Tatiana Góricheva nació en Leningrado en 1947. Fue una alumna brillante que estudió Filosofía y Radiotecnia. Como tantos otros jóvenes de su generación, había recibido una educación basada exclusivamente en los valores comunistas, en donde los valores tradicionales y religiosos habían sido arrancados de raíz. Llevaba una vida intelectual muy intensa, que era compatible con la bohemia y la desinhibición sexual y el alcoholismo. Subyugada por las filosofías orientales, comenzó a practicar yoga; en una de las sesiones, uno de los ejercicios que se recomendaban era repetir sucesivamente la oración del Padrenuestro, que Tatiana desconocía. Cuando la repitió cinco o seis veces, de pronto, como cuenta ella en este libro de memorias, “en aquel instante comprendí y capté el misterio del cristianismo, la vida nueva y verdadera (…). En aquel momento todo cambió para mí”.
Estamos en la década de los setenta en la URSS. Aunque habían cambiado algunas cosas en relación con los años del más férreo estalinismo, en cuestiones religiosas el régimen seguía encerrado en el ateísmo oficial. Los que se saltaban esta norma, corrían el peligro de encontrarse con la KGB, como le pasó a la autora. Durante años, fue detenida, interrogada y encarcelada. A diferencia de otros intelectuales y religiosos, no fue a parar al Gulag, que seguía existiendo en esos años, aunque últimamente ese tipo de casos preferían “curarlos” en las clínicas psiquiátricas que se habían puesto de moda para “convertir” a los intelectuales díscolos. Muchos de los compañeros de Tatiana acaban en esos centros.
Tras su conversión, sin apenas formación religiosa, acude a algunos sacerdotes para recibir los sacramentos. Lentamente, fue penetrando en la Iglesia ortodoxa y dando consistencia intelectual y espiritual a la conversión drástica que había tenido practicando yoga. Tatiana alaba la labor de estos sacerdotes, la mayoría perseguidos, con años en la cárcel y en el Gulag, que tenían un profundo conocimiento de la condición humana, aunque su formación intelectual fuera escasa. Cuenta Tatiana que estos sacerdotes, humildes, sencillos, contaban con una reconocida autoridad espiritual, que valoraban intelectuales como Tatiana y otros amigos suyos.
En su libro, cuenta sus actividades intelectuales. Participó en varios seminarios clandestinos teológico-filosóficos en los que se analizaba la teología moderna y la doctrina de los Santos Padres. Puso en marcha también varias revistas. Tatiana Góricheva fue una de las mujeres que crearon el primer movimiento femenino, libre, independiente y no oficial en la URSS, lo que provocó que fuera detenida en repetidas ocasiones; en 1980 se le ofreció la cárcel o la emigración. El 20 de junio de 1980 abandonó la URSS y se instaló en Viena. El libro finaliza el 24 de noviembre de 1983. Posteriormente, la autora se trasladó a vivir a París y, además de escribir estas memorias, es autora de La fuerza de la locura cristiana, Nosotros, soviéticos conversos, Hijas de Job y, entre otros, La incansable búsqueda de la felicidad.
Además de hablar de su propia conversión y de su intimidad espiritual, describe el clima intelectual de la URSS a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, cuando hubo un renacer religioso que contrastaba con lo que estaba pasando en esos mismos años en Occidente. La autora leyó mucho a los existencialistas, que para ella fueron la puerta de entrada a la religión. Destaca cómo en la URSS las almas tenían un hambre espiritual que luego no vio con la misma intensidad en Occidente. Lo que sí tenía claro es que, tras su conversión, “Dios no solo había tocado mi inteligencia, sino también el alma, el corazón y toda mi percepción”.
En Austria, a pesar del clima de libertad, vivía sumergida en la amargura. Por un lado, echaba de menos su patria y a sus amigos, con los que había compartido experiencias tan fuertes y radicales, a pesar de la persecución; por otro, veía que en Occidente la religión había perdido fuelle y en el ambiente había un cierto temor a hablar del alma, del sentido de la vida y de la redención. En una asamblea con jóvenes católicos a la que asistió en Alemania, lo que vio le recordó más a una reunión de los komsomolses, la asociación de jóvenes comunistas, que a jóvenes preocupados por su vocación cristiana. También tuvo sus diferencias con el movimiento feminista, que apoyaba. No entendían su defensa del cristianismo y de la Iglesia, cuestiones que ella siempre trató, pues su relación con la Iglesia era para ella la clave de su pensamiento feminista. Sus reflexiones sobre la religión en Occidente han resultado proféticas en muchos aspectos: “Para la Iglesia de Occidente pintan tiempos difíciles, más difíciles de los que alumbran para la Iglesia del Este. Por doquier recorre la Iglesia el camino de la cruz. Solo que en Rusia se puede ver que la cruz triunfa. Y aquí todo está encubierto y no se puede reconocer”.
Excelente testimonio el de la autora, que se suma a la larga lista de libros memorialísticos que han radiografiado el clima moral, intelectual y religioso de la URSS, donde “la mentira era obligatoria, la desconfianza inevitable y el miedo omnipresente” (en este sentido, en mi libro
Cien años de literatura a la sombra del Gulag aparecen otros testimonios donde se describe la persecución religiosa que se vivió en la URSS y en otros países comunistas como Rumanía, Albania, China y Vietnam, entre otros).
Estas memorias giran en torno al momento crítico de su conversión. Así lo cuenta ella en este libro: “Si alguien me pregunta qué significa para mí el retorno a Dios, qué es lo que esa conversión me ha hecho patente y cómo ha cambiado mi vida, puedo contarle con toda sencillez y brevedad: lo significa todo. Todo ha cambiado en mí y a mi alrededor”.
Hablar de Dios resulta peligroso
Tatiana Góricheva
Herder. Barcelona (2009).
144 págs.
T.o.: Von Gott zu reden ist gefáhrlich.
Traducción: Claudio Goncho.