Espléndido trabajo de investigación el que han realizado Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo en este volumen que analiza de manera exhaustiva las relaciones entre el humor de la revista La Codorniz y el cine español de posguerra. El libro supone una auténtica y profunda disección de este tema, que los autores abordan desde todas las perspectivas posibles. Es, además, un excelente ensayo que analiza las claves de un sentido del humor que se hizo célebre en la España de posguerra, aunque sus raíces se encuentran antes de la guerra civil y quizás haya que buscarlas también en el extranjero. También, este libro describe las trayectorias profesionales de sus protagonistas y las relaciones que mantuvieron entre ellos, claves para dar coherencia a un grupo literario arraigado en la literatura española, en el teatro y en el cine, además de colarse en otras manifestaciones culturales.
Hay que felicitar también a los autores y a los responsables de la edición por la cantidad de fotografías e ilustraciones que aparecen en el libro, necesarias y que ejemplifican también el aire de una época, y por el dvd que contiene, con escenas y películas que ejemplifican las intenciones estéticas que puso de moda La Codorniz.
En 1942, un año después de su nacimiento, Edgar Neville, uno de sus más afamados colaboradores y quizás el director de cine más destacado de todo el grupo, escribió el “Himno de La Codorniz”, con música del maestro Quiroga. En él se dice: “Codorniz, es un ave paticorta, con un pico en la nariz. / Codorniz, se alimenta de gramíneas, caviar y lombriz. / Codorniz, Codorniz, Codorniz, canta todas las semanas para hacerte feliz”. La revista apareció en 1941 dirigida por Miguel Mihura. En muy poco tiempo, alcanzó un éxito fulgurante, con miles de ejemplares vendidos todas las semanas, y eso que la España de esos años no estaba para muchas alegrías.
Un sentido del humor muy suyo
¿En qué consiste este humor que compartió buena parte de la sociedad española y que, por ejemplo, poco tiene que ver con el humor que aparece en la Transición y que encarnan otras revistas como El Papus, Hermano Lobo o El Jueves? Para Fernando Lázaro Carreter, en una definición recogida en este libro, se trata de un humor que apuesta “por una concepción liberal de la vida, despreocupada de tradiciones, abierta al mundo exterior, burladera de los modos y costumbres de la burguesía misma en que ha nacido. Y, por lo tanto, un afán de novedad, un deseo vivísimo de que España mudara de gustos y maneras, de que se abandonaran estéticas viejas y conductas ramplonas; de que aprendiera a comportarse con elegancia, sin hipocresía, ni rudeza, ni rabia”.
Hay humoristas que encarnaron perfectamente estas intenciones, como fueron Miguel Mihura y Tono. Los dos, se burlaron en sus escritos de los convencionalismos, retorciendo el lenguaje, dejando al descubierto de manera patética la inanidad de las fórmulas sociales esclerotizadas y aplicando una descontextualización en lo que escribían para evidenciar el sinsentido de las relaciones humanas y del lenguaje coloquial y social. Hay en el humor de La Codorniz, como escriben los autores, una colección de despropósitos no exentos de lirismo, un cúmulo de absurdos sin malicia que propiciaba un non sense temático y estilístico.
Los orígenes
Los autores analizan los orígenes de este sentido de humor y sus protagonistas. Destacan el papel fundamental, cada vez más valorado, que tuvieron revistas como Buen Humor, nacida en 1921, y Gutiérrez, en 1927, donde hicieron sus pinitos estos autores poniendo en práctica un sentido del humor que luego estallaría en La Codorniz. También analizan la influencia de caricaturistas y humoristas gráficos del momento, tanto de Francia como de Estados Unidos y, sobre todo, de Italia. En estas revistas, en muchas ocasiones se fusilaban los chistes sin ningún rubor.
Si en España en esas décadas, quizás como antídoto del ambiente generalizado de enfrentamiento político y civil, proliferaron las revistas de humor, lo mismo estaba sucediendo en toda Europa y en Estados Unidos, donde sobre todo el cine estaba viviendo su momento de auge y explosión. Los autores destacan la influencia del cine italiano (por ejemplo, de Cesare Zavattini, también escritor) y de las revistas italianas Marc’Aurelio y Bertoldo, donde publicaron autores que también aparecieron asiduamente en La Codorniz, como Giovanni Mosca, Vittorio Metz y Giovanni Guareschi. Al igual que La Codorniz, estas revistas criticaban con mucho ingenio la omnipresencia de los convencionalismos sociales y el uso ampulosos de un lenguaje retórico que el fascismo explotó al máximo.
También destacan los autores el papel que jugó la revista La Trinchera, que nació en enero de 1937, en plena guerra civil, en Salamanca, aunque luego se trasladó a San Sebastián, cambiando su nombre a La Ametralladora, el precedente más inmediato de La Codorniz. Mihura contó con la colaboración ya en La Ametralladora de Tono, Enrique Herreros, Alfredo Marqueríe, Edgar Neville y hasta de un jovencísimo Álvaro de Laiglesia.
Ramón y Tono
En este capítulo de los orígenes del humor de La Codorniz, merece destacarse el papel innovador y experimental que desempeñó Ramón Gómez de la Serna, que además mantuvo una estrecha colaboración con grandes humoristas europeos como Pierre-Henri Cami, Pitigrilli y Massimo Bontempelli.
Y otro humorista clave, ya mencionado, es Tono, protagonista de una reciente biografía escrita por los autores de este volumen más Gema Fernández-Hoyo y que ha sido publicada en la editorial Renacimiento con el título Tono. Un humorista de la Vanguardia. Antonio de Lara (1896-1978) acompaño a Miguel Mihura en muchas de sus aventuras periodísticas y literarias. Fue dibujante, dramaturgo, periodista, actor de doblaje. Incluso pasó una temporada en París como pintor de vanguardia, y en Hollywood como guionista. Fue, como Mihura, un revolucionario en los temas, en el estilo y en los dibujos. Entre sus obras de teatro más conocidas están Un bigote para dos, Romeo y Julieta Martínez, ¡Qué bollo es vivir! y Guillermo Hotel. Esta biografía sirve además para reivindicar a una figura que ha quedado rebajada a un plano secundario, cuando Tono protagonizó, con Mihura, los mejores momentos del humor de La Codorniz y de la posguerra.
A la pantalla
Pronto el éxito de La Codorniz se trasladó al cine. La huella de La Codorniz, que los autores rastrean como dos sabuesos, aparece en películas concretas, aunque es más visible en argumentos, diálogos, gags. La Codorniz conectó además con experimentos vanguardistas que se estaban ya realizando en los años veinte y treinta y que se centraron especialmente en el cine por ser ya en esos años un espectáculo de masas, aunque las vanguardias siempre fueron minoritarias. Son muy divertidos algunos experimentos, como los doblajes humorísticos y disparatados de películas en otras lenguas. De manera muy especial, los autores analizan la película Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario, que dirigió F. Iquino y que escribieron Tono y Mihura. Se trata del primer intento de adaptación del humor codornicesco al cine.
Aguilar y Cabrerizo destacan otras películas, como La torre de los siete jorobados (1944), una de las más logradas de Edgar Neville; también El crimen de la calle de Bordadores (de 1946), quizás el mejor ejemplo de esa modalidad esperpéntica y absurda que fueron los sainetes criminales.
Hay también mucha huella de La Codorniz en la película de Berlanga, Bienvenido míster Marshall (1953), que contó con la colaboración de Miguel Mihura. Y quizás las películas más conseguidas de todas fueron Plácido (1961) y El verdugo (1963), las dos con guion de Rafael Azcna, también colaborador en La Codorniz (y aquí merece la pena destacar los volúmenes que la editorial Fulgencio Pimentel ha publicado con la obra completa de Azcona aparecida en esta revista; Azcona encarna como pocos autores el singular y peculiar sentido del humor codornicesco).
Muchos son los personajes a los que se presta atención en este completísimo volumen. Por ejemplo, a K-hito, José López Rubio, Wenceslao Fernández Flórez, Enrique Jardiel Poncela, Conchita Montes, la Baronesa Alberta, Miguel Gila, Antonio Mingote y la extensa nómina de autores que protagonizaron la denominada “otra generación del 27”, unidos en torno a la tertulia de la Granja del Henar y que canalizaron su literatura al teatro, la poesía, la novela, las tiras cómicas.
En definitiva, un espléndido libro que reproduce un fenómeno que marcó la literatura y el cine de la España de posguerra y que se extendió hasta 1978, aunque hay que reconocer que una cosa es el humor que Miguel Mihura puso de moda en La Codorniz hasta 1944 (“la revista más audaz para el lector más inteligente”) y otra el que llevó a cabo Álvaro de Laiglesia hasta la década de los setenta, que vivió también momentos de cambio y de protagonistas hasta su defunción.
La Codorniz. De la revista a la pantalla (y viceversa)
Aguilar y Cabrerizo
Cátedra. Madrid (2019)
626 págs. 25 €.