Hay quien piensa que en el
siglo XXI el dominguero está en vías de extinción. Y no les falta razón: la
democratización del turismo, la extensión de las comodidades, la sofisticación
en los gustos y aficiones, la proliferación de autopistas, el auge de los
deportes y excursiones de riesgo, la generalización de la comida basura... han
hecho mella en el ánimo de muchos domingueros, que han abandonado sus antiguos
hábitos consuetudinarios para sucumbir a los frágiles encantos de la
modernidad. Ahora prefieren una escapadita de fin de semana a un parador, un
viaje relámpago a una anodina casa rural o un vuelo charter a una zona playera
antes de pasarse la víspera preparando la tortilla de patata, los pimientos y
los filetes empanados. Y es que cuesta levantarse muy pronto un día festivo
para llegar cuanto antes al destino elegido con el fin de pillar el mejor sitio
(sombra y sosiego); cuesta llevar preparado todo para que no falte de nada
(tarteras, túper, neveras, bebida, etc.); cuesta cargar con todo eso más las
sillas, la mesa, la abuela, los niños... Ser dominguero, en un contexto
cultural cómodo y consumista como el actual, se ha convertido en una actividad
heroica y de riesgo.
Sin embargo, sitios como
Cazalegas sirven para demostrar que no hay quien pueda con los domingueros, que
el dominguero sigue aceptando los retos, que el dominguero sigue reciclándose y
adaptándose a la modernidad conservando siempre sus principales señas de
identidad. Sigue habiendo mucho dominguero español, amante de las tradiciones
terruñeras, pero también hay que felicitarse por la integración de emigrantes
del este y sudamericanos, que han descubierto en el espíritu del dominguero la
mejor manera de disfrutar de la paz, la naturaleza y la familia. Estos
domingueros inmigrantes van a garantizar, por ahora, la pervivencia de la
especie.
Y en este
mundo de los domingueros, Cazalegas ocupa un lugar muy especial. El pantano de
Cazalegas sigue siendo hoy el lugar preferido por muchos domingueros para
continuar con estas seculares tradiciones. Cercanas a las compuertas de la
presa, en la vera del pantano, se encuentran pequeñas explanadas que reúnen las
mejores condiciones de sol, sombra, verde, tierra, cercanía al agua y al coche,
donde montar el ambiente necesario para pasar el día siendo un dominguero de
verdad. Un chiringuito con solera sirve de punto de referencia para todo
(aparcamiento, servicios, alguna urgencia gastronómica, el helado después de
comer...). Todo está diseñado para que los domingueros se retroalimenten en un
ambiente de sana camaradería y espíritu de compañerismo.
Recupero
ahora este relato-reportaje que escribí hace años sobre los domingueros con el
que quiero rendir homenaje a un producto típicamente hispano. Está ambientado
en otra meca del dominguerismo, La Boca del Asno, pero todo lo que se cuenta
vale para Cazalegas, escenarios hermanados por su pasión por los placeres más
elementales y costumbristas. “Apoteosis del dominguero” forma parte de “Dos gardenias para ti y otros relatos”, libro digital que he publicado este año.
Muy buen artículo, la prueba es que estoy deseando que llegue el próximo fin de semana para disfrutar de un domingo tan "vintage", muy acorde con la moda de rescatar viejos hábitos como la de escuchar la música en un tocadiscos.
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