jueves, 12 de octubre de 2017

"Roderas", de Almudena Molina Madrid


El primer poemario de Almudena Molina, estudiante de Filosofía y Filología en la Universidad de Navarra, sintetiza bastante bien sus inquietudes intelectuales y personales: hay en sus poemas un apasionado y profundo amor a las palabras y un trabajo por trascender la realidad y entender mejor el sentido del mundo. Además, este poemario refleja también la madurez de una escritora tras años de escribir y escribir. Se nota una intención estética, un sentido, una unidad. Como escribe Mariaje Ruiz en la contracubierta del libro, los versos de Almudena Molina “revelan un profundo mundo interior y una intensidad que sin duda nace de lo más hondo”.
            No estamos ante una poeta joven que se haya dejado llevar por algunos tics que vemos en cierta poesía actual: no hay un radical y social y prefabricado enfrentamiento con el mundo, no hay emotividad a raudales ni hay tampoco una preferencia por ese estilo declamativo que recurre a previsibles efectos sintácticos y gramaticales con una finalidad meramente atmosférica. Almudena Molina (Madrid, 1996) confiesa sin dudarlo sus preferencias poéticas, que van del clasicismo espiritualista de San Juan de la Cruz a la poesía  existencial y terrestre de Blas de Otero pasando por la poesía de lo cotidiano y la normalidad de José Hierro.
             Se nota, pues, en Almudena Molina una inquietud por aferrarse cariñosamente a la realidad en la que vive, comprender bien sus múltiples sentidos y estrujar al máximo esa realidad para encontrar un algo más, un sentido oculto que es el que da sentido a todas las cosas. Lo hace desde la individualidad poética, buceando en su interioridad para encontrar expresiones ajustadas a esas inquietudes. Lo vemos de manera muy directa en sus primeros poemas, donde una y otra vez muestra su deseo para que las palabras sean vivas y no muertas, sentidas y no tópicas, esenciales y no decorativas. En estos primeros poemas, hay intensidad, concentración, esencialidad, reforzada con ingeniosas imágenes: “espejo de silencio”, “pólvora en los pulmones”, aunque a veces estas imágenes se fuercen en exceso, como en “beber veneno del cielo, / y centellear tu sangre”.
            La mirada al mundo exterior actual es cariñosa y, a la vez, crítica, como en su poema “Vuelve Narciso”. Y, partiendo de ahí, se da el salto hacia el sentido último y amoroso: “Ya estás otra vez, Señor, / probando mi corazón”. Como en San Juan de la Cruz, hay una emoción contenida para que el yo sea transformado, reconociendo los límites personales: “Mi corazón / es de papel de periódico / mojado”.
            El título del libro, tomado de uno de sus poemas, es una acertada imagen, algo irónica, para explicar este camino, ya transitado pero contemporáneo: las imágenes que las ruedas del coche van dejando en la carretera del paso del tiempo; como dice Molina, “lo nuestro es un amor viejo,/ amor remolcado, de carretera”. Y sacando partido a la imagen, concluye con una declaración de intenciones más que existencial: “soy amante de neumáticos desgastados / y de roderas sobre asfalto. / Dentro de poco nos veremos; / ya sabes que soy cliente / en tus gasolineras / más concurridas”.


Roderas
Almudena Molina Madrid
Seleer. Madrid (2017)
72 págs. 11 €.
www.editorialseleer.com

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