Publicada en 1856, La mañana de un terrateniente es una de las primeras obras que escribió Tolstói (1828-1910) y en ella aparecen algunas de las obsesiones que marcarán su vida y su literatura. Esta breve novela describe en clave realista el ambiente de los campesinos rusos, unos años antes de que el zar Alejandro II aboliese en 1861 la servidumbre, aunque los cambios en la calidad de vida de los campesinos y en sus derechos no fueron automáticos.
El argumento se centra en el príncipe Nejliúdov. Cuando tenía 16 años y estaba estudiando en la universidad, decide de manera drástica abandonar los estudios y regresar a su tierra para dedicarse por entero a la administración de su finca, en la que trabajan unas setecientas personas. Lo hace con la intención, idealista, de transformar y mejorar la vida de sus súbditos.
La novela comienza tres años después de esta decisión. El príncipe dedica los domingos a atender a los campesinos que le han hecho alguna petición. Con el deseo de solucionarles sus problemas, acude a sus casas para ayudarles en lo que necesitan. Pero como le ocurrió al propio Tolstói en su momento, que vivió experiencias similares, se encontró con la desconfianza de los campesinos que no confían en sus intenciones.
El recorrido que realiza Nejliúdov por las casas de sus trabajadores le lleva a comprobar el directo la miseria en la que viven, sustentada en una ignorancia que no tiene fácil solución. El príncipe lleva años intentando hacer felices a esas gentes, pero comprueba, en un momento de crisis, que no ha conseguido nada: todo sigue igual, a pesar de sus constantes ofrecimientos para mejorarles la vida. La novela refleja el debate que se da en el alma del terrateniente, que desea desde lo más profundo ayudar en todo lo que pueda para cambiar las cosas, pero solo recibe sospechas y una socarrona desconfianza. A pesar de todo, mantiene su idealismo.