No me aclaro para escuchar música en el coche nuevo. Antes, la radio o un CD. Ahora, puedo escuchar la radio, conectar el bluetooth con Spotify y, también, llevar un pincho con tu música ya seleccionada. Al final, escucho menos música que antes porque me lío. La radio no me gusta (solo para escuchar los partidos de fútbol), el bluetooth se me olvida conectarlo y me resulta complicado; y el pincho, al no tener soltura, corro el peligro de escuchar siempre lo mismo (que es lo que me está pasando).
Hoy, sin embargo, he entrado en el coche con otro ánimo y me apetecía escuchar música clásica. Y una música en concreto: los conciertos de violín de Paganini. Me gustan porque tienen bastante movimiento, son muy variados y transmiten optimismo y alegría, que es lo que me hacía falta ese día.
Cuando he salido del garaje, he colocado en su sitio el pincho, me he puesto a buscar Paganini y al final, no sé cómo, me he liado y me ha salido Georgie Dann, y precisamente uno de sus mayores éxitos, “La barbacoa”. De mi casa al trabajo me ha dado tiempo a escucharla tres o cuatro veces y un par “El chiringuito”, otra de sus canciones más conocidas. Ya puestos, me he metido de lleno en el papel y las he cantado a pleno pulmón, pues tengo las letras de estas canciones metidas en el ADN. Cuando me acercaba al trabajo, he quitado la música, por aquello de guardar las apariencias. Si hubiese sido más hábil con el pincho, hubiese puesto a Paganini al entrar en el garaje.


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