1.- Jean
Echenoz, 14. Como otras novelas recientes de Echenoz (Ravel, Correr
y Relámpagos). 14 es una breve narración que quizá se pueda
denominar novela. Se trata de una crónica incisiva, minimalista y
literariamente eficaz sobre la Gran Guerra de 1914 al 1919, localizada en
Francia y Bélgica, con una ficción añadida tan sencilla y escueta como la
relación escrita de la historia real. La ficción del relato lo protagonizan
cuatro jóvenes personajes de la misma quinta, amigos en una localidad de la
Vandée, movilizados contra la invasión alemana. Una mujer a la que pretenden
dos de ellos sirve también para estructurar la historia de amor, apenas
insinuada. Echenoz es capaz de decir mucho en pocas líneas, y lo dice de manera
clara, un poco irónica, dramática y tremenda, pero sin atrocidades, con
elegancia. (Anagrama. 104 págs. 2013).
2.- Giani
Stuparich, Guerra del 15. Stuparich (1891-1961) se enroló junto con
su hermano Carlo como voluntario en la Gran Guerra. En 1915, durante los dos
primeros meses, tomó nota de todos los pormenores de su participación en las
batallas del Isonzo, cerca de su Trieste natal. Quince años después, en 1931,
publicó estos apuntes sin apenas retocar nada. Y fue un acierto, pues el libro
conserva la espontaneidad y la naturalidad de una durísima experiencia vital
vivida en directo con auténtica pasión. Junto con su hermano Carlo
–posteriormente fallecido en la Guerra-, Giani vive momentos durísimos, pues
los enfrentamientos con los austríacos ponen continuamente en peligro sus
vidas. Stuparich rechaza la retórica belicista, muy de moda durante la guerra y
después, por influencia del fascismo, y cuenta los hechos con una gran carga de
humanidad, sin forzar lo melodramático. Sus observaciones son certeras, muy
pegadas a la realidad, a las inquietudes y menudencias de dos jóvenes que
añoran su intensa actividad intelectual, que sienten nostalgia de sus amigos y
de sus familias (sobre todo de su madre), y que intentan estar a la altura de
los acontecimientos. (Minúscula. 196 págs. 2012).
3.- Gaziel,
De París a Monastir. Periodista por accidente, Agustín Calvet
(1887-1964), Gaziel es su seudónimo, se encontraba en 1914 en París ampliando
estudios de Filosofía. Y esa estancia le cambió la vida, pues allí vivió en
directo el inicio de la Guerra. Escribió sus experiencias en un diario personal
que transformó en crónicas y publicó en La Vanguardia ese mismo año. A partir
de entonces fue contratado como corresponsal. Sus crónicas se han reunido en
varios libros que están viendo la luz últimamente. Diario de un estudiante.
París 1914, ha sido reeditado a finales de 2013 en Diéresis, donde también
apareció En las trincheras (2010), una antología de las crónicas que
publicó en otros libros. Ahora se publica este libro con su experiencia como
corresponsal a finales de 1915, cuando hace un viaje hasta Grecia y Serbia. Al
autor le interesa describir con detalle la experiencia de ese complicado viaje,
que se convierte en el motivo de las crónicas, más que el frío análisis de la
guerra. En sus crónicas destaca su actitud “espiritual” y “moral”. El éxito de
sus escritos radica también en su alta calidad estilística y en la profundidad
con el que aborda los sucesos. (Libros del Asteroide. 308 págs. 2014).
4.- William
March, Compañía K. Publicada en 1933, se trata de una de las
primeras novelas bélicas que aborda de manera directa y realista el testimonio
de unos militares normales y corrientes que “luchan en combates modernos,
mecanizados y masivos”. Antes de esta novela, la guerra era, en la literatura,
un lugar para la épica y los grandes idealismos, como explica Philip D. Beidler
en la magnífica introducción. William March (1893-1954), sin embargo, da la
vuelta a la tortilla. Tras cursar estudios de Derecho, se alistó en el Cuerpo
de Marines y vivió en directo importantes batallas de la Primera Guerra Mundial
en territorio francés. Su libro, publicado años después, quiere ser un homenaje
a los soldados que formaron parte de su compañía. Compañía K aborda la
guerra sin contemplaciones. La protagonista es la muerte, que aparece mostrando
siempre su rostro más tormentoso, obsceno y repugnante. Los muertos que pueblan
estas páginas no lo son como consecuencia de nobles sacrificios; sus muertes
forman parte de un brutal escenario, marcado por la crueldad y la degradación.
En este sentido, estamos ante un libro duro en el que no se ocultan ni se
camuflan ni se disfrazan los horrores de la guerra. Y esta novela, pionera e innovadora en muchos
sentidos, es muy original también en su desarrollo literario. La novela está
formada por 113 estampas, cada una de ellas protagonizada por un soldado de la
Compañía K, vivo o muerto, que, en primera persona, revive algún pequeño
episodio de la guerra. March escribe sobre todo esto sin retórica y con mucha
ironía, un lúcido efecto que multiplica el efecto demoledor de la novela.
(Libros del Silencio. 312 págs. 2012).
5.- Alexander Lernet-Holenia, El
estandarte. La novela más
destacada de este importante escritor austriaco (1897-1976) aborda un tema muy
sugestivo en la literatura centroeuropea: la caída del Imperio austro-húngaro.
El autor centra toda la acción en plena primera guerra mundial, con un
protagonista que se debate entre las obligaciones y tradiciones de su cargo militar
y el amor romántico por una joven dama de la corte. La novela tiene intensos
pasajes románticos y hasta góticos que se desarrollan en medio del fragor de la
batalla, en un momento delicado para los intereses del Imperio, cuando las
tropas empiezan a desintegrarse y los ideales imperiales sucumben por todos los
lados. El joven Herbert Menis debe elegir entre su responsabilidad militar y un
amor irracional. El trágico final de la guerra, sin embargo, transforma su
mente y hasta sus ideales. (Libros del Asteroide. 334 págs. 2013).
6.- Edlef
Köppen, Parte de guerra. Se publica por vez primera esta novela de
1930, prohibida posteriormente por los nazis, que describe desde dentro las
vicisitudes de un soldado alemán en la Primera Guerra Mundial. Adolf Reisiger,
su protagonista, es un joven estudiante que se alista como voluntario en un
Regimiento de artillería, experiencia que también vivió su autor, el escritor
Edlef Köppen, que falleció en 1939 como consecuencia de las secuelas de la
guerra. Reisiger fue testigo de auténticas escabechinas, tanto en el bando
alemán como el de los aliados. Y todo se cuenta con una fría naturalidad, sin
introducir valoraciones o soflamas que podían forzar los sentimientos de los
lectores o inclinar la balanza de la toma de partido. La actitud que adopta
Köppen es el relato pormenorizado de la vida diaria, cotidiana dentro del
ejército: las relaciones entre los soldados y los oficiales, la obsesión por la
comida y el descanso, los momentos de ocio, la impaciencia ante las noticias familiares,
las órdenes recibidas, las guardias, las acciones que hay que emprender... Y
especialmente interesantes por su dinamismo y plasticidad son las escenas de guerra, donde no hay sitio
para la retórica y la literatura y sí para la omnipresencia trágica de la
muerte. (Sajalín. 499 págs. 2012).
7.- Emilio
Lussu, Un año en el altiplano. Lussu (1890-1975) participó en la
Primera Guerra Mundial como oficial de infantería de la Brigada Sassari. Tras
la guerra, fue elegido parlamentario en las filas de la izquierda y en 1929
tuvo que huir a París por sus ideas antifascistas. En el exilio, entre 1936-37,
recuperándose de una enfermedad, escribió este libro que se publicó en 1938 en
Buenos Aires y en Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Lussu cuenta sus experiencias
de un año en el frente, en el Altiplano, en 1916, con intermitentes combates y
enfrentamientos con las tropas austríacas, siempre cercanas. Sirviéndose
exclusivamente de su memoria, Lussu quiere contar los hechos tal y como
sucedieron, sin introducir reflexiones ni observaciones que pueden proceder de
sus actuaciones posteriores o de la manera en la que evolucionaron los hechos.
Lussu describe el día a día, las cotidianas anécdotas de convivencia con los
soldados y los oficiales, las conversaciones, las amistades, alguna vista a su
familia, los encontronazos con los austriacos, las tácticas, los momentos de
descanso, la rutina, el hastío... La muerte está continuamente presente, pues
son muchos los soldados y oficiales que mueren en las numerosas escaramuzas que
tienen con las tropas enemigas. Lussu describe también el estado de ánimo de
los soldados y algunos conatos de rebelión de buena parte de ellos contra la
prepotencia de algunos mandos. Este es el otro gran tema: cómo afrontan esta
situación bélica limite los oficiales como Lussu y sus compañeros. (Libros dl
Asteroide. 245 págs. 2010).
8.- Ernst
Jünger, El teniente Sturm. Jünger (1895-1998) se alistó como
voluntario en la Gran Guerra y resultó herido en varias ocasiones. En 1923
escribió esta novela basada en su experiencia personal. A la Gran Guerra
también dedicó Diario de guerra (1914-1918). El Teniente Sturm es un
joven intelectual con estudios de zoología en Heidelberg. Como otros muchos
jóvenes de su generación, se alistó a la guerra impulsado por el enardecido
ambiente de su país. Sin embargo, ni la formación ni las inquietudes de Sturm
encajan en la vida militar. La novela describe el mundo interior de Sturm. Se
encuentra en el frente de Flandes, en las trincheras, amenazado por las tropas
inglesas, con las que intercambian escaramuzas más o menos peligrosas. En los
momentos de descanso, Sturm se dedica a la lectura, a escribir y a conversar
con otros mandos militares. Intensa novela, con un leve argumento, con la que
Jünger, además de describir algunas escenas costumbristas de la vida militar,
hace un retrato psicológico de un joven intelectual desbordado por los
acontecimientos. (Tusquets. 128 págs. 2014).
9.-
John Dos Passos, Iniciación de un hombre. Publicada en 1920,
se trata de una de las primeras novelas de est escritor norteamericano que
luego revolucionó la novela con Manhattan
Transfer, publicada cinco
años después. La novela se sirve de la experiencia del autor. De hecho, el
texto son una sucesión de recuerdos que el autor vivió personalmente, aunque en
la novela están protagonizados por Martín Howe, conductor de ambulancias en el
frente franco-alemán. Dos Passos no cae en la retórica bélica grandilocuente y
su visión es totalmente realista y apocalíptica, pues aparecen los desastres de
la guerra al natural, sin florituras. Con su amigo Tom Randolph recorre las
ruinas de muchos pueblos franceses comprobando los efectos de una guerra
mecanizada. De una manera inconexa y deslavazada, Dos Passos novela así la
decepción que siente ante la verdad de lo que es una guerra. (Gallo Nero. 152
págs. 2014).
10.- Edith
Wharton, Francia combatiente.Cuando se inició la Gran Guerra, la
escritora Edith Wharton vivía en París. Entre los meses de febrero y agosto de
1915 escribió seis reportajes periodísticos sobre el desarrollo de la guerra
que se publicaron en la prensa estadounidense y luego en forma de libro.
Wharton describe el ambiente de un país en guerra con mentalidad de reportera,
aunque también aparece en sus escritos su mirada de escritora. Wharton penetra
en las trincheras, visita hospitales y deja constancia de la actitud estoica
del pueblo, testigo y víctima de aquellos hechos. En sus páginas aparecen
personajes de carne y hueso que son un ejemplo de solidaridad. (Impedimenta.
224 págs. 2009).
Resulta difícil elegir entre toda esa avalancha. Quienes quieran ir directos o directas al grano tienen una alternativa en la reseña de algunas de esas obras: "El teniente Stiurm", "Iniciación de un hombre: 1917"... en http://www.lanovelaantihistorica.wordpress.com y que pone a unas delante de otras si no hay mucho tiempo para leerlas todas.
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