Arturo Barea (1897-1957)
publicó en inglés la trilogía La forja de un rebelde en
Inglaterra entre 1941 y 1944. La primera edición en castellano
apareció en Buenos Aires en 1951 y en España estuvo prohibida por
la censura hasta 1977. También en inglés, en 1952, publicó La
raíz rota, novela en la que imagina su vuelta a España tras el
forzado exilio. Es autor de los libros de ensayos Lorca. El poeta
y su pueblo (1944) y Unamuno (1952), y de los libros de
relatos Valor y miedo (1938) y El centro de la pista
(1960).
La
forja de un rebelde no tiene, sin embargo, una estructura
novelesca, pues son más bien las memorias del autor a lo largo de un
periodo clave de la historia de España: las décadas primeras del
siglo XX, la traumática guerra de Marruecos, la radicalización de
la vida política y, por último, la Guerra Civil. Aunque hay ficción
en lo narrado, la mayoría de lo que se cuenta son las experiencias
personales del propio Barea.
La forja relata
la vida del narrador hasta 1914. La familia es tan pobre que cuando
su padre muere, Arturo, el menor de cuatro hermanos, está a punto de
acabar en la inclusa. Al final, unos familiares deciden hacerse cargo
de él mientras su madre saca al resto de la familia adelante. Por su
carácter costumbrista, esta primera novela resulta muy atrayente.
Barea recuerda con emotividad sus sucesos familiares y, en páginas
de gran nostalgia y calidad, habla del Rastro, los juegos infantiles,
las vacaciones en el pueblo, el ambiente escolar... Cuando se abordan
asuntos polémicos, como puede ser la situación de la vida política
aquellos años o la presencia de los religiosos en la educación, el
autor remarca su ideología socialista (al final de esta primera
parte, cuando empieza a trabajar en un banco, entra en contacto con
el sidnicato UGT).
La
segunda novela de la trilogía se titula La ruta. Al igual que
ya habían hecho otros escritores (como Jesús Díaz Fernández en El
blocao y Ramón J. Sender en Imán), recrea Barea su
estancia en Marruecos realizando el servicio militar. A las
peripecias personales del narrador hay que sumar las constantes
críticas a la arbitraria actitud de los militares en la guerra de
Marruecos, dramática situación que –según Barea- saben convertir
en un gran negocio.
La
llama cierra la trilogía. Comienza en 1935 y se centra de manera
casi exclusiva en los sucesos de la Guerra Civil. Barea explica los
acontecimientos externos desde su participación personal en la
contienda, siempre desde la perspectiva de su militancia en la UGT y
su fidelidad al bando republicano.
Barea
describe lo que pasa en las primeras semanas de la guerra en Madrid,
donde se viven situaciones dramáticas. Pronto se ofrece a colaborar
con el gobierno republicano y le nombran censor de las noticias que
enviaban los corresponsales de prensa extranjeros, puesto que
desempeña hasta bien avanzada la guerra. Desde esa posición
privilegiada, Barea cuenta cómo evoluciona la Guerra Civil. Asiste
al caos burocrático de esos largos meses, la picaresca de los
corresponsales de guerra, la llegada de los voluntarios extranjeros,
el asiduo contacto con las autoridades del gobierno republicano... A
la vez, su situación familiar se tensa y complica, y más todavía
cuando conoce a una escritora austriaca que había huido de Austria
por motivos políticos y se trasladó a Madrid. Barea se divorcia,
abandona también a una amante con la que llevaba ya tiempo e inicia
una nueva etapa con Ilsa, que coincide con el recrudecimiento de los
combates en Madrid y el aumento de la confusión en el bando
republicano, como describe al final del libro. Al final se trasladan
primero a Barcelona y después a París, donde se gana la vida con
traducciones y artículos en la prensa. Casi al final de La Llama
cuenta Barea que ha terminado de escribir un libro de memorias,
La forja. A principios de 1939 abandonan París para exiliarse
en Londres, donde falleció en 1957.
La forja de un rebelde
Arturo BareaRBA. Barcelona (2012). 1.152 págs. 32 €.
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