“Sucede
que, cuando quiero describir objetivamente un campo de trabajo
soviético –escribe el autor polaco Gustaw Herling (1919-2000)-,
debo descender a los abismos más profundos del infierno”. La misma
sensación he tenido cuando he leído estas memorias de los dos años
que Herling estuvo condenado en el campo de trabajo de Kárgopol, en
Yártsevo, en el Gran Norte de Rusia: un absoluto y radical viaje a
los infiernos de la infamia y la degradación de la condición
humana.
Herling,
militante de las Juventudes Socialistas polacas, fue detenido en 1940
por la tropas soviéticas en la frontera con Lituania, cuando
abandonaba su país para luchar contra los alemanes. El autor es una
víctima más de los acuerdos soviético-alemanes, como miles de
compatriotas polacos, cuyas consecuencias en años posteriores han
contado de manera extraordinaria Jósef Czapski en En
tierra inhumana
(Acantilado), Janusz Bardach en El
hombre, un lobo para el hombre (Libros
del Asteroide), Jan Karski, Historia
de un estado clandestino (Acantilado),
Alexander Wat en las memorias Mi
siglo (Acantilado),
Miron Bialoszewski en Diario
del levantamiento de Varsovia (Alba),
Ester Hautzig en La
estepa infinita (Salamandra)
y, entre otros, Jerry Andrzejewski en Cenizas
y diamantes (Alba).
Herling,
que había estudiado Literatura en la Universidad de Varsovia,
escribió Un mundo aparte
años después de acabar
la Segunda Guerra Mundial. Liberado del campo por los rusos en 1942
tras declarar Alemania la guerra a la URSS, Herling se incorporó al
nómada ejército polaco y, al finalizar la contienda, se instaló en
Italia.
En 1953, en Inglaterra, publicó por vez primera estas memorias,
recibidas de manera gélida por los intelectuales europeos de
izquierda, como ya habían hecho con otros testimonios parecidos de
la represión soviética. Fue tras el tsunami que provocó
Solzhenitsyn en la década de los setenta cuando, sobre todo en
Francia, colonizado intelectualmente por la URSS, comenzó a
cuestionarse la todopoderosa maquinaria de propaganda soviética, que
se había instalado con comodidad en las conciencias de muchos
intelectuales de izquierdas. Lo que contaron Aleksandr Solzhenitsin,
Varlám Shalámov, Vladimir Voionóvich, Evegenia Ginzburg, Víctor
Serge, Jiri Weil, Arthur Koestler, Lev E. Razgón, David Grosman,
entre otros; y los vergonzosos sucesos que padecieron escritores como
Pasternak, abrieron las puertas a la disidencia propagandística.
Curiosamente, estas memorias de Herling no se publicaron en Francia
hasta 1985, con prólogo del escritor español Jorge Semprún. En
España, se publicaron en el 2000, pero ahora aparece por vez primera
su traducción directamente del polaco, idioma en el que fueron
escritas.
Se
trata de un testimonio de la vida en los campos de trabajo soviéticos
de primera magnitud. Herling cuenta sus dolorosas vicisitudes
personales, situaciones casi imposibles de explicar por el desprecio
absoluto al ser humano que imperaba en la vida de estos campos.
Herling explica el funcionamiento manipulador de la justicia y las
inhumanas maniobras de control que, como si tal cosa, se convertían
en moneda diaria en la vida de los campos. Junto con la agónica
descripción de su experiencia personal, lo más sobresaliente de Un
mundo aparte es la
mirada del autor ante lo que le rodea. Primero, lo bien que explica
el metódico y maquiavélico funcionamiento de la vida del campo: las
horas de trabajo, la comida, la división de los reclusos en
barracones, el poder de los urkas (delincuentes comunes), la vida
cotidiana, el hambre, las enfermedades, la Casa de Visitas... Y, lo
más importante, la actitud compasiva con la que se relaciona con el
resto de los reclusos y que le permite conocer muchas historias
dramáticas que nos transmite con fidelidad. Como las del coronel
Pavel Ivánovich, Mijaíl Alekséievich Kóstylev, la del kulak
Pamfílov, la del expope
Dimka, del profesor Borís Lazaróvich y la presa Natalia Lvovna,
quien le presta uno de los libros prohibidos en el campo, Apuntes
de la casa muerta, de
Dostoievski, libro clave para entender mejor este libro, pues se
inspira en él para su redacción.
“Sólo
en la cárcel se puede comprender que una vida de la que nada se
espera no tiene ningún sentido y se llena de desesperación hasta
los topes”. No son reflexiones en el aire. Cada una de ellas está
encarnada en un trozo de vida, en una persona de carne y hueso, en un
ser real. Aquí nada es producto de la imaginación, y lo que escribe
Herling pone los pelos de punta por la degeneración absoluta de un
régimen inhumano, carente de los más mínimos sentimientos.
Herling, uno de los escritores polacos más importantes de la segunda
mitad del siglo XX, cuenta además todo esto con una impecable y
meritoria calidad literaria. Para Semprún se trata de “una obra
literaria perfecta”. Y Bertrand Russell, que prologó la edición
inglesa de 1953, opinaba que Un
mundo aparte “posee
una extraña fuerza descriptiva, sencilla y vívida, y es
absolutamente imposible dudar de su sinceridad en todos los
aspectos”.
Un mundo aparte
Gustaw Herling-GrudzinskiLibros del Asteroide. Barcelona (2012)
360 págs. 22,95 €.
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