Konstantin es un joven de
15 años que lleva desde los siete estudiando en la Escuela de Música
de Sofía para Jóvenes Talentos. De hecho, él es un niño prodigio,
un pianista que ha recibido importantes premios nacionales e
internacionales. Sin embargo, Konstantin no es un estudiante modelo.
Rebelde, contestatario, crítico..., se dedica en cuerpo y alma a
ridiculizar los postulados ideológicos de la Escuela, asentados en
un férreo y casposo comunismo. La novela está ambientada en 1987,
dos años antes de que cayese el Muro de Berlín, cuando nada hacía presagiar que el control comunista de la
vida de los ciudadanos se iba a desintegrar a toda velocidad.
Jóvenes
talentos se inspira en la propia biografía del autor, quien
también fue un joven pianista excepcional y estudió en una escuela
similar en Sofía. Grozni abandonó su país con la caída del
comunismo y se trasladó a Boston para estudiar jazz y composición
en el Berkeley College of Music. Posteriormente, vivió cuatro años
en la India como monje budista, experiencia que contó en su libro
más conocido Tortle Feet, de 2008. Jóvenes talentos fue
publicada en 2011 en Estados Unidos.
La
novela cuenta, por un lado, la pasión absolutamente radical que
siente Konstantin por la música. Como opina el protagonista de sí
mismo, “cuando interpretaba Chopin, yo no estaba; solo había
música, la ilusión de la ilusión de la música, un río de sonidos
recordados, de motivos y pinceladas tonales que pasaban flotando y se
metamorfoseaban en otros motivos y otras armonías”. Resultan muy
interesantes las páginas en las que el autor se explaya en estas
cuestiones, hablando directamente de música, de interpretaciones, de
lo que siente al tocar el piano, de los mejores músicos. Estos
pasajes son, sin duda, lo mejor de esta novela. Konstantin siente
algo muy especial por Chopin, músico que consigue arrancarle lo
mejor de sí.
Por
otro lado, Jóvenes talento, escrita en primera persona por
Konstantin, describe su progresivo proceso de rebeldía, que le lleva
a un permanente estado de confrontación con el claustro de
profesores, con los alumnos más dóciles y sumisos y hasta con sus
padres, profesores universitarios y funcionarios ejemplares del
régimen. Konstantin no quiere saber nada de la cháchara comunista,
de una ideología anclada en una concepción sumisa de los
individuos. Aunque tiene 15 años, sus dardos críticos son certeros
y demoledores. La novela se sitúa perfectamente en el microcosmos de
la escuela, contando las relaciones de Konstantin con los profesores
y con sus compañeros, algunos, como Irina y Vadim, excelentes
músicos, también enfrentados a la dirección del centro. Y ajeno a
este mundo de profesores y alumnos hay que destacar la presencia del
Tío Iliya, pariente de Konstatin, con quien se reúne de vez en
cuando para charlar sobre algunas duras
experiencias de su larga vida como preso en un campo de trabajo
comunista.
El
peligro de un libro de estas características es recargar demasiado
los ingredientes para crear una atmósfera agobiante, algo kafkiana,
un mundo cerrado donde no hay sitio para la libertad. Konstantin se
siente ahogado, atenazado, constreñido, y la única manera de sentir
algo de libertad es alterando el orden y saltarse las normas. A las
pocas páginas de comenzar a leer la novela ya está todo dicho y ya
conocemos lo que puede pasar. Las actitudes de Konstantin se repiten,
lo mismo que sus comentarios. Todo resulta previsible, aunque el
autor se esfuerza, especialmente en su parte final, por dotar a la
novela una intriga todavía más trágica con la historia de Irina,
expulsada de la Escuela, y la posterior fuga de Konstantin y su
descenso a los subterráneos de la ciudad de Sofía.
El
resto de la novela, y estamos hablando de un libro de más de 300
páginas, es repetir anécdotas, conversaciones, pasajes, diálogos
con los que el protagonista manifiesta su absoluto rechazo por ese
mundo que, para él, es una cárcel. Konstantin canaliza la
subversión bebiendo sin parar, fumando y manteniendo constantes
relaciones sexuales con las alumnas del centro, su auténtica
obsesión. La dedicación a la música es, en su caso, un paréntesis
vital y existencial, necesario, sí, pero accidental, pues el resto
del día transcurre buscando la oportunidad para mantener esas citas. Konstantin ha elegido un camino muy cínico para
mostrar su rechazo a la hipócrita moral imperante en la Escuela. Sin
embargo, por la agotadora reiteración, tanto su rebeldía
adolescente como su acusada crisis existencial resultan impostadas.
Jóvenes talentos
Nikolai GrozniLibros del Asteroide. Barcelona (2012)
352 págs. 21,95 €.
T.o.: Wunderkind. Traducción: Damià Alou.
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