Continúan
creciendo el prestigio y el interés por el escritor rumano Mircea Cartarescu
(Bucarest, 1956), muy bien editado en España gracias a la editorial Impedimenta
y a la calidad de las traducciones de Marian Ochoa de Eribe. Hasta ahora se han
publicado sus libros de relatos Nostalgia y Las
Bellas Extranjeras, su poema narrativo e
histórico El Levante y una selección de textos variados que ayudan a entender el peculiar
y desbordante mundo literario, El ojo
castaño de nuestro amor. Solenoide es un compendio de lo que su autor ya ha escrito en otras
obras (poesía, prosa, diario), aquí desarrollado al máximo en todas sus
posibilidades estéticas y narrativas.
Nos
encontramos ante el caudaloso relato de la vida de un narrador anónimo que tiene
muchos puntos en común con el propio autor. Se trata de un profesor de Lengua y
Literatura Rumana que imparte clases en una escuela de un popular barrio de
Bucarest en la década de los ochenta, durante la dictadura de Ceaucescu. Lector
empedernido durante toda su vida, tuvo sus veleidades literarias al acabar sus
estudios universitarios, pero la lectura de su poema “La caída” en 1977 en el
Cenáculo de la Luna fue su primer y último fracaso, momento de inflexión para su
futuro como escritor. Desde entonces, ha aparcado su pretensión de convertirse
en un autor de éxito y aunque sigue absorbido por la literatura, sólo escribe
un diario secreto que le acompaña desde hace años y en el que anota, sobre
todo, sus numerosos sueños, pesadillas y alucinaciones.
Por
un lado, este relato biográfico es la descripción de la vida “realista” de este
escritor frustrado: su dramática y singular infancia (al año de nacer se murió
su hermano gemelo Víctor y su madre lo vistió y peinó hasta los cuatro años
como si fuese una niña), su enfermedad de tuberculosis y los dos años que pasó
en el sanatorio de Voila en los montes Borcegi para recuperarse, su solitaria y
melancólica adolescencia libresca, la decepción de sus estudios universitarios,
su roto matrimonio con Stefana, su desangelada vida como profesor sin
expectativas y su intermitente relación sentimental y sexual con una profesora,
Irina, aficionada a la teosofía y antroposofía. Y a todo esto hay que sumar una
gris y plomiza atmósfera política y la obsesiva presencia de los barrios y
calles de Bucarest (“la ciudad más triste que se haya erigido jamás sobre la
faz de la tierra”), que para el narrador no es “una ciudad, sino un estado del
alma, un suspiro profundo, un grito patético e inútil”.
Por
otro lado, hay que destacar las constantes referencias a “otra” realidad: sus ensueños,
fantasías y alucinaciones que forman parte de su territorio vital y que para
Cartarescu son la ventana que abre a otros mundos. Tal es así que el narrador
fluctúa entre estas dos realidades, sin ser siempre capaz de distinguir entre
el sueño y la realidad, “entre lo fantástico y lo mágico, entre lo científico y
lo paranoico”. El autor busca constantemente grietas y puntos de fuga de la
realidad para escapar y penetrar en esa dimensión onírica. “No he hecho otra
cosa en toda mi vida –escribe el innominado protagonista- que buscar brechas en
la superficie aparentemente lisa, lógica, sin fisuras de la maqueta interior de
mi cráneo”.
Una metáfora de este evanescente y quimérico mundo es el solenoide: un generador de campos electromagnéticos que modifica las propiedades del espacio que lo rodea y, también, “la percepción humana”. El narrador vive en una casa en forma de barco que esconde uno de esos solenoides (de los pocos que están distribuidos ocultos en la ciudad), que hace posible las levitaciones y que abre la puerta de entrada a otras misteriosas esferas de la oculta realidad.
Una metáfora de este evanescente y quimérico mundo es el solenoide: un generador de campos electromagnéticos que modifica las propiedades del espacio que lo rodea y, también, “la percepción humana”. El narrador vive en una casa en forma de barco que esconde uno de esos solenoides (de los pocos que están distribuidos ocultos en la ciudad), que hace posible las levitaciones y que abre la puerta de entrada a otras misteriosas esferas de la oculta realidad.
Por
momentos, estos dos mundos –día y noche- aparecen completamente separados. Pero
frecuentemente hay puentes que enlazan o sintetizan estos dos espacios que se
desarrollan en historias obsesivas que una y otra vez vuelven a la mente del
narrador y que encierran y transmiten su mundo lírico y fantástico: el delirante
mundo de los piquetistas, una especie de cofradía o secta que protesta contra
la muerte y la corrupción de todo lo humano; la pasión por la novela El tábano, de Ethel Voynich, que marcó
su adolescencia; los libros de matemáticas de George Boole; las teorías de
Charles H. Hinton; un ensayo de parasitología; los experimentos del médico
forense Nicolae Minovici; el estudio de los sueños de Nocolae Vaschide... Con
ellas, el autor quiere ensanchar su condición humana y encontrar nuevos
sentidos y dimensiones que le expliquen mejor quién es él y qué hace en el
mundo. “Esta es –escribe en el posfacio Marius Chivu- la obsesión del
protagonista y la idea que vertebra el libro: la salida del cuerpo y del mundo,
la salvación”.
Y
lo hace con un estilo muy bien modulado, rítmico, que se delecta en los
detalles -increíblemente precisos y concretos-, manierista hasta aprovechar al
máximo todas las posibilidades literarias. Sus descripciones son exuberantes y
prolijas y resulta increíble –y extenuante- su capacidad fantasiosa y
fabuladora, aunque personalmente pienso que las mejores páginas son las que
reflejan la realidad terrestre de la vida del protagonista: la relación con sus
compañeros profesores, la vida mustia en la Bucarest comunista, su vinculación con
la literatura, su reducido mundo familiar, su paranoica infancia…
Solenoide
Mircea
Cartarescu
Impedimenta.
Madrid (2017)
800
págs. 28 €.