Autor de una
sólida obra literaria que comenzó en 1996 con la novela Fuegos con limón, Aramburu (San Sebastián, 1959), residente en
Alemania desde 1985, ha abordado en diferentes ocasiones, en clave literaria, la
convulsa realidad social y política del País Vasco. Lo hizo, por ejemplo, en
los espléndidos relatos de Los peces de
la amargura (2012). Ahora, de manera
muy ambiciosa, domina absolutamente Patria,
novela que abarca cuarenta años de la historia del País Vasco con unos temas
que, salvo puntuales excepciones, han aparecido muy poco en la literatura y en otras
manifestaciones culturales, señal de que también aquí, como en tantos otros
campos, se ha extendido un ominoso silencio por temor a las represalias .
La novela
comienza cuando Bittori, viuda de Txato, un empresario asesinado por ETA, decide
regresar a su pueblo en 2011, después de que la banda terrorista anunciase el
cese de la lucha armada. Su intermitente regreso –mientras sigue viviendo en
San Sebastián, a donde la familia tuvo que trasladarse tras el atentado-
provoca malestar en el pueblo, que ven su vuelta como una osada y deliberada
provocación. Bittori vuelve también con la idea de desentrañar los pormenores
del asesinato de su marido, en el que estuvo implicado Joxe Mari, hijo de unos
vecinos, precisamente la familia con la que mantenían más amistad y ahora en
prisión.
La novela se
centra en las vidas de los miembros de las dos familias, las formadas por Miren
y Joxian, los padres de Joxe Mari, Arantxa y Gorka, y la formada por Bittori,
su marido asesinado y sus hijos Nerea y Xabier. Aunque la novela tiene un
implícito recorrido cronológico, avanza a golpe de capítulos cortos
protagonizados por estos miembros, de los que se relata algún aspecto de sus
vidas, en el pasado y en el presente, a la vez que se describe el opresivo
clima moral que se vive especialmente en las localidades pequeñas del País
Vasco, donde los objetivos de la banda ETA son asimilados y obedecidos, directa
o indirectamente, por casi toda la sociedad.
El autor,
criado en este ambiente, describe con mucho acierto la vida cotidiana, con sus
momentos de doméstica normalidad y sus perversiones emotivas, marcadas por la
lucha armada, que todo lo justifica, no solo el asesinato sino también el
desprecio, la marginación y el silencio. Es lo que viven Txato, natural de
Euskadi y apolítico, y su familia después de que ETA les señalase por no pagar
el impuesto revolucionario. A nadie parece importar que la familia viva
permanentemente amenazada, con insultos diarios, con pintadas amenazadoras y
con avisos de una futura ejecución. Miraron para otro lado.
Las vidas de
estos personajes están marcadas por su vinculación con la causa abertzale, que
unos muestran de manera entusiasta –Joxe Mari, asiduo de la kale borroka, acaba
militando en ETA hasta que es detenido- y otros hacen lo justo para no ser señalados
y buscan la mínima oportunidad para abandonar el pueblo, como hacen Arantxa y
Gorka y también Xabier. En la novela
tienen un especial protagonismo las mujeres, Bittori, la viuda que pierde la fe
en todo, también en Dios, y que se vuelve sarcástica con su vida y la de los
demás; y Miren, totalmente absorbida por la causa etarra, actitud con la que está
así más unida a su hijo Joxe Mari, al que acude a ver a una prisión andaluza
una vez al mes.
Técnicamente,
la novela está construida sobre la base del realismo y el costumbrismo. El
autor esquiva el desarrollo lineal mediante un gran trabajo en la composición
de la trama, que transcurre en diferentes tiempos. También se huye del
maniqueísmo, aunque el punto de vista narrativo muestra de manera agobiante los
métodos de un nacionalismo exacerbado. Como ha contado el autor en una
entrevista, “allí donde se sacraliza la nación, se impone un filtro y solo los
puros atraviesan sus orificios. Al resto hay que eliminarlo, no solo
físicamente, sino que hay que silenciarlos, haciendo que se vayan,
marginarlos”.
Con
minuciosidad, aparece como telón de fondo de fondo las luces y las sombras de
la sociedad vasca, retratada desde la perspectiva y sentimientos del autor,
oculto pero presente para subrayar explícitamente algunas moralinas. Por
ejemplo, se critica con dureza al sacerdote del pueblo donde transcurre la
acción (y, por extensión, a la Iglesia), Don Serapio, personaje del que cada
vez que aparece en escena se subraya su mal aliento y su viscosa manía de tocar
a los demás, detalles que refuerzan que estamos ante un personaje desagradable.
Los hijos de
las familias protagonistas trasladan a sus vidas personales los problemas
sociales y humanos que padecen; así, las relaciones son casi siempre conflictivas,
tirantes, rotas, desestructuradas. Xabier, por ejemplo, un médico prestigioso,
es incapaz de encontrar a nadie con quien compartir su vida; Nerea, superficial
y frívola, egoísta, vive una alambicada relación con Quique salpicada de
constantes y mutuas infidelidades. Arantxa, que ha sobrevivido a un grave
ictus, se ha separado de su marido. Entre todos, solo parece haber encontrado
la verdadera felicidad Gorka, escritor y locutor de radio, homosexual, persona
muy independiente, culta y sensible.
La novela es,
pues, ambiciosa en sus objetivos literarios, abordados con profesionalidad por
el autor, que ha desplegado múltiples registros literarios gracias a un
exigente trabajo, nada complaciente con el lector. Y, a la vez, pone el dedo en
la llaga, sin que la novela se convierta en un panfleto, en problemas que
continúan muy candentes en la sociedad vasca, como la justificación del uso
premeditado de la violencia y el lugar de las víctimas del terrorismo.
Patria
Fernando
Aramburu
Tusquets.
Barcelona (2016)
648
págs. 22.90 €.