domingo, 26 de febrero de 2017

“La España vacía”, de Sergio del Molino


Original libro en el que se mezclan diferentes géneros (libro de viajes, de recuerdos, investigación periodística, ensayo histórico…) y que tiene como principal objetivo analizar algunos aspectos de la actual demografía y geografía españolas y su incidencia en el imaginario colectivo. Escritor y periodista, Sergio del Molino (Madrid, 1979) habla de la España vacía, de la cantidad de pueblos abandonados dispersos por la geografía española, del peso de lo rural en la historia de España… No lo hace como un ensayo ortodoxo sino que, como el mismo escribe, se deja llevar por “hipótesis fantasiosas y heterodoxias muy variadas”.
Su técnica consiste en no abordar de manera directa el principal tema del libro, el abandono del campo y de lo rural, sino que al hilo de reflexiones sobre la película española Surco, de 1951, o de la aparición de la novela de Miguel Delibes en 1978 El disputado voto del señor Cayo, o de la también novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla, en 1988, o del documental de Luis Buñuel de 1932 dedicado a Las Hurdes, se muestra cómo desde diferentes perspectivas y manifestaciones se ha reflexionado sobre “el menosprecio de corte y alabanza de aldea” y al revés.



El libro tiene partes de memorialismo, como cuando el autor recuerda su trabajo como periodista en Zaragoza y sus frecuentes incursiones a los pueblos de la provincia para cubrir alguna noticia o reportaje, como el asesinato del alcalde del pueblo de Fago, suceso que le da pie para hablar del neorruralismo. Y hay también en este ensayo referencias a escritores jóvenes que están recuperando otra mirada en sus escritos, la que procede de manera natural del mundo rural, sin impostar. Se habla también de los sucesos de Puerto Hurraco, que remiten a una España negra y profunda que se sigue alimentando en los medios de comunicación. Y se citan también anécdotas de personajes famosos que se han servido de sus “inventados” orígenes rurales para conseguir estar más cerca de la gente (como fue el caso del alcalde de Madrid Tierno Galván). Y no podían faltar en este ensayo tampoco las visiones rurales de la España del 98, alimentadas especialmente por Unamuno, un consumado viajero.
            Para Sergio del Molino hay dos Españas: la urbana y la europea, la que vive en las grandes ciudades, y la España interior, rural y despoblada, que lo es más sobre todo a partir de lo que él llama el “Gran Trauma”, que fue el masivo éxodo rural que se dio en España de 1950 a 1970 y que dejó todavía más desamparado el mundo rural. Este proceso de abandono de lo rural no es instantáneo sino que se fue dando poco a poco a lo largo de los siglos hasta que, a mediados del siglo XX, “miles de aldeas desaparecieron y otras quedaron como residencias de ancianos”.
            Hay , pues, de todo un poco en este entretenido ensayo que, además, funciona muy bien como libro de denuncia del progresivo abandono del mundo rural español.


La España vacía
Viaje por un país que nunca fue
Sergio del Molino
Turner. Madrid (2016)
292 págs. 23 €.

miércoles, 15 de febrero de 2017

“Los últimos”, de Paco Cerdá



Reportaje periodístico que busca llamar la atención sobre un fenómeno demográfico conocido sobre el que se pasa de puntillas y que, año a año, continúa avanzando en su obstinado proceso de ocaso, silencio y desolación. Cerdá (1985) recorre en este libro la Serranía Celtibérica, un territorio que se extiende por diez provincias del interior de España, con zonas de Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria, Segovia y Castellón. En total, una extensión de 65.000 km2 en la que solo viven 480.000 personas, es decir, 7,38 habitantes por kilómetro cuadrado (cuando la media de España es de 91,83).



Este amplio territorio está formado por 1.355 pueblos; de ellos, más de la mitad tienen menos de cien habitantes empadronados, aunque lo más seguro es que vivan bastantes menos que los que dicen las cifras oficiales. El fenómeno se extiende a otras zonas de España. Como acaba de publicar un Informe de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), que analiza el último padrón certificado por el INE, el de 2016, ya son 14 las provincias en las que más del 80% de sus municipios no pasan de mil empadronados. Como se apunta en el Informe, España perdió 67.374 habitantes; sin embargo, las pérdidas solo se produjeron en el mundo rural, pues la población de todas las capitales de provincia aumentó en 14.000 personas.
            Los últimos no es un sesudo ensayo sobre la situación de abandono y desamparo que se encuentra esta zona. Estamos ante un viaje periodístico que el autor realiza dando la voz a los auténticos protagonistas, los escasos y a veces singulares vecinos que todavía viven en estos lugares y que no huyeron a las grandes urbes en las décadas de la posguerra con la promesa de mayores y fáciles posibilidades económicas y vitales. De la mano de estos resistentes, se habla con realismo sobre las condiciones de vida en estos pueblos, los servicios mínimos con que cuentan y las posibilidades de realizar tareas y trabajos. No comparte el autor la visión idílica e irreal que pueden tener los que deciden abandonar las claudicaciones de las grandes ciudades para encontrar en estos pueblos la anhelada paz y tranquilidad. Cerdá opina que una de las soluciones a la desertización puede estar en este “neorruralismo”, siempre que se conozcan muy bien las posibilidades que ofrece cada pueblo y las dificultades que conlleva una vida solitaria, sin apenas vida social y con muy pocos, si los hay, servicios comunitarios.
            Las tranquilas conversaciones que tiene con estos vecinos, lo mejor del libro, son muy variadas y abordan diferentes perspectivas sobre la realidad y los problemas de lo que en el libro se denomina “la Laponia española”. Las conversaciones son francas, humanas, certeras, sencillas; muestran a las claras la realidad, plantean muchas preguntas y también se ofrecen soluciones, que pasan también por la implicación de las Administraciones (asunto complejo cuando, como sucede en esta ocasión, los lugares afectados pertenecen a diferentes Comunidades Autónomas).



            Aborda el autor un tema sociológico peliagudo, pero con connotaciones literarias y periodísticas muy atrayentes. Por ejemplo, la novela que ha dado más fama al escritor leonés Julio Llamazares es La lluvia amarilla, ambientada en un pueblo pirenaico pero inspirada en la desaparición del último habitante de un pueblo soriano; también el periodista y escritor Abel Hernández recreó en Historias de La Alcarama, y en posteriores títulos muy bien acogidos por los lectores, la vida en un pueblo ahora fantasma, Sarnago, en las Altas Tierras de Soria. Y Sergio del Molino, en un reciente libro, La España vacía (Turner), con muchos kilómetros a sus espaldas, reflexiona sobre esta dura realidad de la desertización del mundo rural.  
            “Demotanasia” es el nombre que se da en Los últimos a este proceso de abandono y muerte de tantos pueblos. Una zona al borde de la extinción, condenada al aislamiento y el olvido.


Los últimos
Paco Cerdá
Pepitas de Calabaza. Logroño (2017)
176 págs. 16 €.

domingo, 5 de febrero de 2017

“Medianoche en el siglo”, de Victor Serge


Vuelve a publicarse esta novela del belga Victor Serge (1890), hijo de exiliados rusos, revolucionario que se unió al Partido Comunista ruso en 1918, participó en la guerra civil rusa y desempeñó importantes puestos en el aparato del Partido hasta que, a partir de 1927, cayó en desgracia por sus posiciones trotskistas y su crítica de la deriva totalitaria del estalinismo. A finales de la década de los veinte, fue expulsado del Partido Comunista. En 1932 fue detenido por la GPU (antecedente del KGB) y tras pasar una larga temporada en las cárceles de Moscú fue deportado a Orenburg, en los Montes Urales. En 1936, una campaña internacional en su favor reclamó su liberación y ese año consiguió abandonar la URSS. Luego vivió en España, Bruselas y París hasta 1940, año en que se trasladó a México, donde llevó una existencia precaria hasta su muerte en 1947.
            Tras su expulsión del Partido Comunista, Serge se dedicó en parte a la literatura. Antes de ser detenido y deportado, publicó tres novelas (Hombres en prisión, Surgimiento de nuestro poder y Ciudad ganada), donde en clave novelesca hablaba sobre las dificultades por las que atravesó la Revolución hasta su triunfo final. Durante su deportación, escribió otras dos novelas que la GPU le requisó antes de abandonar la URSS. En el extranjero compaginó la redacción de su autobiografía (Memorias de un revolucionario) y libros políticos con otras novelas, entre las que destacamos Medianoche en el siglo, publicada en París en 1939, y El caso Tuláyev, novela que se publicó tras su muerte en 1947.
            Estas dos últimas novelas guardan muchos puntos en común pues las dos se refieren a las Purgas que se desataron en la URSS en la década de los treinta y que acabaron con ejecuciones, deportaciones y exilios de muchos dirigentes comunistas. La primera, Medianoche en el siglo, inspirada en la propia biografía del autor, tiene además el acierto de ser uno de los primeros testimonios sobre el Terror comunista en unos años en los que la propaganda soviética y el peso de los Partidos Comunistas en Occidente habían mostrado una imagen muy complaciente de los logros de la revolución rusa.
            Esta novela fue escrita entre 1936 y 1938, es decir, ya en el exilio y en pleno desarrollo de los juicios en Moscú contra figuras destacadas del Partido Comunista acusados de contrarrevolucionarios. La novela comienza con el arresto del profesor de Materialismo Histórico Mijail Ivanóvic Kostrov, acusado de cuestionar algunas ideas de la Revolución Francesa y, por lo tanto, de promover en sus clases ideas contrarrevolucionarias. Tras su detención, fue deportado a Chernoé, un pueblo ficticio de los Montes Urales, donde entra en contacto con otro grupo de intelectuales comunistas que también han sido detenidos y condenados a vivir en aquellas miserables tierras.
            La novela adopta una técnica coral. Comienza poniendo la lupa en Krostov, pero luego, tras su deportación, conocemos las trayectorias de otros presos –Ryjik, Rodion, Elkin, Varvara, Avelii- que también fueron revolucionarios de la primera generación (todos menos Rodion) y que sufrieron la represión por criticar la política de Stalin. Estos deportados mantienen unas reuniones clandestinas donde discuten sobre marxismo y comunismo y en las que consideran a Stalin y los miembros del Politburó traidores al espíritu genuino de la Revolución.
            Pero en Moscú y en toda la Unión Soviética arrecia la persecución contra el trotskismo, y hasta la lejana Chernoé llegan las directrices de arrinconar a los trotskistas y volvernos a mater en prisión.
            La concepción de la novela de Serge rechaza los estrechos límites del realismo socialista, tanto en los aspectos formales como de contenido. Sus novelas, de tesis, con mucho contenido político, se conciben como un testimonio de protesta contra lo establecido, rebelión que encarnan en su caso destacados dirigentes que son perseguidos por ser fieles a la auténtica causa comunista. Como le sucedió al propio Serge, que nunca renegó de sus ideales revolucionarios, lo que se cuestiona es la deriva tiránica del régimen de Stalin, alejada de lo que ellos consideran los auténticos valores del comunismo. De hecho, la parte final de la novela puede considerarse un canto a la esperanza, pues entre ellos incluso han surgido nuevos revolucionarios, alejados ya de las ideas oficiales, que están dispuestos a luchar por reconducir la Revolución.


Medianoche en el siglo
Victor Serge
Alianza. Madrid (2016)
296 págs. 18 €.
T.o.: S’il est minuit dans le siècle.
Traducción: Ramón García Fernández.

miércoles, 1 de febrero de 2017

“Lo que no puedo olvidar”, de Anna Lárina


Anna Lárina (1914-1996) fue la esposa de Nikolái Bujarin, uno de los grandes líderes de la revolución soviética, amigo personal de Lenin y uno de los candidatos a sucederle tras su muerte. En sus memorias, publicadas por capítulos en 1988 y en libro en 1989, Lárina, una joven intelectual educada en la órbita del Partido Comunista, cuenta su vida privilegiada como miembro de la “aristocracia” del Partido. Era la hija adoptiva de un destacado comunista de la Revolución, Yuri Larin, del que se cuentan muchas cosas en este libro; creció en el hotel Metropole, residencia de muchos líderes soviéticos. Desde pequeña conoció a Lenin y Stalin, y también a otros muchos protagonistas de la Revolución, como Bujarin, 25 años mayor que ella y muy amigo de su padre. Ella tenía 16 años cuando se comprometieron y 20 cuando se casaron. 


Pero más que las memorias personales de la autora, que también lo son (especialmente en lo que se refiere a su relación con su marido), este libro se centra en rehabilitar la figura del fykov y Mijail Tomski, s finales de 1927, en el XV Congreso del Partido Comunista. Sin embargo, junto con Aleksei Rluciritos estailósofo y economista, Bujarin, político que ocupó importantes puestos en el Buró Político del Comité Central del PCUS (el Politburó) hasta 1929. Con Stalin, contribuyó a derrotar a la denominada Oposición Unificada, de la que formaron parte Lev Trotski, Grigori Zinóviev y Lev Kaménev, que fue disuelta a finales de 1927, en el XV Congreso del Partido Comunista. Sin embargo, junto con Aleksei Rykov y Mijail Tomski, se opuso a la política económica que Stalin diseñó tras el periodo de la Nueva Política Económica (NEP), de la que fue su principal ideólogo y que se oponía a la colectivización agrícola forzosa que proponía Stalin. Desde entonces, fue acusado de opositor y cesado como miembro del Politburó, aunque siguió ocupando destacados cargos, como el de Secretario General del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista desde 1926 a 1935; editor, de 1934 a 1937, del periódico Izvestia, órgano de expresión oficial del Gobierno soviético; además de ser uno de los redactores de la nueva Constitución de 1936.
A partir de 1937, fue investigado por la NKVD y acusado de haber creado un bloque trotskista de derechas que perseguía, entre otros objetivos, la restauración del capitalismo. En uno de los famosos juicios de Moscú, fue condenado a la ejecución (en el mismo proceso, entre otros, también fueron condenados Rykov y Génrij Yagoda). Su condena arrastró también a su familia. Anna Lárina, con la que había contraído matrimonio en 1934, fue detenida, deportada a Astraján, luego en Tomsk (de camino, estuvo en las cárceles de tránsito de Saratov y Sverlovisk); posteriormente fue trasladada a la cárcel de Novosibirsks y Kemonovo y de allí fue trasladada a Moscú (permaneció tres años en una celda subterránea de la Lubiajka) y posteriormente condenada a Siberia hasta cumplir su condena de ocho años, aunque a partir de 1945 sufrió destierro en Siberia. Su hijo Yuri, de apenas un año cuando Bujaron fue detenido, fue enviado a un orfanato y no volvería a ver a su madre hasta casi veinte años después; también fue ejecutada la primera mujer de Bujarin, Nadezhda Lukiná (Burajin convivió después con la economista Esfir Gúrvich, con la que tuvo una hija, Svetlana). Tras veinte años de cautiverio en Siberia, Anna consiguió regresar a Moscú en 1959 y reunirse con su hijo Yuri en 1960.
             Sin embargo, este libro apenas cuenta su vida en el Gulag. No es esa la intención de Anna Lárina. A ella le interesa rescatar de su vida todo lo que tiene que ver con Bujarin. Por eso si aparecen muchos detalles de su vida en común los viajes que realizaron y, después, la agonía de su marido cuando fue comprobando lo que el Partido estaba preparando contra él. Antes de que fuera detenido, Bujarin le hizo aprenderse de memoria su “testamento” político, que ella conservó durante muchos años, repitiendo en las cárceles que frecuentó, y cuyo texto completo –un alegato sobre la inocencia de Bujarin y los positivos valores de la revolución rusa- no se publicó hasta los años de apertura de Mijaíl Gorbachov, en 1988, el mismo año que se publicaron estas memorias, que la autora comenzó a escribir en secreto después de su salida de la prisión (si el KGB hubiese descubierto este libro en una de sus pesquisas, hubiese vuelto a Siberia) y que fue completando a medida que tuvo acceso a documentos secretos sobre su marido, pues todos sus archivos y sus escritos estaban en posesión del KGB.
A la vez que escribía este libro, Lárina hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograr la rehabilitación de su marido, con cartas a Nikita Jruschov (uno de los que apoyó las represiones de Stalin a finales de la década de los treinta) y a los sucesores líderes del Partido Comunista. El nombre de Bujarin, perseguido desde todos los frentes y considerado como uno de los peores enemigos de la Revolución, fue, sin embargo, recuperando su prestigio gracias a los estudios que se pudieron publicar sobre su persona, de manera muy especial la biografía que Stephen F. Cohen, profesor de la Universidad de Princenton, publicó en 1973 después de haberse entrevistado en secreto con Lárina durante la época de Breznev y que su hijo Yuri fue traduciendo en secreto al ruso hasta su publicación en Estados Unidos. Cohen es el autor de la introducción de Lo que no puedo olvidar.


            Al final de su vida, Lárina consiguió la rehabilitación de su marido y también recobró los documentos de su archivo personal y los escritos últimos que redactó antes de morir, entre ellos unos poemas (que se reproducen en las memorias de Lárina) y una novela autobiográfica, Cómo empezó todo (Pre-Textos. Valencia. Valencia (2007). 440 págs. Traducción: Rubén Darío Flórez Arcila), publicada en español en 2007. En ella, a través de un álter ego, Nikolai Kolia Petrov, cuenta con un tono lírico su infancia y primeros años de adolescencia, con una constante presencia la naturaleza. La novela es un excelente retrato de la Rusia anterior a la Revolución. Novela de formación que habla de la vida en el imperio zarista, de los funcionarios y del profesorado, de las desigualdades que estallaron en la fallida Revolución de 1905.
            Como escribe Stephen F. Cohen en la introducción: “Esta obra sin precedentes en la literatura soviética es a la vez un cuento familiar, una historia de amor y una búsqueda de justicia política”. Tiene tanto un valor literario como histórico y se ha convertido en uno de los mejores testimonios de todas aquellas personas que sufrieron, con el consentimiento del aparato político comunista, una irracional represión. Como escribe la autora en el prólogo, “he luchado durante años y con tenacidad para que el nombre de Nikolái Ivánovich fuese rehabilitado, y ahora que eso ha ocurrido, me siento feliz de haber contribuido a ello”.


Lo que no puedo olvidar
Anna Lárina
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona (2007)
528 págs.
Traducción: María García Barris.