miércoles, 19 de julio de 2017

“Todo fluye”, de Vasili Grossman


Galaxia Gutenberg publica una nueva edición de uno de los libros capitales del escritor soviético Vasili Grossman (1905-1964), autor de Vida y destino, una de las obras fundamentales de la literatura europea del siglo XX. Formado en el periodismo, Grossman fue un escritor muy popular en la URSS hasta que empezó a tener problemas con las autoridades soviéticas. Terminó de escribir Vida y destino en 1960, pero sus intentos por publicarla fueron totalmente infructuosos. Esta novela trajo muchos problemas a Grossman, pues fue señalado por las autoridades, represaliado y perseguido.
Cuando tuvo la seguridad de que su obra no iba a ser publicada nunca en la URSS, con la ayuda de unos amigos hizo lo posible para enviarla al extranjero (donde se publicó años después, en la década de los ochenta). Pero esta seguridad de que ya era un escritor marginado, le dio la necesaria libertad para afrontar la redacción de esta novela, Todo fluye, donde aparecen sin ninguna censura todas sus opiniones políticas sobre el totalitarismo comunista. Tampoco esta novela pudo publicarse en la URSS hasta finales de la década de los ochenta.
            La novela tiene similitudes con Vida y destino. Su protagonista es también un eminente científico que fue represaliado en los años treinta, en la época de las grandes purgas. ¿Su delito?: defender la libertad en una intervención en la universidad. “declaró que la libertad era un bien igual a la vida misma, que la restricción de la libertad mutilaba a los hombres igual que los golpes de hacha, que cortan dedos y orejas, y que la destrucción de la libertad equivalía al asesinato”. Después de aquel discurso, Iván fue expulsado de la universidad y deportado por tres años a la región de Semilpalatinsk, aunque sucesivas condenas le obligaron a permanecer treinta años en Siberia en diferentes campos de concentración. Como recordaba años después, “había recorrido todos los círculos del infierno de las prisiones y todos los campos, y no había muerto porque el fuego de la fe, que desde la adolescencia ardía en sus entrañas, lo había protegido de los cuarenta grados bajo cero, del intenso frío nocturno y del viento despiadado, de la distrofia y del escorbuto”.
Años después de la muerte de Stalin en 1953, consigue la libertad y regresa a Moscú. Así comienza la novela, con el viaje a Moscú en tren tras recuperar la libertad. La primera parte de la novela describe el complejo proceso de adaptación del protagonista a esa vida, el reencuentro con amigos y compañeros en Moscú y en Leningrado, la visita a los lugares más importantes de su vida… El peso de la memoria resulta lacerante, y más todavía la constatación de la dificultad de ubicarse en ese nuevo mundo, donde todo le recuerda su perdida vida anterior. Los años pasados en los campos de concentración le han dado otra visión del mundo y de las necesidades vitales marcada por la desconfianza y el escepticismo. Iván vive como puede en esta nueva realidad sabiendo que su vida es ya un fracaso y que, como otros tantos miles de víctimas, deberá soportar una existencia marginal, pues le seguirán rechazando en todos sitios y trabajos ya que su presencia es un mazazo para la conciencia de los demás y levanta en ellos sospechosos recuerdos. Como se lamenta en una ocasión, “es cierto, es espantoso vivir en libertad”.
            Pero en la segunda parte Grossman cambia casi completamente de registro. Desaparecen los elementos novelescos, la evolución del argumento pasa a un plano secundario y el libro se convierte en un ensayo, siempre con la vida de Iván como telón de fondo. La voz del narrador se hace ahora más analítica y directa, y Grossman se dedica a reflexionar y mostrar los males del comunismo, la extensión del terror como sistema político, la denuncia de la ausencia de las libertades más necesarias y la evolución histórica del comunismo hasta la obscena unión entre los intereses del Partido y del Estado. Grossman critica a Lenin, a Stalin y a otros grandes líderes soviéticos. Denuncia abiertamente la generalización de la represión y la extensión de los gulag. Y la falta de libertad, aspecto que Grossman subraya en muchos momentos en esta obra: “Antes creía –dice en una ocasión- que la libertad era libertad de palabra, de prensa, de conciencia. Pero la libertad se extiende a la vida de todos los hombres. La libertad es el derecho a sembrar lo que uno quiera, a confeccionar zapatos y abrigos, a hacer pan con el grano que uno ha sembrado, y a venderlo o no venderlo, lo que uno quiera. Y tanto si uno es cerrajero como fundidor de acero o artista, la libertad es el derecho a vivir como uno prefiera y no como le ordenen”.
Estamos ante una acusación al sistema comunista sin paliativos. Y aunque es cierto que la obra en estas páginas finales pierde fuelle e interés novelesco, no deja de sobrecoger a los lectores el implacable tono de denuncia.


Todo fluye
Vasili Grossman
Galaxia Gutenberg. Barcelona (2017)
280 págs. 20 €
T.o.: Vsio techiot.
Traducción: Marta Rebón.

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