lunes, 23 de noviembre de 2015

“Una pasión rusa”, de Reyes Monforte


La periodista y escritora Reyes Monforte ha publicado, entre otros libros, Un burka por amor (2007) -un reporte novelado sobre la historia de amor entre un hombre afgano y una española-, y las novelas Amor cruel (2008), La rosa escondida (2009), La infiel (2011) y Besos de arena (2013). Su nueva novela, Una pasión rusa, con la que ha obtenido el XIV Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio, arranca de una placa que recuerda el nacimiento en Madrid de Lina Prokoiev (1897-1989) y que le sirvió a la autora como acicate para conocer la apasionada y agitada vida de una mujer que estuvo casada con el compositor ruso Serguéi Prokófiev (1891-1953) y que vivió los agitados, emocionantes y trágicos sucesos del siglo XX.
            Carolina Codina era hija de un tenor catalán, Juan Codina, y de una cantante rusa de origen noble, Olga Nemivskaia. Pasó su infancia con sus abuelos maternos en Rusia, en el Cáucaso, hasta que se trasladó a vivir con sus padres a Nueva York, en 1908, donde comenzó a estudiar para dedicarse también a la música. En 1918, conoció en un concierto a Serguéi Prokófiev, de quien se enamoró y con quien decidió compartir su vida. En 1919 viajó a París para seguir al lado de Prokófiev, quien ya se había convertido en un músico de prestigio internacional. Se casaron en 1923, en Ettal, una localidad alemana.
            Lina, que aspiraba también a ser una estrella en el mundo de la música, acompañó a Prokófiev en sus años parisinos, para ella los más importantes de su vida. Convivió con otros grandes músicos rusos de la época e importantes artistas, como Rachmáninov y Serguéi Diáguilev. Fue amiga de Coco Chanel, Arthur Rubinstein, Maurice Ravel, Gertrude Stein, Hemingway, Picasso, Matisse, Raymond Radiguet, Jean Cocteau…
            Serguéi Prokófiev había abandonado su país natal en plena Guerra Mundial, al poco de iniciarse la revolución rusa. En el exilio, siguió al tanto de lo que ocurría en su país, aunque siempre mostró poco interés por la política. Prokófiev estaba obsesionado con la música y con la fama. Tenía un carácter ensimismado, pasional y orgulloso, y aunque conocía muchas historias deplorables sobre lo acontecido en su país natal, anhelaba volver a su patria. Los servicios de propaganda soviéticos lanzaron sus redes para que viajase a la URSS, y lo consiguieron. Primero el matrimonio estuvo dos meses en 1927, donde fueron recibidos con gran entusiasmo. Luego, en contra de la opinión de Lina, se instalaron definitivamente en Moscú.
            A los pocos años, sin embargo, el matrimonio se resintió. Prokófiev, que seguía absorbido completamente por su trabajo, rompió con Lina, abandonó a sus dos hijos y se fue a vivir con Mira Mendelssohn, con quien se casó años después, en 1948. También en la década de los 40 comenzaron los problemas de Prokófiev con el régimen soviético. A pesar de los éxitos iniciales, fue acusado de “formalista”, el peor insulto para los artistas que eran rechazados por el régimen por no poner su música al servicio del pueblo. Estas acusaciones solían traer, además, fatales consecuencias tanto para ellos como para sus familiares. Lina, que hablaba cinco idiomas y que contaba con amistades con escritores polémicos (como Pasternak y Maiakovski) y con extranjeros que residían en Moscú, la mayoría diplomáticos, fue detenida, acusada de espía alemán, encarcelada en la Lubianka, la prisión de la KGB, y condenada a veinte años de trabajos forzados en Komi, en el distrito de Intinsk, en la aldea polar de Abez, muy cerca de la ciudad de Vorkutá, a apenas cincuenta kilómetros del Círculo Polar Ártico.
En Siberia conoció la muerte de Stalin y de su exmarido, los dos el mismo día, el 5 de marzo de 1953. Después de la muerte de Stalin, los jueces revisaron su causa y pudo abandonar el campo de concentración en 1956. La novela finaliza con su regreso a Moscú con sus hijos y la visita al cementerio moscovita de Novodévichi, donde estaba enterrado Prokófiev. En una nota final se cuenta la posterior vida de Lina. Vivió en Moscú hasta que en 1974 consiguió salir de la URSS para instalarse en Londres, donde vivió hasta su muerte dedicada a la memoria de su exmarido.
            Reyes Monforte ha realizado un gran trabajo literario para reconstruir con verosimilitud la agitada y apasionante vida de Lina Prokófiev. Se ha documentado muy bien sobre el ambiente artístico de Nueva York y París, lugares donde también vivieron otros muchos exiliados rusos. Describe con soltura la espumosa vida en la capital parisina, la efervescencia por todas las manifestaciones artísticas y la variedad multicultural de sus artistas. También resulta muy certera y equilibrada la narración del paso de Lina por el gulag.
            La novela tiene siempre como hilo conductor el mundo interior de Lina. Fue una mujer culta, exquisita, de gran belleza, que supo renunciar a sus pretensiones artísticas para entregarse en cuerpo y alma a Prokófiev y su música. Una pasión rusa es una novela de amor que mantiene el interés gracias al fuere carácter de la protagonista, a los artísticos ambientes que frecuentó, a la extraordinaria fama musical de su marido y a los dramáticos sucesos que tuvo que enfrentarse para sobrevivir.


Una pasión rusa
Reyes Monforte
Espasa. Barcelona (2015)
600 págs. 19,90 €.

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