Durante toda su vida, Lev Tolstói (1828-1910) tuvo una honda preocupación por las cuestiones éticas y sociales. Hasta tal punto, que en los últimos años fue su único cometido en la vida. Tolstói intentó transmitir con fuerza a sus numerosos lectores y la gente que tenía a su alrededor un conjunto sistematizado de ideas básicas para “que el hombre pueda llevar una vida de bien”. Para ello, había que enseñarle “lo que debe y lo que no debe hacer”. Estas inquietudes no son solo fruto de la edad madura sino que, de otra manera, están ya presentes en sus obras desde el inicio de su carrera literaria.
En sus Diarios (de los que Acantilado ha publicado una selección en dos volúmenes), se aprecia de una manera muy potente cómo Tolstói lucha constantemente consigo mismo para ser mejor persona, arrinconar sus vicios y hacer de sí mismo una persona dedicada al bien y a los demás. Impresiones parecidas vemos en otra muestra de su literatura memorialística, como su Correspondencia, donde aparecen numerosas muestras de su obsesivo interés por las ideas existenciales de fondo.
En sus novelas más importantes, aparecen estos temas, siempre bajo la máscara de la ficción, como sucede especialmente en La muerte de Iván Ilich, libro que condensa muchas de sus ideas sobre la muerte y la vida. Pero a medida que fue teniendo más claro su papel como guía y hasta como profeta de su pueblo, Tolstói publicó libros más asequibles donde de manera condensada ofrecía pensamientos prácticos y útiles para la vida. En esta línea está, por ejemplo, su libro Pensamientos de hombres sabios para cada día, donde reunió citas de pensadores, filósofos y escritores a los que Tolstói volvía una y otra vez: Confucio, Lao-Tse, Epicteto, Sócrates, Marco Aurelio, Buda, Pascal, Jesús… En este libro, y en otros ensayos, Tolstói fue dando forma a una religión natural fundamentada en los grandes principios básicos de la humanidad, con sus implicaciones espirituales (por este, fue prohibido después de la Revolución de Octubre).
El camino de la vida, hasta ahora inédito en español, está en sintonía con el libro anterior, pues también es una colección, amplia, de pensamientos existenciales tanto del autor ruso como sabios universales. Lo estaba trabajando cuando falleció en 1910, antes de hacer una revisión última de su contenido. Se publicó pocos meses después de su muerte, sin retocar nada.
Dividido en 31 capítulos, Tolstói reúne aforismos y citas sobre temas fundamentales: la fe, el amor, la violencia, el castigo, la muerte, la trascendencia, Dios, etc. Para Tolstói, “sin respeto por el bien no se puede vivir dignamente”. Como estaba pensado para un público mayoritario, el estilo es sencillo, directo, comprensible, sintético. Muchas citas proceden de autores universales; en la mayoría, aparecen sus nombres, aunque Tolstói advierte que no se trata de traducciones literales ni fidedignas, pues casi siempre hace adaptaciones.
En los últimos años de su vida, Tolstói fue dando forma a una religión personal y natural que fuese un cristianismo sin Iglesia, sin liturgia y con una visión trascendente de la existencia cercana a visiones panteístas. Aunque la gran mayoría de estos textos hablan de una ética universal, fácil de asimilar y de compartir, también demuestra en muchas de ellas las contradicciones filosóficas y teológicas en las que cayó el autor, a quien estas cuestiones no parecían importar mucho.
Como desarrolla Antonio Ríos en su ensayo Lev Tolstói. Su vida y su obra, Tolstói rechazó no solo a la Iglesia ortodoxa sino a todas: “no creo en ninguna de las religiones existentes”; solo creía en la suya, que quiso convertir en una religión humanitaria y universal que sustituyese al resto de las religiones. De hecho, a su alrededor surgió una secta, los tolstoianos, que asimilaba estos valores de manera radical. Quizás sea en esta faceta donde aparece de manera más evidente la megalomanía de Tolstói, pues aceptaba con naturalidad el papel de líder, profeta y guía: “Me estoy acercando a una idea grandiosa –escribió-, a cuya realización podría consagrar toda mi vida: la fundación de una nueva religión, de la religión de Cristo, pero liberada de dogmas y milagros (…). Una religión práctica que no promete una felicidad futura sino que dé la felicidad sobre la tierra”. En esta “religión”, términos como inmortalidad, Dios, trascendencia, se convierten en conceptos movedizos que pueden significar diferentes cosas (y la contraria).
Tolstói fundamenta su nueva religión especialmente en la justicia social y en la fraternidad: “Hay que liberar el alma de lo que obstaculiza el amor por las personas”. Para dar sentido a esa ética, reúne estos pensamientos con los que quiere elevar y purificar los sentimientos del hombre para que alcancen el bien absoluto.
El camino de la vida
Lev Tolstói
Acantilado. Barcelona (2019)
616 págs. 42 €.
Traducción: Selma Ancira.
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