martes, 20 de noviembre de 2012

"Jóvenes talentos", de Nikolai Grozni


Konstantin es un joven de 15 años que lleva desde los siete estudiando en la Escuela de Música de Sofía para Jóvenes Talentos. De hecho, él es un niño prodigio, un pianista que ha recibido importantes premios nacionales e internacionales. Sin embargo, Konstantin no es un estudiante modelo. Rebelde, contestatario, crítico..., se dedica en cuerpo y alma a ridiculizar los postulados ideológicos de la Escuela, asentados en un férreo y casposo comunismo. La novela está ambientada en 1987, dos años antes de que cayese el Muro de Berlín, cuando nada hacía presagiar que el control comunista de la vida de los ciudadanos se iba a desintegrar a toda velocidad.

Jóvenes talentos se inspira en la propia biografía del autor, quien también fue un joven pianista excepcional y estudió en una escuela similar en Sofía. Grozni abandonó su país con la caída del comunismo y se trasladó a Boston para estudiar jazz y composición en el Berkeley College of Music. Posteriormente, vivió cuatro años en la India como monje budista, experiencia que contó en su libro más conocido Tortle Feet, de 2008. Jóvenes talentos fue publicada en 2011 en Estados Unidos.

La novela cuenta, por un lado, la pasión absolutamente radical que siente Konstantin por la música. Como opina el protagonista de sí mismo, “cuando interpretaba Chopin, yo no estaba; solo había música, la ilusión de la ilusión de la música, un río de sonidos recordados, de motivos y pinceladas tonales que pasaban flotando y se metamorfoseaban en otros motivos y otras armonías”. Resultan muy interesantes las páginas en las que el autor se explaya en estas cuestiones, hablando directamente de música, de interpretaciones, de lo que siente al tocar el piano, de los mejores músicos. Estos pasajes son, sin duda, lo mejor de esta novela. Konstantin siente algo muy especial por Chopin, músico que consigue arrancarle lo mejor de sí.

Por otro lado, Jóvenes talento, escrita en primera persona por Konstantin, describe su progresivo proceso de rebeldía, que le lleva a un permanente estado de confrontación con el claustro de profesores, con los alumnos más dóciles y sumisos y hasta con sus padres, profesores universitarios y funcionarios ejemplares del régimen. Konstantin no quiere saber nada de la cháchara comunista, de una ideología anclada en una concepción sumisa de los individuos. Aunque tiene 15 años, sus dardos críticos son certeros y demoledores. La novela se sitúa perfectamente en el microcosmos de la escuela, contando las relaciones de Konstantin con los profesores y con sus compañeros, algunos, como Irina y Vadim, excelentes músicos, también enfrentados a la dirección del centro. Y ajeno a este mundo de profesores y alumnos hay que destacar la presencia del Tío Iliya, pariente de Konstatin, con quien se reúne de vez en cuando para charlar sobre algunas duras experiencias de su larga vida como preso en un campo de trabajo comunista.

El peligro de un libro de estas características es recargar demasiado los ingredientes para crear una atmósfera agobiante, algo kafkiana, un mundo cerrado donde no hay sitio para la libertad. Konstantin se siente ahogado, atenazado, constreñido, y la única manera de sentir algo de libertad es alterando el orden y saltarse las normas. A las pocas páginas de comenzar a leer la novela ya está todo dicho y ya conocemos lo que puede pasar. Las actitudes de Konstantin se repiten, lo mismo que sus comentarios. Todo resulta previsible, aunque el autor se esfuerza, especialmente en su parte final, por dotar a la novela una intriga todavía más trágica con la historia de Irina, expulsada de la Escuela, y la posterior fuga de Konstantin y su descenso a los subterráneos de la ciudad de Sofía.

El resto de la novela, y estamos hablando de un libro de más de 300 páginas, es repetir anécdotas, conversaciones, pasajes, diálogos con los que el protagonista manifiesta su absoluto rechazo por ese mundo que, para él, es una cárcel. Konstantin canaliza la subversión bebiendo sin parar, fumando y manteniendo constantes relaciones sexuales con las alumnas del centro, su auténtica obsesión. La dedicación a la música es, en su caso, un paréntesis vital y existencial, necesario, sí, pero accidental, pues el resto del día transcurre buscando la oportunidad para mantener esas citas. Konstantin ha elegido un camino muy cínico para mostrar su rechazo a la hipócrita moral imperante en la Escuela. Sin embargo, por la agotadora reiteración, tanto su rebeldía adolescente como su acusada crisis existencial resultan impostadas.


Jóvenes talentos
Nikolai Grozni
Libros del Asteroide. Barcelona (2012)
352 págs. 21,95 €.
T.o.: Wunderkind. Traducción: Damià Alou.

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