jueves, 3 de julio de 2014

Un mito, simplemente: ¡Georgie Dann!


Hace ya años, en el verano de 2003, una canción se levantó por encima de todas, aunque no consiguiese galardones ni el título honorífico de la canción del verano. Me refiero a la canción de La Banda del Capitán Canalla: “Que vuelva ya Georgie Dann”. Estos músicos, ya olvidados, se atrevieron a decir y condensar lo que tantos y tantos sentíamos y callábamos: que Georgie Dann sólo hay uno porque es el único que ha sabido hacer de la horterada una sublime broma y obra de arte. La canción sintetiza lo que  Georgie Dann ha significado para nuestras vidas y, por qué no, para la historia de España. Comienza afirmando sin ambages que un verano sin Georgie Dann es como una Navidad sin los Reyes Magos o Papá Noel (cierto). Luego lo comparan con otros éxitos del verano, fugaces, muy fugaces: las Ketchup, Amaral, Ricky Martin, Chayanne (bastante cierto). A continuación destacan su valor como precursor en tantas cosas, también en la picante estética del acompañamiento y la representación: “Él fue el primer nota que salía a actuar con go-gós medio en pelotas bailando detrás (...) Él fue el primero que se inventó los bailecitos del verano”. Más adelante, hay una referencia a los éxitos más importantes de su discografía: “El Chiringuito, La Barbacoa, El negro no puede, Bailemos el bimbó”.
Es cierto que, como dice este grupo, Georgie Dann no es ni Julio Iglesias, ni Raphael, ni Massiel, pero ¿alguna vez lo ha buscado? Además, es mucho más fácil ser uno de estos artistas que llegar a donde él ha llegado. He dejado para el final unos versos de esta canción que me siguen emocionando: para hablar de cómo las canciones de Georgie Dann penetraron hasta el tuétano de nuestras vidas, dicen: “lo tocaban las orquestas en la fiesta patronal”.  Con esta afirmación, real,  Dann pasa por encima de la canción, sin suprimirla, y la convierte en himno popular. Verdaderamente grandioso. ¿Quién ha conseguido esto? Nadie, absolutamente nadie.

Democratizar la horterada

Desde aquí, además, aprovecho la ocasión para tributar un merecido, sentido y emocionado homenaje tanto a las orquestas oficiales de todas las ciudades y pueblos de España como a esas orquestas populares que pueblan la geografía española y que, con su labor callada, sacrificada, ambulante y oculta,  contribuyen año tras año a la democratización de la horterada como elemento genuino español. La historia de estas orquestas es la historia de un anonimato heroico. Mientras escribo esto tengo delante las espléndidas fotografías de algunos grupos que nunca pasarán a la historia (no lo persiguen y ojalá que no lo consigan), pero que saben que con su labor están prestando un servicio público a la humanidad en las salas de fiesta, bodas, bautizos y comuniones y en esa uniformización del gusto popular y hortera que son las fiestas de los pueblos.


Un brindis, pues, lleno de cariño y nostalgia, por la Orquesta 10, Reino, Brillo de Estrellas, Hollywood, Sonora Real, Alborán y Acrópolis Show, Arco Iris, la Orquesta Internacional Libertad, la Agrupación Musical Los Marchosos, Fusansc, el grupo Chalay, la orquesta Manhattan, Élite, Volcán Orquesta, La Habana, Frontera, Eclipse, Clasics, Nova Sinfonía, Carrusel, Sladam, Nancy, Guaycan, Los Dan, Glamour, Marsella, Melodías, Solana, Costa, Zahira, Angora, Madison, Níquel Pershing, Florida Show, Primera Plana, Samoa, Luna, San Francisco, Los Dos Españoles (tengo una cinta suya y lloro cada vez que cantan su sentido homenaje al camionero)... Todos estos grupos y orquestas, además de interpretar sus propias composiciones, engordan sus repertorios con los mejores éxitos de la música popular española, sobre todo con canciones veraniegas. Ellos representan la estabilidad y la continuidad.

Los orígenes de un mito

             No he sido capaz de encontrar el año del nacimiento de Georgie Dann, pero eso, para un mito, ¿qué importa? Sé que nació en París, un 14 de enero. Estudió música y se dedicó a la docencia. Impartiendo clase descubrió su vocación como cantante. Creó un grupo con sus alumnos, donde fue dando forma a esa personalísima manera de concebir la música. Le encanta la música clásica (Bach), el jazz y la poesía (uno de sus poetas preferidos es Miguel Hernández). Gratis, sugiero desde aquí algunos temas de posibles tesis doctorales: “La influencia de Miguel Hernández en las letras de las canciones de Georgie Dann” o “El eco de J. S. Bach en los ritmos veraniegos de Georgie Dann”. Yo me he dedicado en cuerpo y alma durante unas semanas a rastrear en las letras de sus canciones versos e ideas de Miguel Hernández, y el resultado es espectacular, pero no quiero desvelar ninguna conclusión por si acaso me lanzo yo a hacer la tesis.


            Vino a España de la mano del Festival del Mediterráneo, en la década de los 70. Está felizmente casado y ha confesado (lo que es digno de elogio) que uno de sus primeros peluqueros fue Llongueras. Ya en 1976 era un ídolo de masas con “El bimbó”, canción que todavía hoy compite con “La konga” para cerrar como se merece una boda carpetovetónica. Desde el principio, George Dann, icono de la transición española, tenía claro que lo suyo es ser una ONG andante: “yo intentaba hacer música para divertir a la gente”. En unos momentos políticamente duros e intensos en España, hacía falta alguien que se empeñase en transmitir a la humanidad cosas felices y duraderas, esquivando con sagacidad el peso de la censura, con la que, son palabras suyas, nunca tuvo problemas (aunque todavía puede aparecer algún documento secreto que considere a Georgie Dann enemigo del régimen, nunca se sabe).. Cuando se le pregunta sobre los contenidos de las canciones, con una sorprendente sinceridad, Georgie Dann da en el clavo: “ Una canción es una cosa con la que la gente se puede divertir”. Toda su poética y su sabiduría encerrada en estas sencillas y sabias palabras.

Arte con mayúsculas


            “Lo fácil es lo difícil”. No es una cita de Gracián sino de Georgie Dann. “Yo soy músico y también estudié en el conservatorio. Intenté este tipo de canción veraniega, acompañada de baile, y he sido muy imitado”. Confiesa que cuando va de viaje le gusta escuchar chistes del humorista Arévalo (con esto se podría hacer otra tesis).
            ¿Quién hace las letras de su increíbles canciones? Él, sólo él. De entrada, intenta ser original, imprevisible (“siempre he procurado ir contracorriente. Si se lleva un estilo determinado, disco por ejemplo, yo salgo por donde la gente no espera”. ¿Tienen sus canciones un sentido, un mensaje oculto? Aquí, el muy cuco, no quiere desvelar el misterio. A veces, para despistar, se muestra tajante: “Nunca acabo de decir nada”; pero en otro momento deja caer que quizás haya algo más (apuesto por esto): “Mis canciones tienen un doble sentido, sin acabar de desvelarlo”. Prefiere que sean los receptores los que concreten el oculto mensaje de sus canciones. ¿Alguna finalidad oculta?: “Si la gente, cuando escucha tu canción, echa una sonrisa, ya está todo medio ganado” (y pensar que a otros artistas, por mucho menos, les han dado el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia).

La barbacoa, una síntesis

            Gracias al apoyo de un divertido anuncio televisivo, uno de sus más espectaculares éxitos musicales fue la canción “La barbacoa”, con la que intenta atrapar la mentalidad de otro espécimen muy hispánico: el dominguero. Merece la pena reflexionar un poco sobre el ser dominguero para entender mejor la complicada y sinuosa letra de esta canción. Tras años de pausada contemplación, éstas son algunas de sus notas distintivas: rechazo de la improvisación (todo se lleva preparado, como se aprecia en la canción); huida de la originalidad; aprecio por la masificación y el plan familiar; perseverancia y constancia; nunca se debe tener miedo al ridículo; obediente a la tradición; gustos decimonónicos (es carne de cañón de la canción del verano); apasionado por los tópicos.


            La canción, pues, comienza con una definición del dominguero: “Este domingo con todos los amigos/ nos vamos para el campo a comer la barbacoa”. Ya aparecen, como decíamos, algunos de los rasgos del dominguero: la obligada periodicidad (este domingo), el acusado sentido familiar y de la amistad (amigos) y la finalidad gastronómica (comer la barbacoa). Los siguientes versos insisten en algunas de estas características: “Nos llevamos muchas cosas, /las bebidas, las gaseosas”. El dominguero no improvisa sino que amarra todo lo que puede, sin lugar para las ocurrencias de última hora.
Comentaba Georgie Dann que “lo fácil es lo más difícil”; por eso opta en toda la canción por rimas aparentemente fáciles pero que son el resultado de un esforzado trabajo poético: cosas/gaseosas, con la famosa rima en o-a, que tanta importancia tienen en su poética, lo mismo que la rima en illa-illa: “La salsita, las costillas/ buena carne a la parrilla”. Francamente genial. Luego viene el enigma del significativo barbekiú, fruto, quizás, de su plurilingüismo, su apertura hacia el mercado internacional y, por qué no, su sentido del humor.
            La siguiente estrofa es un dechado de excelente utilización de los paralelismos sintácticos y emotivos, apoyados por el magistral uso de la exclamación con una finalidad enumerativa: “Qué ricos (los chorizos)/ Qué ricas (las salchichas)/ ¡Qué buenas –obsérvese el giro- (las chuletas). El ritmo está basado en la repetición de las mismas estructuras gramaticales, con las que refuerza el mensaje sentimental que desea transmitir.
            Le he estado dando muchas vueltas al significado de este verso: “¡qué bueno es este vino de garrafa!”. ¿Qué querrá decir? Lo fácil es pensar que, irónicamente, Georgie Dann está lanzando una velada protesta social: tenemos que conformarnos con el vino de garrafa porque no tenemos dinero, de lo explotados que estamos, para poder comprar un vino mejor. Pero hay que rechazar esta interpretación en clave marxista (qué haría Luckács con estas canciones) porque ya sabemos que Georgie Dann lo único que desea es transmitir felicidad, sin más vueltas de hoja. Le podemos dar entonces un giro la vuelta al argumento: qué suerte poder tomar un vino de garrafa, un producto barato que acepta el paladar exigente de un buen dominguero. El justo uso otra vez de las exclamaciones pone las cosas en su sitio. Y el final de la canción es, abiertamente, una defensa de su optimismo vital, subrayado en todas sus facetas: sonrisa suya, de las bailarinas, los colores, los bailes, etc. La letra dice: “disfrutan como locos chupándose los dedos”. Imagen visual con la que fija, como una fotografía, el apoteósico espectáculo de la alegría.

Tocar la tecla de lo hortera


            “La barbacoa” es un excelente ejemplo de cómo Georgie Dann maneja todos los ingredientes de una canción, siempre pensando en el hortera/receptor, que asimila de manera subliminal los mensajes porque comparte la misma vitalidad (o por lo menos el deseo de vitalidad). Este sabio trabajo compositor se manifiesta también en otras canciones suyas, como en “El Chiringuito”, canción que guarda muchos puntos en común con “La barbacoa”. Aquí, entre nosotros, me he emocionado hasta las lágrimas con “Macumba”. No sé por qué, pensaba que se trataba de una letra insustancial, y no es así. “Macumba” describe el drama de una joven (¿Macumba?, ¿nombre real o seudónimo? ¿relato de una historia verídica?) que “vive igual que una estrella/ con sus aires de telenovela” (otra vez su inseparable rima e-a). 

Macumba ansía, como sus estrellas televisivas, una vida llena de otros encantos. Aunque no se dice abiertamente, se refugia en el mundo de la peligrosa noche, donde el baile es  parte consustancial a su manera de vivir. Gracias a su habilidad, se convierte en “la reina del lugar”, ya que “no puede vivir sin dejar de bailar” (lugar/bailar). Pero esa aparente felicidad (tema obsesivo en las letras del francés) esconde la tragedia: ella, Macumba, gastó su vida entre “copas y risas”, metonimia que designa una vida mal vivida. Y peor todavía, perdió su ilusión “con políticos duques y artistas”. La verdad es que la tal Macumba iba un poco descaminada.

Novedades e influencias

             Otra canción estrella de Georgie Dann es “Una paloma blanca”. El punto de partida se me ocurre que puede ser la poesía que Rafael Alberti dedica a la paloma (“se equivocó la paloma”). Con pericia, el cantante convierte su paloma blanca en un símbolo del amor perdido. Entre el yo (enamorado sufrido en una playa) y el (amante lejano) se sitúa la paloma, que hace de mensajera/intermediaria/confidente del mal de amor. La paloma está entre los dos: “Una paloma blanca/ a los ojos me miró./ Una paloma blanca/ al verte triste lloró”. Traslación y personificación en un mismo verso, hábil amontonamiento de sugerencias. La paloma ve llorar a los dos. ¿Quién tiene la culpa? El protagonista, que fue quien la abandonó: “porque me marché/ muy lejos de ti”. Dolor, sufrimiento. Y todo en el contexto antitético de una playa alegre y exótica, escenario de mil felices batallas de amor.
Acaba la canción con unos versos que superan ampliamente la capacidad evocadora de las golondrinas en el famoso poema de Bécquer. La paloma (que aquí sólo es una) se convierte en la íntima confidente de las cuitas de amor del enamorado: “Si todavía sientes niña/ aquel amor que te juré./ Busca en el cielo y la paloma/ te contará lo que lloré”. Emocionante. La misma fuerza trágica está presente en otro de sus conocidos éxitos: “La colegiala”.
            A lo largo de su trayectoria, Georgie Dann ha dado muestras suficientes de su sutileza poética y de su capacidad para, con las palabras, con el cuerpo, con la música, contagiar a los receptores de sus profundos sentimientos, a veces camuflados en frivolidad. Los títulos de sus elepés son, a estos efectos, significativos: “Bota-va”, Casatshock” (con esa valiente reivindicación aperturista en tiempos de guerra fría del folklore ruso: aquí hay tema), “La cremallera”, “El soltero”.

“Lo fácil es lo difícil”

             La ligereza (repetimos, “lo fácil es lo difícil”) se puede apreciar en tres canciones quizás no tan conocidas: “La duchita”, “El pulpo” y ese sensacional ejemplo de didáctica narratividad como es “La gallina cha-cha-cha”. “El pulpo” es la más obvia, y el explícito mensaje sensual arrastra y rebaja el contenido lírico de la canción. “La duchita” es un prodigio de sencillez. La canción comienza de la siguiente manera: “Agua, agua, agua/ una duchita, una duchita, una duchita” (el efecto de la repetición, que hace las veces de balbuceo, convierte en innecesario el discurso gramatical). Más adelante, vuelve a aparecer el Georgie Dann picarón, aunque si hacemos caso a sus declaraciones, lo suyo es la sutil ambigüedad: “Me ducho por arriba, me ducho por abajo/ también con mi vecina, si me pilla de paso”. Algunos, en aquellos años, le consideraron un adelantado de la revolución sexual.


            Pero vayamos a “La gallina cha-cha-ha”, canción que pudo inspirar años después (es una teoría mía, lo reconozco) la letra de la canción de la también mítica “La gallina Turureta”, uno de los grandes éxitos de Gaby, Fofó y Miliki. Inspirándose en los debates de amor tardomedievales, Georgie Dann se plantea la canción como un debate entre una tal María (nombre que será emblemático a partir de entonces en las canciones del verano, aunque ya antes, como era de esperar, Luis Aguilé había dedicado a este nombre toda una canción: “María no más”) y un anónimo narrador (¿el propio autor?). Comienza la canción: “María, dónde está la gallina”, Responde la tal María: “en el gallinero, en el gallinero” (obsérvese el ingenioso recurso dramático a la consabida repetición). Vuelve a preguntar el narrador: “¿Y qué hace la gallina?”. En ese momento, estamos como en suspenso: eso, ¿qué está haciendo la gallina? Con habilidad, ha introducido en el diálogo una dosis de intriga que deja al receptor con una sospechosa incertidumbre. Menos mal que María lo arregla todo en el siguiente verso: “La gallina pone huevos/ la gallina pone huevos”. Pero no acaba ahí la cosa, porque María posee tal sentido de lo didáctico que aprovecha la pregunta del ignorante narrador para dar una lección de ecología: “Por el día pone uno, por la noche pone dos”. Entran ganas de recomendar este texto en alguna asignatura de la ESO.
Sin embargo, cuando pensábamos que la canción transcurría por senderos pedagógicos, viene la sorpresa, ese forzar el quiebro que tanto gusta a Georgie Dann. La tal María no es lo que parecía. Vuelve el diálogo, ahora con un tono más preocupado: “María, qué pasó en el gallinero”. Y la trágica respuesta, después de unos interminables segundos de espera: “Que he pelado al gallo para hacer puchero”. A simple vista, parece como si el cantante estuviera jugando con nosotros, los receptores. Pero no es así porque Georgie Dann vuelve a envolver toda la canción con sus inequívocos ritmos juguetones, dándonos a entender que no es ninguna tragedia sino que la lucha por la vida (del gallo sale el puchero que nos acabamos de comer) hay que tomársela así, con agradable filosofía, como todo lo que hace Georgie Dann, el verdadero motor, ídolo, gurú, vate y profeta de la canción del verano.
            El gran Georgie Dann es, en definitiva, un producto y un emblema de la cultura popular  y, a la vez, un animador de millones de gente común que se identifican con sus ritmos y canciones. Georgie Dann es, por eso, un único y especial trasmisor de una cultura eterna e inmortal, tenue y persistente, que sin ella, no hay que dudarlo, no habría historia.


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