Todavía
no salgo de mi asombro cuando veo las cifras de ventas de esta
novela. En Suecia, el éxito ha sido fulgurante, con casi dos
millones de ejemplares vendidos, Libro del Año y Premio de los
Libreros. También ha sido un éxito de ventas en otros países
europeos, lo que ha provocado su rápida traducción a otros países
(ya van más de 30). En España ha sido uno de los libros del año,
ocupando desde hace meses los primeros lugares en las listas de
libros más vendidos. ¿Es para tanto? Anticipo mi conclusión: no.
Una
primera explicación a este éxito: tras la inundación de libros
policiacos nórdicos, la crítica literaria ha encajado bien la
publicación de un libro humorístico que, además, quiere ser una
desenfadada radiografía del carácter y algunas peculiaridades de
Suecia. Esa ha sido la intención de su autor, Jonas Jonasson (1962),
periodista con una amplia trayectoria que hasta ahora no había
publicado ninguna novela.
Y
una segunda explicación: un argumento ciertamente disparatado,
quizás la clave de su éxito, pues ya en las primeras páginas
asistimos a una concatenación de divertidos sucesos que se salen de
lo normal.
Allan
Karsson vive en una residencia de ancianos y el mismo día que cumple
cien años decide, de pronto, escaparse. En una estación de
autobuses engaña a un joven y le roba una maleta que más tarde
descubrirá contenía muchísimo dinero. A partir de ese momento,
Allan y un grupo de personajes que se suman a su aventura se ven
metidos en una rocambolesca historia de tintes policiacos y
esperpénticos, pues en su huida, Allan y sus amigos, como sin
querer, dejan unos cuantos muertos que provocan la alarma policial y
que hacen pasar al centenario Allan como el cabecilla de una
peligrosa organización criminal.
Como
esta historia, en sí, tiene poca entidad y es evidente que la
policía no los encontrará hasta que el autor se canse, introduce
Jonasson en capítulos alternos la biografía del centenario Allan,
más descabellada todavía que los sucesos que está viviendo en el
presente. Aficionado desde joven a la dinamita, tras pasar una
temporada en la cárcel en su país por algunas prácticas
fraudulentas, abandona Suecia para viajar a España a mediados de los
años treinta; allí entra a formar parte primero del ejército
republicano y después del ejército franquista. Conoce personalmente
a Franco, quien le ayuda a abandonar España para regresar a su país.
Pero tardará en regresar pues Allan se irá convirtiendo
sucesivamente en coprotagonista, junto con los grandes líderes
mundiales (Stalin, Mao, Churchill...), de los principales sucesos del
siglo XX.
Sin
embargo, a pesar de tener un excelente arranque, con la huida de
Allan y los sucesivos encuentros con los atípicos personajes con los
que compartirá alegrías y penalidades surrealistas, poco le dura el
fuelle a la novela. Personalmente, me han sorprendido los adjetivos
encomiásticos que se han vertido sobre esta novela, pues a las pocas
páginas el relato pierde gracia y quedan muy en evidencia las más
bien pobres habilidades narrativas del autor, quien se empeña
lastimosamente en reiterar pasaje tras pasaje los mismos golpes
cómicos. La crítica que aplica el autor a muchos ámbitos de la
cultura, la religión y la política suecas nunca, eso sí, es ácida;
el retrato que hace de algunos vicios sociales y de carácter de los
suecos resulta amable y divertido. Pero resulta muy difícil mantener
la atención y el interés cuando una novela se construye con unos
ingredientes tan elementales y predecibles y cuando el sentido del
humor se basa siempre en los mismos recursos. A esto se suma que la
novela es, para lo que cuenta, demasiado larga (más de 400 páginas).
O sea, un vez más, conviene desconfiar de la calidad literaria de
los libros más vendidos.
El abuelo que saltó
por la ventana y se largó
Jonas JonassonSalamandra. Barcelona (2012). 413 págs. 19 €.
T.o.: Hundradringen som klev ut genom fönstret och försvann.
Traducción: Sofía Pascual Pape.
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