sábado, 1 de noviembre de 2014

“Canciones de amor a quemarropa”, de Nicolás Butler



Cuatro amigos y vecinos de Little Wing, una pequeña localidad de Wisconsin, vuelven a encontrarse para la boda de uno de ellos, Kip, un exitoso agente de bolsa en Chicago que ha decidido rehacer su vida en su pueblo, invirtiendo en un antiguo granero que quiere convertir en un renovado y multiusos centro comercial. Kip se reencuentra con Henry, con su mujer Beth, y con Ronny, exvaquero de rodeo, alcohólico y reponiéndose de una hemorragia cerebral que le ha dejado impedido para dedicarse al rodeo y a otras muchas cosas. También acude a la boda otro de los íntimos amigos, Lee, un cantante de éxito internacional que tiene en Little Wing su privado refugio de la fama. Buena parte del peso de la narración lo llevan Henry y Beth: Henry decidió quedarse con la granja familiar y Beth se dedica al cuidado de la casa y los niños.
            De manera alterna, cada uno de ellos en primera persona habla de su vida, de su trabajo y de las relaciones con los que son sus amigos del alma. A pesar de los años transcurridos y de que cada uno ha tenido una intensa actividad profesional que les ha llevado a vivir experiencias muy distintas lejos de su pueblo, mantienen más o menos la relación, gracias en parte a la estabilidad que aportan en Little Wing Henry y Beth. Todos, además, cada uno a su manera, se preocupan por Ronny e intentan ayudarle en lo que pueden, especialmente Lee. Tras la boda de Kip vendrán la de Lee y la de Ronny.
            Estos personajes hablan, sobre todo, del paso del tiempo, la familia, el amor y la amistad. No es que las relaciones entre ellos sean idílicas, pero ninguno quiere perder lo que fraguaron cuando eran jóvenes. Además, se sienten sentimentalmente ligados a Little Wing, lugar que sí tienen idealizado porque allí han vivido sus mejores años. El pasado y el presente se mezcla constantemente con páginas llenas de belleza, de amor a la naturaleza y defensa de la amistad. Sus ideas religiosas son ciertamente superficiales y tópicas, y su moralidad en algunos asuntos, como las drogas y el sexo, está influenciada por los cambios de costumbres que se dieron en los años sesenta y setenta, aunque todos ya están de vuelta de aquello y lo que quieren para sus vidas y sus matrimonios es estabilidad y normalidad. Añoran la infancia y los recuerdos, de ahí la constante nostalgia del pasado que, sin embargo, les acaba pasando factura pues en el presente renacen antiguas rivalidades y secretos que parecían totalmente sepultados, situaciones que ponen en peligro su sólida amistad que se verá puesta a prueba de forma contundente en la novela.
            La pasión que tienen por Litlle Wing, el lugar que les une a todos –el tema principal de la novela- la resume acertadamente Lee en una de sus reflexiones sobre su vida y sus inicios como cantante: “Aquí a la gente solo le importan tu espíritu de trabajo, y tu amabilidad y tu capacidad. (...) Y cada vez que vuelvo aquí me encuentro rodeado de gente que me quiere, que se preocupa por mí, que me protege como si levantara una tienda de calor. Aquí escucho cosas, aquí el mundo tiene un latido distinto, el silencio suena como una cuerda que alguien hubiera rasgado millones de años atrás, música en los álamos y en los abetos y los robles, hasta en los campos y en el maíz que se seca al sol”.
  

Canciones de amor a quemarropa
Nicolás Butler
Libros del Asteroide. Barcelona (2014)
344 págs. 2,95 €. (papel). 12,99 €. (digital).
T.o.: Shotgun Lovesongs.
Traducción: Marta Alcaraz.

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