. Esta técnica añade
universalidad a lo que se cuenta, a pesar de que pueden reconocerse tanto en el
paisaje como en las escenas y personajes elementos muy locales. (Libros del
Asteroide. 115 págs. 2008).
No hay comentarios:
Publicar un comentario