Además de Alexandr Solzhenitsyn, Varlam
Shalámov (1907-1982) es otro de los autores fundamentales sobre la literatura
de los Gulag. Los seis volúmenes que forman Relatos
de Kolimá fueron publicados en Londres en 1978, en ruso, y en ellos
Shalámov describió de manera exhaustiva su experiencia personal en diferentes
campos de trabajo soviéticos. Con la publicación del último de estos volúmenes,
Ensayos sobre el mundo del hampa,
la editorial Minúscula concluye la edición completa en castellano de uno de
esos libros que suponen un auténtico hachazo literario, pues Shalámov cuenta
cientos de historias de los millones de víctimas que sucumbieron en los campos
de exterminio del Gulag.
Condenas
encadenadas
Varlam Tíjonovich Shalámov nació en 1907 en Vólogda. Su
padre era un hombre profundamente religioso, un pope, que recibió con ilusión
la Revolución de Febrero y que vio en la Revolución de Octubre, ya con espanto,
el final de las esperanzas. En 1926 se trasladó a Moscú, donde estudió Derecho
y comenzó a dedicarse a la poesía, aunque por su condición de ser hijo de pope
tuvo muchos problemas para poder concluir sus estudios.
Aunque Shalámov fue un firme partidario del poder
soviético, poco duró su vida de estudiante y de artista pues en 1929 fue
condenado a tres años de trabajos forzados en Víshera, en la región de los
Urales por difundir el testamento de Lenin, en el que se criticaba a Stalin. En
ese momento, Shalámov formó parte de la oposición leninista de izquierdas que
se enfrentó a las políticas de Stalin
En 1932, regresó a Moscú, retomó sus actividades literarias
(publicó sus textos en la revista Oktiabr),
contrajo matrimonio, tuvo una hija... Pero en 1937 fue nuevamente detenido,
esta vez por “actividades contrarrevolucionarias trotskistas”, y le volvieron a
condenar a cinco años de trabajos forzados, que los pasó en Magadán, en el
yacimiento aurífero de Partizán, donde trabajó en unas condiciones miserables
que estuvieron a punto de acabar con su vida. Se salvó de la muerte gracias a
que fue destinado como ayudante de topógrafo a una exploración geológica por la
tundra de Choryoye ózero (el Lago Negro). Después de esta expedición, trabajó
en las minas de carbón de los campos de Kadikchán, Arkagalá y en la mina de
castigo de Dzhelgalá.
Practicante en el hospital para presos
En 1943, cuando estaba a punto de cumplir su condena, fue
nuevamente arrestado, acusado ahora de considerar a Ivan Bunin, escritor exiliado
y premio Nobel de Literatura, “un clásico ruso”. Por esta opinión le cayeron
otros diez años de trabajos que pasó en parte en el poblado de Yágodnoye y en
el hospital penitenciario de Bélicha (donde ejerció como asistente sanitario y
animador cultural) y en la mina de Spokoini. En 1945 participó en una fuga
frustrada: fue detenido y condenado otra vez a la mina de Dzhelgalá.
En 1946, gracias a la intervención del médico Andréi
Pantiujov, pudo realizar un curso de formación para poder ejercer de practicante.
Desempeñó este puesto en el Hospital Central para presos La Orilla Izquierda
(título de uno de sus volúmenes de relatos). Su condena terminó en 1951, aunque
hasta 1953 no fue liberado definitivamente. Durante esta última temporada,
Shalámov reanudó sus actividades literarias y mantuvo correspondencia con Borís
Pasternak, gran amigo suyo.
Reanuda su actividad literaria
En noviembre de 1953 regresa a Moscú, aunque, como expreso
político, no puede vivir en la ciudad (no podía instalarse en ciudades de más
de 10.000 habitantes y a cien kilómetros de distancia de Moscú). Vuelve a
encontrarse con su mujer y su hija, que habían renegado de él por
contrarrevolucionario. Consiguió un empleo como administrativo en el pueblo de
Turkmén, en la región de Kalinin. Aquí es cuando empieza a escribir en unas
libretas escolares los primeros textos que formarán parte de Relatos de Kolimá.
En 1956 fue
rehabilitado y pudo reanudar su actividad literaria en Moscú. Publica varios
libros de poesía, como Cuadernos de Kolimá,
y colabora como corresponsal en las revistas literaria Moskvá y Novy Mir. También en ese año se separa
definitivamente de su primera esposa y se casa con la poetisa O. Nekliúdova.
Cuando en 1962 Solzhenitsyn publicó Un día en la vida de Iván Denísovich, Shalámov le escribió para
felicitarle, aunque incluyó en sus comentarios algunas críticas que no gustaron
a Solzhenitsyn. La relación nunca fue buena entre los dos. De hecho, rechazó
colaborar con Solzhenitsyn para escribir Archipiélago
Gulag. En estos años, ya circulaban algunos de los relatos de Shalámov
sobre Kolimá en samizdat. Sólo uno de
ellos, el titulado Stlánik, fue
publicado en la URSS en vida del autor.
A diferencia de Solzhenitsyn, apenas se implicó en
cuestiones políticas, aunque siguió escribiendo a escondidas los volúmenes que
formarían parte de Relatos de Kolimá.
Sólo escribió una carta criticando a las autoridades en el caso de la detención y condena de los disidentes
Yuli Daniel y Andréi Siniavski. En esos años volvió a divorciarse y se casó
nuevamente con Irina Sirotínskaya, que se convirtió en la albacea testamentaria
del autor.
Londres, Estados Unidos, Francia
A finales de los sesenta y en la década de los setenta su
actividad literaria fue muy fructífera. Publicó dos novelas, La cuarta Vólogda y Víshera, además de un libro de memorias. También varios poemarios,
como Las nubes de Moscú y Punto de ebullición. En 1972, una
revista de emigrados, Posev, publica
sin su autorización algunos relatos sobre el Gulag. Shalámov protestó airadamente,
pues no quería que su obra –a diferencia de la de Solzhenitsyn- se emplease
como arma para alimentar la Guerra Fría.
En 1978, también sin su autorización, en ruso, se
publicaron en Londres por vez primera de manera completa los volúmenes de Relatos de Kolimá, que tuvieron gran
resonancia internacional. Gracias a ellos recibió en 1980 el Premio Pen Club de
Francia y se publicaron en inglés en Estados Unidos. Shalámov fallece el 17 de enero de 1982, el
mismo año que aparece la edición francesa con un prólogo de Siniavski.
Nada de metáforas
Junto con los libros de
Solzhenitsyn, aunque muy distintos a ellos, Relatos
de Kolimá es el mejor retrato de la vida en los campos de trabajo
soviéticos, la mayoría en Siberia, en unas condiciones inhumanas, con unas
temperaturas que, como escribe Shalámov, “en medio del frío era imposible
pensar en nada”. En todos los campos de trabajo, a la entrada, en un lugar bien
visible, estaban inscritas estas palabras de Stalin: “Honor y gloria al
trabajo, ejemplo de entrega y heroísmo”. Para Shalámov, el trabajo en esas
condiciones “podía ser cualquier cosa menos motivo de gloria”.
Sus numerosos relatos, que describen
desde diferentes perspectivas y puntos de vista la vida en los campos, son un
documento testimonial en el que “ni una sola gota de falsedad asoma en sus
muchas páginas”, con palabras de Ricardo San Vicente. En ellos, Shalámov quiere
trasmitir realismo y verosimilitud con un estilo conciso, claro y sencillo. Sus
objetivos literarios los detalla en esta cita: “Nada de desenlaces inesperados
ni de fuegos artificiales. Frases escuetas, comprimidas, sin metáforas. Una
exposición sencilla, correcta, breve de la acción sin ninguna floritura… Uno o
dos detalles incrustados en el relato, detalles mostrados en un primer plano.
Detalles nuevos, que nadie ha mostrado antes”.
Además de sus innegables valores
literarios, todos los volúmenes de Relatos
de Kolimá poseen un componente sociológico y político que conviene tener en
cuenta, pues el objetivo de su autor también fue denunciar los crímenes y la
arbitrariedad del régimen soviético. Sin embargo, por encima de su lectura
política está la calidad literaria de la prosa de Shalámov, capaz de mostrar
con multitud de minúsculos detalles y personajes, las ansias de supervivencia
de los hombres en unas circunstancias tan adversas que acaban por convertirlos
en despojos humanos, en mera escoria, aunque en muchos de ellos atisbemos
momentos de grandeza.
Shalámov, como testigo, pone nombre y rostro a las
víctimas, detalla las numerosas injusticias que se cometieron, describe la vida
en los barracones, las enfermedades, el imperio del hampa, la tiranía y el
desprecio de los carceleros, la picaresca de los presos, la solidaridad, la
diaria convivencia con la muerte...
Un monumento literario
De los seis volúmenes publicados, el
más conocido y traducido es el primero de ellos, el que lleva por título el del
conjunto, Relatos de Kolimá (1).
Los siguientes volúmenes son: La orilla
izquierda, El artista de la pala,
La resurrección del alerce y El guante o RK-2. El último volumen, Ensayos sobre el mundo del hampa, tiene
un tono más ensayístico que literario. Todos los volúmenes publicados están
ambientados en los campos de concentración de Kolimá.
Los relatos del primer volumen, los más difundidos,
sobrecogen e impactan, como no podía ser de otra manera cuando se asiste al
espectáculo de unos hombres privados de todos los derechos y de todos los
sentimientos humanos. Como escribe Ricardo San Vicente, traductor y autor del
epílogo del primer volumen, “Shalámov observa en cada paso, en cada minuto, en
cada bocanada de aire del campo de trabajo, un peldaño más en la senda de
deshumanización del hombre, de una inhumanidad en la que para mayor pánico
empujan al preso otros hombres”. Shalámov describe sucesivos instantes en los
que el hombre es sometido a una brutal degradación.
La deprimente vida carcelaria
En La orilla
izquierda (2),
su segundo volumen, continúa el trabajo de escribir sobre detalles pequeños,
personas concretas, mínimos incidentes que transcurren dentro de la vida
carcelaria. Como escribe el autor, “a mi alrededor había muerto más gente que
en cualquier frente de guerra”. El tercer volumen, El artista de la pala (3),
es otra vuelta de tuerca a los mismos temas, quizás con una mayor proyección
autobiográfica, pues algunas de las narraciones están directamente basadas en
la propia vida del autor, que acabó ejerciendo de practicante en los campos.
Sorprende el interés de Shalámov por rescatar historias y comentarios
protagonizados por personas anónimas que murieron a las pocas semanas o meses
de conocerse. Como escribe, “el exterminio impune de millones de personas fue
posible justamente porque se trataba de personas inocentes. Eran mártires, no
héroes”. Como, por ejemplo, el economista Semión Alekséyevich Sheinin, “un buen
hombre. Durante mucho tiempo no logró comprender lo que estaba haciendo con
nosotros, pero al final lo entendió y se puso a esperar tranquilamente la
muerte”.
También transmiten estos relatos la vida íntima de los campos
para que las personas y familiares de muchos de los presos pudiesen atisbar
algo de lo que allí pasaron, como manifiesta un personaje: “Hoy no querría
regresar con los míos. En casa nunca me entenderían, no me podrían entender. Lo
que a ellos les parece importante yo sé que es una bobada. Y aquello que es
importante para mí –lo poco que me queda de importante-, ellos no podían
entenderlo ni sentirlo. Además, les llevaría nuevos miedos, un miedo más,
sumado a los mil miedos que inundan sus vidas. Lo que yo he visto, un hombre no
debe verlo, ni siquiera conocerlo”.
Enciclopedia de la vida en los campos
La resurrección del
alerce (4),
el cuarto volumen publicado, insiste en los mismos temas, mostrando una sobrecogedora
galería de personajes secundarios. Con ellos quiere transmitir la desolación,
el desprecio a la vida y, también, los límites de la dignidad. En situaciones
tan extremas como las que se describe, encuentra respuestas contundentes frente
a la adversidad: “Pensaba –escribe- que un hombre podía considerarse hombre
mientras sintiera en todo momento y con todo su cuerpo que estaba dispuesto a
intervenir en su propia existencia, Esta conciencia es la que le proporciona a
uno la voluntad de vivir”.
El quinto volumen, El
guante o RK-2 (5),
sigue estando compuesto por relatos más o menos breves en los que Shalámov
sigue desgranando las miserias de la vida en los campos: “a Kolimá –escribe-
nos llevaban a morir. A partir de diciembre de 1937 nos esperaban los
fusilamientos de Gagarin, las palizas y el hambre. Las listas de los fusilados
se leían día y noche”.
Teoría y práctica del mundo del hampa
Por último, Minúscula ha completado la edición de este
fundamental libro con el sexto volumen, Ensayos
sobre el mundo del hampa (6),
que tiene un tono más discursivo y ensayístico y donde Shalámov resume su
visión crítica de la maquinaria represiva de la URSS. Se centra de manera
especial en los miembros del hampa: sus protagonistas, sus características, su
escala de valores y su negativa incidencia en el resto de los presos, los
condenados por el artículo 58 (presos políticos considerados
contrarrevolucionarios), que para las autoridades eran presos de segunda
categoría. De hecho, a los castigos que estos presos sufrían ya en los campos
por las duras condiciones de vida había que sumar la dictadura impuesta en la
vida diaria por los presos comunes.
Para concretar sus teorías sobre el
hampa en los campos Shalámov, como en el resto de sus libros, se apoya en su
experiencia personal, en su capacidad de observación y en el cuantioso número
de anécdotas que Shalámov fue guardando y que lo han convertido en un experto
en una materia que, como él mismo cuenta, se ha abordado en la literatura de
manera erróneamente “romántica”, pues el “urka, chorizo, urkagán” ha sido tratado
literariamente casi como un héroe que vive al margen de la ley y del destino
del común de los mortales. Para Shalámov, cualquier parecido entre estos
hampones literarios y la realidad es pura coincidencia, pues lo que él ha
conocido es todo lo contrario: “el subterráneo reino del hampa –escribe- es un
mundo cuyo objetivo es la ávida satisfacción de las pasiones más bajas, donde
los intereses son animales”.
La valoración que hace de estos
personajes es totalmente negativa: “en los hampones no hay nada humano”. Y en
manos de estos “urkas” dejaron en muchas ocasiones las autoridades el destino
de otros muchos prisioneros intelectuales, totalmente despreciados por los
urkas. Con numerosas anécdotas, con hampones con nombres propios, Shalámov
intenta dar consistencia a una afirmación muy importante que hace en este
libro: “Si no se entiende con toda claridad la esencia del mundo criminal no se
puede comprender qué es un campo de trabajo”.
Como escribe Ricardo San Vicente en
el imprescindible Posfacio que figura en el último volumen de Relatos de Kolimá, Shalámov indaga en
otro discurso para transmitir a los lectores su desolación y radical pesimismo
sobre la vida diaria en el Gulag, centrándose en un ingrediente que a menudo no
se suele abordar.
“Qué he visto y comprendido”
También
incluye Ricardo San Vicente en el Posfacio un texto que resume muchas de las
ideas que Shalámov ha querido transmitir en sus libros. Se trata de un texto
titulado “Qué he visto y comprendido en
los campos” que el Museo Shalámov en Vólogda adquirió en 1996 a un
exoficial del KGB. De manera sintética, Shalámov da forma a sus impresiones más
existenciales: “El hombre se convierte en una alimaña en tres semanas”, “el
medio principal para que se descomponga el alma es el frío”.
De su experiencia en los campos,
destaca el comportamiento de las personas religiosas, que contrasta con su
ateísmo militante: “He visto que el único grupo de personas que se comportaban
de manera algo humana entre el hambre y las humillaciones eran la gente religiosa,
los adeptos a las sectas, casi todos, y la mayoría de los popes”; y, al
contrario, “los primeros en corromperse con la gente del partido y los
militares”.
Su pesimismo está fundamentado en su
observación: “he comprendido que los ladrones no son personas” y que “el
sentimiento que el hombre conserva por más tiempo es el de la ira”. A la vez,
hay consideraciones de gran sentido común en esas circunstancias: “he aprendido
a planificar mi vida para el día siguiente, no más”. Y otra idea que él vivió
en carne propia: “que pasar del estado de recluso a la condición de hombre en
libertad es muy difícil, casi imposible sin una prolongada adaptación”.
Como vemos, Shalámov no se deja llevar por teorías,
digresiones o generalizaciones; en sus libros, lo suyo es el relato en carne
viva y concreto del sufrimiento encarnado en las vidas de los compañeros de
penalidades y en los enfermos, la mayoría presos políticos condenados por el
famoso y arbitrario artículo cincuenta y ocho. Todos juntos forman, con palabras
de Ricardo San Vicente, “el mayor alegato, el más contundente, claro y hermoso
contra el terror de los campos de trabajo”.
(1) Relatos de
Kolimá.Varlam Shalámov.
Minúscula. Barcelona (2007). 354 págs. T.o.: Kolinskie
rasskazi. Traducción: Ricardo San
Vicente.
(2) La orilla izquierda. Varlam
Shalámov. Minúscula. Barcelona (2009). 370 págs. Traducción: Ricardo San
Vicente.
(3) El artista de la pala. Varlam
Shalámov. Minúscula. Barcelona (2010). 478 págs. Traducción: Ricardo San
Vicente.
(4) La resurrección del alerce.
Varlam Shalamov. Minúscula. Barcelona (2011). 362 págs. Traducción: Ricardo San
Vicente.
(5) El guante o RK-2.
Varlam Shalámov. Minúscula. Barcelona (2013). 352 págs. Traducción: Ricardo San
Vicente.