martes, 4 de septiembre de 2012

"Apenas sensitivo", de Andrés Trapiello


Andrés Trapiello publicó hace ya unos meses el volumen diecisiete de sus diarios, a los que ha dado el título genérico de Salón de Pasos Perdidos, una especie de novela en marcha basada en su propia vida. Se trata de una aventura literaria insólita en el panorama literario español que confirma, a la vez, el cambio de tendencia en lo que a la literatura memorialística se refiere. Si hace décadas se publicaban en España relativamente pocos libros de memorias, diarios, etc., ahora es uno de los géneros más frecuentados por los escritores y goza, además, del favor de los lectores.
A ello está contribuyendo también Internet, que ha provocado, sobre todo en los blogs, una explosión de textos personales en los que hay de todo: diarios, dietarios, desahogos, intimidad, crónica diaria, crítica literaria, verborrea, articulismo... Hasta el propio Trapiello ha puesto en marcha un blog para dar salida a otro tipo de textos personales donde también tienen su peso las fotografías y hasta los cortometrajes. Sin lugar a dudas, todo este fenómeno resulta muy interesante, pues permite conocer en directo la literatura de muchos escritores, además de asistir a novedosos experimentos en los que se da una muy actual mezcla de artes y tendencias.
Pero hay más. Los diarios actuales no tiene la dimensión social ni testimonial que tenían los diarios que se publicaban hace años, más atentos a la vida social de los autores y a la posibilidad de que en ellos se desvelasen opiniones contundentes y polémicas, sucesos escabrosos, secretos inconfesables y hasta sonoros escándalos. Además, parecía que sólo podían escribir y publicar diarios aquellas personas que habían triunfado en la vida política, social y literaria o aquellos otros que se encontraban en el momento justo de una encrucijada histórica.
Nada tienen que ver los diarios que publican ahora mismo los autores españoles con todo esto. Casi ninguno de ellos tienen cotilleos muy importantes que desvelar o relaciones tumultuosas del mundillo literario (aunque suele ser uno de los temas preferidos, como ha sucedido casi siempre en la historia de la literatura). No. Los autores utilizan el género del diario con la misma intensidad que si estuviesen escribiendo una novela o un libro de poesía. Les interesa el género literario para hacer propiamente literatura, no como una actividad marginal de su trayectoria o un género que frecuentan para hacer manos y cambiar de vez en cuando de registro. Importa, pues, más el cómo que el qué. Más cómo se cuentan las cosas que el qué se cuenta.
Pero esto, además, desde mi punto de vista, tiene un interés no sólo literario. Los diarios actuales, ya lo hemos dicho, no son claves para explicar ni la historia contemporánea ni los entresijos de la historia de la literatura, pero sí sirven –e, insisto, ahí están los numerosos blogs- para captar el espíritu de una época, la vida cotidiana al natural, el pensamiento en vivo de los escritores actuales (hayan triunfado o no). Esto sí tiene su importancia para eso que Unamuno llamaba la “intrahistoria”, la historia de los hombres sin historia. Personalmente, uno no lee estos diarios para que le expliquen cómo sucedieron grandes hechos históricos o literarios; uno los lee para identificarse con lo que les pasa a esos mismos autores, para conocer de cerca el corazón y el alma de muchos escritores que intentan apresar un trozo de vida íntimo y personal y contemporáneo.
Andrés Trapiello es, en este sentido, el escritor que mejor encarna esta corriente literaria. Aunque ha escrito de todo –ensayos, novelas, poemarios, etc.-, con calidad y prestigio en la mayoría de sus facetas, es conocido sobre todo por sus diarios, que cuentan con un buen número de lectores enganchados a ellos. Todos los ha publicado en la editorial Pre-Textos, aunque algunos de sus títulos han aparecido en Destino y últmamente también en Austral, como ha sucedido este año con Siete moderno.
Desde la publicación del primer tomo en 1990, El gato encerrado, los ingredientes son siempre los mismos. Escribe sobre su vida doméstica (una interesante novela familiar), viajes, aforismos, reflexiones literarias, encuentros inesperados, entrevistas, comentarios sobre algunos sucesos de actualidad, sus visitas al Rastro madrileño, sus manías (ya reconocibles), sus polémicas obsesiones (el arte moderno, algunos escritores) y su a veces ácida y combativa visión del mundo literario, pasajes que le han granjeado no pocos enemigos y que quizás sean los más citados y conocidos por muchos lectores, aunque personalmente pienso que no son lo mejor de sus diarios y, además, restan interés y calidad al resto de las entradas.
Todo cabe, pues, en estas páginas: pensamientos poéticos, inteligentes digresiones literarias, descripciones muy logradas, magníficos retratos, etc. También hay momentos con los que uno disiente abiertamente del autor, bien por sus contundentes y a veces injustas opiniones sobre algunos escritores, bien por sus sarcásticas críticas a determinadas personas e instituciones. Sobre algunas cuestiones y personajes, sus comentarios no son precisamente convencionales.
Este volumen, dedicado al año 2003 (el alejamiento de la actualidad es una seña de identidad de estos diarios), comienza con la recepción de una carta que provoca en el autor una deliberada crisis, pues le hace reflexionar sobre el sentido y destino de unos diarios que no paran de crecer y que, además, según le dice su amigo en la misiva, no suponen ninguna novedad ya que, como decíamos, siempre aparecen los mismos ingredientes, con los que uno ya está identificado. Sin embargo, visto lo visto (la fidelidad al proyecto literario y su puntual continuidad en el tiempo), quizás en esa reiteración está el atractivo de unos diarios amenos y muy entretenidos. 2003 es el año que Trapiello obtiene el Premio Nadal con su novela Los amigos del crimen perfecto. Casi las primeras entradas están dedicadas a describir cómo fue la entrega del premio, las bambalinas, la recepción, las primeras críticas y, sobre todo, los bolos que hace por toda España para presentar su novela, viajes que provocan interesantes reflexiones sobre el papel del escritor en la cultura actual y, también, no pocas situaciones ciertamente hilarantes.
Vuelven a tener mucho peso en los diarios sus periódicas estancias en Las Viñas, en un pueblo de Cáceres. Emocionante resulta la narración de la muerte de su perra Mora. También la invasión de ratones en la casa. Los paseos. La relación con su mujer y sus hijos. Más que en otros volúmenes, como consecuencia de haber obtenido el Nadal, su vida social y literaria es más agitada. Pero también hay excelentes pasajes en los que habla de su intimidad, de la literatura, del arte (por ejemplo, cuando cuenta sus encuentros con Ramón Gaya, pintor con el que Trapiello tuvo una relación especial y familiar).
En 2010, cuando publicó Troppo vero, su anterior volumen diarístico, apareció también el volumen Vidario. A propósito del “Salón de Pasos Perdidos” de Andrés Trapiello (Pre-Textos), libro que aglutinaba reseñas y comentarios sobre estos diarios escritos por un puñado de escritores, la mayoría lectores asiduos de Trapiello y amigos suyos. Todos coinciden en que estos libros ocupan ya un lugar privilegiado en la historia de la literatura última española (opinión que comparto). Para José Jiménez Lozano, por ejemplo, “lo importante es que estos diarios son un fresco no sólo de nuestra realidad en la sociedad literaria, sino también, a través de relucientes reflejos, de la sociedad en general”. Por su parte, el también escritor Carlos Pujol, recientemente desaparecido, se refiere al contenido de estos diarios, muy parecido en todas las entregas, pero distinto siempre: “¿No pasa nada? –escribe-. Podría decirse que nunca pasa nada y que al mismo tiempo no dejan de suceder episodios en los que uno se ve obligado a jugar con fuego”.
Todos los que colaboraron en ese volumen destacan la calidad de su prosa, su visión poética de la realidad, la habilidad de crear un personaje tan conseguido –el propio autor: “tierno, arisco, insolente, belicoso, tímido, delicado”-, la agradable presencia de tantos amigos... También su predilección por los perdedores, los escritores marginados por la cultura oficial (Trapiello es uno de los que ha recuperado a Manuel Chaves Nogales y Manuel Machado), la vida en el campo... En definitiva, la vida misma, cotidiana, sin grandes sobresaltos, con la que resulta grato identificarse.
Y también tienen su importancia los pasajes más conflictivos, pues tienen también su efecto en la lectura. Al leerlos, provocan en los lectores un provechoso y fructífero diálogo entre el autor y el lector.
Si tengo que destacar algún rasgo de estos diarios, ese es, sobre todo, su calidad literaria: su llamativa capacidad para abordar, literariamente, todo tipo de situaciones, casi siempre con un puntilloso y ocurrente sentido del humor.


Apenas sensitivo
Andrés Trapiello
Pre-Textos. Valencia (2011)
380 págs. 32 €.


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