Walter J. Ciscek (1904-1984) es un norteamericano
de origen polaco que fue ordenado sacerdote en 1937 tras estudiar teología y
liturgia rusas en el “Russicum” de Roma. Ciszek fue uno de los seminaristas que
respondió a la petición que en 1929 hizo el Papa Pío IX para que algunos
sacerdotes se trasladasen a Rusia tras la Revolución bolchevique. En principio,
ante la imposibilidad de entrar en la URSS, el Padre Ciszek, jesuita, se instaló
en la ciudad polaca de Al’Bertin. Allí vivía y ejercía su ministerio sacerdotal
cuando se inició en 1939 la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia
primero por parte de los alemanes y después de los rusos. En Al’Bertin, con los
rusos en el poder, comenzaron las persecuciones, tal y como sucedió en tantos
otros lugares, pues la represión del Partido Comunista fue especialmente brutal
y meticulosa contra la Iglesia católica. En esos momentos difíciles, Ciszek
decidió trasladarse a Rusia con otros emigrados polacos que iban a trabajar a
los Montes Urales.
Ciszek vivió de
manera clandestina en Teplaya Gora hasta que en 1941, cuando los alemanes declararon
la guerra a la URSS, fue detenido acusado de ser espía alemán y del Vaticano.
Fue trasladado a Moscú, a la Lubianka, a la temida sede del NKVD (después KGB),
donde permaneció cinco años en régimen de aislamiento. Después, fue condenado a
quince años de trabajos forzados en Siberia, que pasó en los campos de
Kayerkán. Al finalizar la condena, como tantos otros presos, se le prohibió
vivir en las grandes ciudades soviéticas y se trasladó primero a Norilsk y a
Krasnoyarsk, de las que fue expulsado por ser sacerdote, y por último a Abakán,
donde trabajó como mecánico. En 1963 pudo regresar a Estados Unidos (desde 1947
había sido dado por muerto) gracias a que fue canjeado por dos espías rusos. En
Estados Unidos, el Padre Ciszek continuó con su labor sacerdotal. Tras su
muerte, en 1990 se inició su proceso de beatificación.
Poco después de
su regreso a Estados Unidos, Ciszek publicó un libro con su experiencia en el
Gulag, Espía del Vaticano. Años
después, en 1972, escribió Caminando por
valles oscuros, que lleva como subtítulo “Memorias de un jesuita en el
Gulag”, donde reelabora su estancia en los campos para explicar su respuesta a
las muchas veces que diferentes personas le han preguntado sobre cómo pudo
sobrevivir a aquellos años de cárceles soviéticos y de campos de trabajo en
Siberia.
Este libro
utiliza, pues, su durísima experiencia personal para reflexionar sobre la
voluntad de Dios. “El objetivo de mi estancia en Rusia –afirma Ciszek- fue
siempre, desde el principio hasta el final, el mismo: ayudar a la gente a
encontrar a Dios y a alcanzar la vida eterna”. Ciszek aprovecha todos los
momentos que vive para buscar el encuentro con Dios, aun en unas circunstancias
terribles de soledad y hambre, en medio de unas condiciones de vida ciertamente
insoportables. Con este objetivo espiritual, Ciszek recuerda cómo la época de
asilamiento que vivió en la Lubianka le sirvió de escuela de oración; cómo los
interrogatorios y las vejaciones a las que fue sometido le acercaron a la
Pasión de Jesucristo; cómo los años de duro trabajo en Siberia le descubrieron
el valor redentor del trabajo; cómo el hambre y la necesidad contribuyeron a
entender mejor la teología cristiana del cuerpo. A la vez, Ciszek cuenta cómo
vivió su sacerdocio en un contexto humano y político hostil, ofreciendo su vida
como testimonio cristiano. Habla de la ayuda que prestó a numerosos católicos
alemanes, lituanos, polacos, con los que se fue encontrando en su peregrinar en
los campos y en sus años de destierro. Habla de la importancia de la Misa en su
vida de prisionero y el apoyo que le prestaron otros sacerdotes con los que se
fue encontrando.
“Lo que he
intentado mostrar en las páginas de este libro –escribe su autor- es cómo esa
fe influyó en mi vida y me sostuvo en cada una de mis experiencias. La fe es la
respuesta a la pregunta que con más frecuencia me han planteado (“¿cómo logró
sobrevivir?”) y no puedo sino repetirlo, con toda sencillez y sin avergonzarme”.
Walter
J. Ciszek
Palabra.
Madrid (2015)
256
págs. 16,90 €.
T.o.:
He leadeth me.
Traducción:
Gloria Esteban