Considerado
uno de los escritores israelíes más importantes de la actualidad y muy
traducido en el extranjero, Meir Shalev (1948) es autor, entre otras novelas,
de El chico de las palomas, la que le ha dado más fama y popularidad.
Como él mismo ha confesado, su literatura se inspira en las vivencias de su
familia de granjeros de la que procede, de manera especial en las historias que
le contaba su madre. Shalev estudió Psicología en la Universidad Hebrea y ha
colaborado como presentador en emisoras de radio y televisión.
Mi
abuela rusa y su aspiradora americana explica bastante bien su concepción
de la literatura. Se trata de unas originalísimas memorias en las que los
principales protagonistas, más que el autor, son sus padres y sus abuelos, de
manera especial su abuela Tonia. Su carácter y personalidad y las relaciones
que mantiene con el resto de sus familiares se convierten en el eje del relato.
Sus abuelos procedían de Ucrania y se instalaron en la aldea de Nahalal, en
Galilea, formando parte del primer moshav de los trabajadores fundado
por los pioneros de la Segunda Aliyá en la Tierra de Israel.
Shalev
reconstruye con mucho sentido del humor y mucho afecto el universo físico y
lingüístico de su familia, repleto de manías y expresiones que sólo entienden
los miembros de la familia y que todavía hoy, de manera inconsciente, repiten y
ayudan a conformar la unidad familiar. En este sentido, la abuela Tonia, foco
de polémicas por sus excentricidades y su afán por ser distinta, tiene no pocas
de estas manías y en sus expresiones está el origen de ese diccionario que
sigue alimentando a la familia. En el libro destaca, principalmente, su
obsesión por la limpieza, que condicionó la vida de la madre del autor hasta
límites insospechados. Esa obsesión, surrealista, se complica más al comprobar
que la vida familiar transcurre en una aldea agrícola repleta de animales y, lo
que es peor, de polvo por todos los lados. Tonia, sin embargo, no renuncia a
tener la casa inmaculada, aunque eso suponga “clausurar” algunas habitaciones,
obligue a complicados recorridos para entrar en la casa y reduzca la
convivencia a unos cuantos espacios especialmente habilitados para no ensuciar
nada.
Uno de
sus familiares decidió emigrar desde Ucrania a Estados Unidos, donde se dedicó
a los negocios. De vez en cuando, enviaba dinero a la familia, pero se lo
devolvían porque no estaban dispuestos a aceptar nada que proviniese de una
persona no sionista y no socialista, pues suponían que ese familiar, un hermano
de su abuelo, había renunciado a sus creencias judías. En una ocasión les envió
desde Estados Unidos una aspiradora. Este suceso adquiere en estas memorias un
espacio casi mítico, pues las leyendas y anécdotas que rodean la recepción que
hace la abuela Tonia de este regalo siguen circulando en la familia, incluso
con versiones contradictorias.
A la vez
que Shalev recuerda a su abuela y la vida en el polvoriento Nahalal, incluye
recuerdos más personales que se le han quedado muy grabados. Por las páginas
circulan muchos personajes y muchas anécdotas, todas ellas entrañables y
universales. Shalev les vuelve a dar vida como cariño y humor, reconstruyendo a
su vez la vida de los primeros colonos del futuro estado de Israel.
Mi abuela rusa y su aspiradora americana
Meir Shalev
Ático de los Libros. Barcelona (2014)
240 págs. 19,90 €.
T.o.: Ha´davar Haya Kakha.
Traducción:
Silvia Villalobos Beltrán.
Un encanto de novela y muy recomendable,por los temas tan duros que nos vienen de esa zona y esta novela le da un toque muy dulce.
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