Descendiente de
una familia de exiliados georgianos, la historiadora Hélène Carrère, secretaria
perpetua de la Académie francesa, se
ha especializado en la historia del imperio soviético y de Asia Central. Su
nuevo libro evoca en su título el que publicó en 1919 el norteamericano John
Reed sobre la revolución soviética, Diez
días que estremecieron el mundo. Carrère dedica el suyo a los seis años, de
1985 a 1991, que contemplaron “la caída del imperio soviético”.
Aunque
nada hacía presagiar ese derrumbe, los síntomas eran preocupantes en la URSS a
inicios de la década de los ochenta. En primer lugar, las sucesivas muertes de
Breznev, Andrópov y Chernemko evidenciaron que el régimen estaba en manos de
una gerontocracia inamovible. ¿Cómo conciliar –se pregunta la autora- la idea
de superpotencia y esa sucesión penosa de personajes en las últimas,
momificados, y de entierros repetidos?”. Por otra parte, no solo los políticos
no daban una buena imagen, también la sociedad estaba inmersa en una galopante
degradación física y moral que se manifestaba, por ejemplo, en los numerosos
problemas que ocasionaba el alcoholismo. Además, la guerra con Afganistán
supuso un desgaste desmesurado con inquietantes repercusiones entre la
población.
La
URSS necesitaba urgentemente un cambio de rumbo. Y el 11 de marzo de 1981 eligieron
a la persona indicada para realizarlo, Mijaíl Gorbachov, nuevo Secretario
General del Partido Comunista. Gorbachov comenzó con una limpieza en el seno
del Partido y aplicó después, no sin dificultades, su política de glasnot, de transparencia absoluta. La
prueba de fuego de esta nueva actitud fue el accidente nuclear de Chernóbil, el
26 de abril de 1986. Tras unas semanas en las que se aplicó una férrea censura
(la URSS actuó como siempre, o sea, ocultando la realidad), se decidió dar a
conocer a la opinión pública el dramático alcance de los hechos. Pero esa
transparencia dejó en evidencia “la incompetencia del poder soviético” para
afrontar este y otros muchos problemas.
Gorbachov
puso en marcha la perestroika, la
reconstrucción de la política soviética. Se notaron nuevos aires en el mundo de
la cultura (se mitigó de manera ostensible la censura), hubo cambios económicos
(más peso de la iniciativa privada), medidas que alimentaron los deseos de
libertad de una población bastante harta de los métodos oscuros del Partido
Comunista. Gracias a Gorbachov, también cambió de manera radical la imagen de
la URSS en el extranjero. Sin embargo, la aplicación de su nueva política
provocó una cascada de medidas que acabaron volviéndose en contra de lo que él buscaba.
A
partir de ese momento asistimos al enfrentamiento, potente, muy visible en este
libro, entre los dos líderes que pilotaron esta etapa de la política soviética:
Gorbachov y Boris Yeltsin, el nuevo líder de Rusia. La política interna se
convirtió en un polvorín, que Carrère describe centrándose especialmente en las
trayectorias políticas de los dos líderes. A la vez, cuenta del proceso de
descomposición del propio régimen y los deseos de autonomía de los países que
formaban parte del bloque comunista. Así hasta llegar a 1989, cuando se produce
el desmoronamiento total.
Lo
que a partir de aquí cuenta Carrère son, desde otra mirada, los mismos hechos que
relató el historiador Serhi Plokhy en su libro El último imperio (Turner), también sobre la desintegración de la
URSS. Los procesos de independencia van a más entre las repúblicas soviéticas
y, tras el fallido golpe de Estado de agosto de 1991, “entre las iniciativas de
Yeltsin y las capitulaciones de Gorbachov, la URSS acabó de verse despejada de
su autoridad y sus bienes en beneficio únicamente de Rusia”. De ahí se pasó a
la desaparición de la URSS, cuando los presidentes de Bielorrusia, Ucrania y
Rusia, en el bosque de Behvezha, le pusieron la puntilla. A los pocos meses, el
presidente Gorbachov fue defenestrado y se inicia un proceso, que la autora
describe en el epílogo, de glorioso ascenso de Yeltsin, no sin complicaciones
en el seno de la propia Rusia.
La
autora destaca el papel protagonista que tuvieron Gorbachov y Yeltsin, grandes
figuras de la política contemporánea cuyo valor se ha subestimado. Para
Carrère, los dos contribuyeron a “la desaparición pacífica e incruenta de un
sistema estatal todopoderoso que se creía eterno, y de un inmenso imperio
fuertemente armado”.
Seis años que cambiaron el mundo
Hélène
Carrère d’Encausse
Ariel.
Barcelona (2016)
382
págs. 23,90 €.
T.o.:
Six années qui ont changé le monde.
Traducción:
Ana Herrera Ferrer.