viernes, 18 de julio de 2014

“Mi abuela rusa y su aspiradora americana”, de Meir Shalev




            Considerado uno de los escritores israelíes más importantes de la actualidad y muy traducido en el extranjero, Meir Shalev (1948) es autor, entre otras novelas, de El chico de las palomas, la que le ha dado más fama y popularidad. Como él mismo ha confesado, su literatura se inspira en las vivencias de su familia de granjeros de la que procede, de manera especial en las historias que le contaba su madre. Shalev estudió Psicología en la Universidad Hebrea y ha colaborado como presentador en emisoras de radio y televisión.
            Mi abuela rusa y su aspiradora americana explica bastante bien su concepción de la literatura. Se trata de unas originalísimas memorias en las que los principales protagonistas, más que el autor, son sus padres y sus abuelos, de manera especial su abuela Tonia. Su carácter y personalidad y las relaciones que mantiene con el resto de sus familiares se convierten en el eje del relato. Sus abuelos procedían de Ucrania y se instalaron en la aldea de Nahalal, en Galilea, formando parte del primer moshav de los trabajadores fundado por los pioneros de la Segunda Aliyá en la Tierra de Israel.
            Shalev reconstruye con mucho sentido del humor y mucho afecto el universo físico y lingüístico de su familia, repleto de manías y expresiones que sólo entienden los miembros de la familia y que todavía hoy, de manera inconsciente, repiten y ayudan a conformar la unidad familiar. En este sentido, la abuela Tonia, foco de polémicas por sus excentricidades y su afán por ser distinta, tiene no pocas de estas manías y en sus expresiones está el origen de ese diccionario que sigue alimentando a la familia. En el libro destaca, principalmente, su obsesión por la limpieza, que condicionó la vida de la madre del autor hasta límites insospechados. Esa obsesión, surrealista, se complica más al comprobar que la vida familiar transcurre en una aldea agrícola repleta de animales y, lo que es peor, de polvo por todos los lados. Tonia, sin embargo, no renuncia a tener la casa inmaculada, aunque eso suponga “clausurar” algunas habitaciones, obligue a complicados recorridos para entrar en la casa y reduzca la convivencia a unos cuantos espacios especialmente habilitados para no ensuciar nada.
            Uno de sus familiares decidió emigrar desde Ucrania a Estados Unidos, donde se dedicó a los negocios. De vez en cuando, enviaba dinero a la familia, pero se lo devolvían porque no estaban dispuestos a aceptar nada que proviniese de una persona no sionista y no socialista, pues suponían que ese familiar, un hermano de su abuelo, había renunciado a sus creencias judías. En una ocasión les envió desde Estados Unidos una aspiradora. Este suceso adquiere en estas memorias un espacio casi mítico, pues las leyendas y anécdotas que rodean la recepción que hace la abuela Tonia de este regalo siguen circulando en la familia, incluso con versiones contradictorias.
            A la vez que Shalev recuerda a su abuela y la vida en el polvoriento Nahalal, incluye recuerdos más personales que se le han quedado muy grabados. Por las páginas circulan muchos personajes y muchas anécdotas, todas ellas entrañables y universales. Shalev les vuelve a dar vida como cariño y humor, reconstruyendo a su vez la vida de los primeros colonos del futuro estado de Israel.

          
Mi abuela rusa y su aspiradora americana
Meir Shalev
Ático de los Libros. Barcelona (2014)
240 págs. 19,90 €.
T.o.: Ha´davar Haya Kakha.

Traducción: Silvia Villalobos Beltrán.

1 comentario:

  1. Un encanto de novela y muy recomendable,por los temas tan duros que nos vienen de esa zona y esta novela le da un toque muy dulce.

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