Resultan muy amenos y entretenidos los libros que reflexionan sobre los aspectos que rodean el mundo del libro: las bibliotecas, prólogos, dedicatorias, imágenes, tipos de letras, librerías, marcapáginas, epílogos, encuadernación…, y hasta las manías de los escritores a la hora de escribir, asunto al que, por ejemplo, el escritor Jesús Marchamalo ha dedicado tantos libros. Y también Masssimo Gatta (Nápoles, 1959), bibliotecario de la Universidad italiana de Molise y todo un experto en historia del papel, bibliotecas, bibliofilia, como quedó demostrado en el anterior libro suyo publicado por Fórcola, Breve historia del marcapáginas, una joya que en pocas páginas aborda la historia de un indispensable elemento libresco que, para Gatta, es sobre todo filosófico “antes incluso que un objeto material”.
Ahora se dedica Gatta a reflexionar sobre el orden, o el desorden, de las bibliotecas personales, asunto que da pie para muchas anécdotas e historias librescas, como queda demostrado por la cantidad de citas que acompañan el libro, con ejemplos muy vivos y que proceden además de diferentes tiempos históricos. El libro se abre con un conjunto de citas; destaco una de ellas, la de Giuseppe Marcenario, quien pone el dedo en la llaga del tema que Gatta quiere abordar. “¿No será que el sentido de la existencia de los libros no consiste en ordenarlos, sino en tenerlos en multitud desordenada? ¿Es el desbarajuste donde se celebra la grandeza inexplicable del caos?”. Gatta se suma a esta tendencia y prefiere que los libros (se refiere a bibliotecas con miles de ejemplares) se ordenen en singular desorden. Todo con tal de no caer en la espiral obsesiva del orden que lleva a sospechar de los propietarios que invierten más tiempo en catalogar los libros que en leerlos, lo que puede significar que los tienen exclusivamente para decorar.
Para Gatta, tanto si se prefieren ordenar o no, los “libros revelan algo de quien los posee”. Con palabras de Roberto Calasso, muy citado, las bibliotecas son “la autobiografía de aquel que posee los libros”. En este sentido, Gatta prefiere que su biblioteca le defina antes por el caos que por la perfección del orden.
El ensayo es breve y muy ameno, con interesantes reflexiones sobre los propietarios de libros, “una forma de fanatismo como cualquier otra”.
Y tiene, además, el acierto de contar con dos impecables paratextos: un prólogo y un epílogo de lujo. El prólogo es de Luigi Mascheroni, quien defiende la tesis del desorden: “Cuando se vive con y para los libros el desorden es perfección. El orden absoluto siempre es casualidad. La sobrecarga, ligereza. Y el mejor criterio para poner en orden los libros es no tener ningún criterio”. El epílogo está escrito por el español José Luis Melero, quien defiende la tesis contraria: “el orden es absolutamente indispensable si queremos disfrutar de una biblioteca operativa que nos sirva para poner en práctica la única razón de ser que tienen los libros: su lectura”.Y añado una coda final biográfica: sabía que tenía el libro de Breve historia del marcapáginas en mi biblioteca, que tiene pocos volúmenes y que no entraría en el debate que provoca Gatta con su teoría (pues él habla de miles y miles de libros). Pensaba que lo había ordenado en su sitio, pero me ha costado lo suyo dar con él. En mi caso, se ha cumplido otra máxima de Gatta: “entre la entropía y el desorden”.
El desorden de los libros
Massimo Gatta
Fórcola. Madrid
176 págs. 16,50 €.
T.o.: L’insolenza e l’audacia. Sul disordine.
Traducción: Amelia Pérez del Villar.
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