Sorprendente debut
literario de Natalia Sanmartín Fenollera, periodista gallega que
trabaja en el diario económico Cinco Días. En la última
Feria del Libro de Frankurt, El despertar de la señorita Prim
se vendió a unos 70 países antes incluso de ser publicada en
español. Aunque parezca mentira, estamos ante una novela diferente y
distinta, con un argumento original que cuestiona determinados
valores de la cultura contemporánea y busca recuperar el esplendor
de la vieja cultura..
Prudencia Prim ha
decidido abandonar su agobiante y absorbente puesto de trabajo en una
empresa para aceptar el puesto de bibliotecaria en un sencillo e
imaginario pueblo, San Ireneo de Arnois. Ha sido contratada por el
Hombre del Sillón para que ponga orden en su extensa biblioteca. En
San Ireneo vive en casa de su jefe, un hombre muy culto, experto en
lenguas muertas, que se encarga de educar personalmente a sus cuatro
pequeños sobrinos, hijos de una hermana fallecida. Los métodos
pedagógicos no tienen nada que ver con los actuales; tampoco los
contenidos ni las materias que estudian, donde la lectura de los
clásicos ocupa un lugar primordial.
Pero no son solo los
niños los que llaman la atención a Prudencia: todos los habitantes
de San Ireneo viven de una manera muy distinta a como ella misma
vivía en la capital. San Ireneo es un refugio (“pequeño reducto
para exiliados de la confusión y agitación modernas”, dice uno de
los personajes) para una serie de personas que han decidido declarar
la guerra a las influencias del mundo moderno, “que pulveriza la
capacidad de reflexión humana”; de manera especial, la autora
denuncia algunos valores políticamente correctos muy asentados en la
actualidad. Esta actitud de rechazo incluye una inteligentísima
crítica de la educación que reciben los niños y jóvenes actuales.
Poco a poco Prudencia
empieza a relacionarse con los habitantes de este sencillo pueblo y a
descubrir las claves y las consecuencias de su estilo de vida. La
señorita Prim se siente muy atraída por el Hombre del Sillón, “un
converso del escepticismo”, con el que comparte no pocas
escaramuzas dialécticas en las que se enfrentan dos caracteres
distintos y dos visiones antitéticas del mundo. Prim defiende la
educación y la cultura que ella ha recibido y en la que ha crecido,
más por cabezonería que por convicción, pues el punto de vista de
el Hombre del Sillón va haciendo mella en su concepción del mundo y
de la vida, ya cuestionada incluso antes de instalarse en San Ireneo,
pues la señorita Prim “vivía con la permanente sensación de
haber nacido en un momento y en un ambiente equivocados”. Esas
conversaciones, y las que mantiene con el resto de los vecinos,
cuestionan su escala de valores, aunque todo va sucediendo de manera
progresiva, sin avasallar.
Tampoco
entiende la señorita Prim el interés que tienen los valores
religiosos, que ocupan un lugar muy principal en sus vidas; muchos se
sienten discípulos de un anciano monje que vive en la cercana
abadía. Este monje y el Hombre del Sillón han sido los fundadores
de la vida en San Ireneo.
La novela tiene un
argumento muy sencillo, con una mínima intriga que está relacionada
con el gradual proceso de enamoramiento de Prudencia del Hombre del
Sillón. Con mucho sentido común, se critican algunos aspectos
negativos de la educación contemporánea, del mundo del trabajo, las
relaciones humanas, la cultura, la sensibilidad, el sentimentalismo,
la diferencia entre hombres y mujeres y el concepto de matrimonio en
las sociedades modernas. Estas críticas no se ciñen a ningún país
en concreto sino que la autora quiere cuestionar tópicos y valores
muy extendidos de la cultura occidental. Por otra parte, se alaba la
necesidad de construir un mundo más humano, auténtico, verdadero y
religioso.
Los personajes hablan
constantemente alrededor de un té o un café con pastas y tarta, sin
prisas, saboreando al máximo esos momentos, como si se tratase de
escenas sacadas de las novelas de Jane Austen, autora muy presente en
esta novela. Al estar ambientada en un lugar imaginario y en un
tiempo indeterminado, la novela gana en profundidad y eficacia, de
ahí el interés que ha despertado en tantos países distintos.
Aunque las conversaciones y diálogos, densos, parecen a veces
demasiado prefabricados y la bondad o el misterio de algunos
personajes, especialmente los niños, faciliten su caída en un
idealismo almibarado y hasta en el estereotipo, estamos ante una
novela insólita en el panorama literario actual. La autora ha
asumido conscientemente muchos riesgos en sus ingredientes,
enfrentándose a valores e ideas predominantes y muy instalados en la
cultura actual. Reivindica la cultura clásica y humanística (además
de los clásicos, algunos autores citados son el cardenal Newman,
Chesterton, C. S. Lewis...) y, también, el redescubrimiento de los
valores religiosos, que añaden interés, profundidad y densidad a la
vida, aunque en la novela puede resultar discutible que la
religiosidad tenga que ir unida a un deliberado alejamiento del mundo
moderno. Natalia Sanmartín se plantea estas inusuales cuestiones con
un ingenioso argumento y con unas sugerentes e inconformistas ideas
de fondo.
El despertar de la señorita Prim
Natalia Sanmartín
FenolleraPlaneta. Barcelona (2013)
350 págs. 18,90 €.
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