Reportaje periodístico que busca llamar
la atención sobre un fenómeno demográfico conocido sobre el que se pasa de
puntillas y que, año a año, continúa avanzando en su obstinado proceso de
ocaso, silencio y desolación. Cerdá (1985) recorre en este libro la Serranía Celtibérica,
un territorio que se extiende por diez provincias del interior de España, con
zonas de Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria,
Segovia y Castellón. En total, una extensión de 65.000 km2 en la que solo viven
480.000 personas, es decir, 7,38 habitantes por kilómetro cuadrado (cuando la
media de España es de 91,83).
Este amplio
territorio está formado por 1.355 pueblos; de ellos, más de la mitad tienen
menos de cien habitantes empadronados, aunque lo más seguro es que vivan bastantes
menos que los que dicen las cifras oficiales. El fenómeno se extiende a otras
zonas de España. Como acaba de publicar un Informe de la Federación Española de
Municipios y Provincias (FEMP), que analiza el último padrón certificado por el
INE, el de 2016, ya son 14 las provincias en las que más del 80% de sus
municipios no pasan de mil empadronados. Como se apunta en el Informe, España
perdió 67.374 habitantes; sin embargo, las pérdidas solo se produjeron en el
mundo rural, pues la población de todas las capitales de provincia aumentó en 14.000
personas.
Los últimos no es un sesudo ensayo sobre
la situación de abandono y desamparo que se encuentra esta zona. Estamos ante
un viaje periodístico que el autor realiza dando la voz a los auténticos
protagonistas, los escasos y a veces singulares vecinos que todavía viven en
estos lugares y que no huyeron a las grandes urbes en las décadas de la
posguerra con la promesa de mayores y fáciles posibilidades económicas y
vitales. De la mano de estos resistentes, se habla con realismo sobre las
condiciones de vida en estos pueblos, los servicios mínimos con que cuentan y
las posibilidades de realizar tareas y trabajos. No comparte el autor la visión
idílica e irreal que pueden tener los que deciden abandonar las claudicaciones
de las grandes ciudades para encontrar en estos pueblos la anhelada paz y
tranquilidad. Cerdá opina que una de las soluciones a la desertización puede
estar en este “neorruralismo”, siempre que se conozcan muy bien las
posibilidades que ofrece cada pueblo y las dificultades que conlleva una vida
solitaria, sin apenas vida social y con muy pocos, si los hay, servicios
comunitarios.
Las
tranquilas conversaciones que tiene con estos vecinos, lo mejor del libro, son
muy variadas y abordan diferentes perspectivas sobre la realidad y los
problemas de lo que en el libro se denomina “la Laponia española”. Las
conversaciones son francas, humanas, certeras, sencillas; muestran a las claras
la realidad, plantean muchas preguntas y también se ofrecen soluciones, que
pasan también por la implicación de las Administraciones (asunto complejo
cuando, como sucede en esta ocasión, los lugares afectados pertenecen a
diferentes Comunidades Autónomas).
Aborda
el autor un tema sociológico peliagudo, pero con connotaciones literarias y
periodísticas muy atrayentes. Por ejemplo, la novela que ha dado más fama al
escritor leonés Julio Llamazares es La
lluvia amarilla, ambientada en un pueblo pirenaico pero inspirada en la
desaparición del último habitante de un pueblo soriano; también el periodista y
escritor Abel Hernández recreó en Historias
de La Alcarama, y en posteriores títulos muy bien acogidos por los
lectores, la vida en un pueblo ahora fantasma, Sarnago, en las Altas Tierras de
Soria. Y Sergio del Molino, en un reciente libro, La España vacía (Turner), con muchos kilómetros a sus espaldas, reflexiona
sobre esta dura realidad de la desertización del mundo rural.
“Demotanasia”
es el nombre que se da en Los últimos
a este proceso de abandono y muerte de tantos pueblos. Una zona al borde de la
extinción, condenada al aislamiento y el olvido.
Los últimos
Paco
Cerdá
Pepitas
de Calabaza. Logroño (2017)
176 págs. 16 €.
176 págs. 16 €.
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