Sugestivo testimonio, otro más, de la represión soviética y de la vida en Rusia después de la revolución. No estamos ante un texto literario convencional sino ante el descubrimiento de una declaración que la autora realizó a los servicios secretos soviéticos poco antes de que fuese fusilada en 1931 en las islas Solovkí, lugar en el que también transcurre la última novela del francés Olivier Rolin, El meteorólogo(Libros del Asteroide), autor del prólogo de esta edición.
Este testimonio fue descubierto en 1996 en los archivos del Servicio Federal de Seguridad de la región de Arjánguelsk por Irina Fliege, directora de la Asociación memorial de San Petersburgo. Fliege es la responsable del epílogo, donde explica con todo lujo de detalles dónde apareció este escrito y las circunstancias de la vida de la autora.
Yevguenia nació en 1902 en Moscú en el seno de una familia de la burguesía intelectual judía. Estudió filosofía y periodismo y se sumó de manera entusiasta a los ideales de la revolución, con la que colaboró en movimientos políticos y artísticos. Sin embargo, pronto se decepcionó con el rumbo del país. Ella hubiese preferido un régimen radicalmente anarquista, por el que sentía muchas más simpatías.
En 1922 conoció a Aleksandr Yaroslavski, poeta que militó en los círculos futuristas: el futurismo, como cuento en mi libro Cien años de literatura a la sombra del Gulag, estuvo muy ligado a la Revolución, de manera muy especial con el poeta Vladímir Maiakovski. Yaroslavski fundó con otros poetas el grupo de “los biocosmistas inmortales”, reunidos en torno a la revista “Besmartie”. Se casaron en 1923, año también en el que la autora sufrió un grave accidente ferroviario. Después, junto con su marido, recorrieron la URSS impartiendo conferencias y charlas sobre temas literarios y, sobre todo, antirreligiosos.
En 1926 consiguieron viajar a Berlín, también para impartir conferencias, en las que en ocasiones criticaron la política oficial. En 1927, pasaron una temporada en París. Decidieron regresar a la URSS en 1928. Ese mismo año detuvieron al poeta, acusado de “desacreditar a la Unión Soviética en el extranjero mediante la calumnia en la prensa extranjera y blanca”. Detenido en Leningrado, lo llevaron prisionero a Moscú, a la cárcel de la Lubianka, la sede de los servicios secretos soviéticos.
Cuando detienen a su marido, se da una radical transformación en la vida de la autora. Es cuando decide cambiar radicalmente de vida y convivir de manera continua con los delincuentes y ladrones, a los que considera la vanguardia de la auténtica y verdadera revolución. En su escrito, muestra un radical y romántico entusiasmo por la vida de los vagabundos y los llamados “urkas”, prisioneros de los gulag que proceden del mundo de la delincuencia. Curiosamente, no tiene nada que ver esta imagen, poética e idealista, con la que otro eminente preso del gulag, el escritor Varlam Sahalámov, ha mostrado en el último de los volúmenes, el sexto, de su monumental obra “Relatos de Kolymá”, titulado Ensayos sobre el mundo del hampa, el único en el que abandona el tono literario para escribir una reflexión realista y ensayística sobre su experiencia en los campos de trabajo en contacto con unos presos que consideraba peligrosos y lo peor de lo peor. Para Shalámov, “el subterráneo reino del hampa es un mundo cuyo objetivo es la ávida satisfacción de las pasiones más bajas”.
Primero llevó una vida vagabunda y después se dedicó a la delincuencia. Comenzó con robos sin importancia, pero cada vez más necesitaba recurrir al robo para sobrevivir. Como escribe Fliege, “de la simpatía teórica por el mundo del hampa, predicada por muchos anarquistas, pasó a practicar el robo por razones ideológicas”. En 1929 fue detenida por primera vez, la primera de sucesivas detenciones que la llevaron al destierro a la ciudad de Ustivzhna, donde sobrevivió dedicándose a echar la buenaventura. Al final, tras varias huidas y detenciones, fue enviada a Solovki, donde ya su marido había sido ejecutado, aunque a ella no le transmitieron la noticia. Se enteró estando presa e intentó suicidarse en varias ocasiones. Acusada de terrorista y de propaganda antirrevolucionaria, fue finalmente ejecutada, también en Solovki en 1931, cuatro meses después de terminar este escrito.
Estamos ante un testimonio en vivo y en directo de una mujer que decidió voluntariamente vivir al margen de la ideología imperante y entregarse al mundo del hampa, al que continuamente instaba-incluso en las cárceles- a levantarse contra el espíritu de los bolcheviques. Todo apunta a que esta narración fue escrita en la cárcel, poco antes de ser fusilada, de un tirón: "Si digo todo esto con franqueza -escribe, es porque espero ser fusilada de todos modos". Los servicios secretos obligaban a los presos a un relato pormenorizado de sus vidas para demostrar sus inclinaciones contrarrevolucionarias. La autora lo hizo de manera compulsiva, sin ocultar nada, de alguna manera sabiendo el trágico destino que ya la esperaba, pues en su confesión no ahorra ninguna crítica contra el régimen imperante ni disimula algunas de sus acciones delictivas. Aunque estemos ante un nuevo testimonio de los gulag, su perspectiva es distinta a otros muchos libros, lo mismo que sus premisas ideológicas. Yevguenia decidió compartir destino con los desheredados, los abandonados, los pordioseros, las prostitutas, los niños de la calle…, a los que consideraba, con una visión extremadamente romántica y libertaria, unos auténticos revolucionarios.
Insumisa
Yevguenia Yarovslávskaia-Markón
Armenia. Madrid (2018)
160 págs. 18 €.
Traducción: Marta Rebón.
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