El escritor polaco
Slawomir Mrozek falleció en 2013 en la ciudad francesa de Niza.
Había nacido en la pequeña localidad polaca de Borzecin en 1930 y
hasta 1963, año en que se marchó de Polonia, residió también en
Porabka Uszcwska, Cracovia, Katowice y Varsovia. Después vivió en
Italia hasta 1968 que se trasladó a Francia, país en el que
permaneció hasta 1989 y donde contrajo nuevamente matrimonio en 1987
con la directora de teatro mexicana Susana Osorio (su primera mujer,
la actriz polaca Maria Obamba, había muerto de cáncer en 1969).
Vive en México desde 1989 hasta que en 1996 decide regresar a
Polonia y fue recibido como una gloria nacional. Sin embargo, como
escribe en esta autobiografía, “cuanto más se prolonga una
estancia en el extranjero, más difícil resulta acostumbrarse a la
patria”. De hecho, en 2008 volvió a cambiar de residencia, esta
vez a Niza, donde vivió hasta su muerte.
La literatura de Mrozek
se divide en dos vertientes: fue un dramaturgo que cosechó
importantes éxitos y un narrador también internacional. En España,
aunque se han llevado a las tablas algunas de sus obras, con muy
buena aceptación, es conocido sobre todo por sus narraciones cortas,
que comenzó a publicar en la editorial Sirmio, antecedente de
Acantilado, en 1995, cuando publicó La vida difícil, uno de
sus mejores libros. En 1998, en Quaderns Crema se publicó El
árbol, otra antología de sus relatos. A partir de 2001,
Acantilado publica el resto de sus libros: Juego de Azar (2001),
Dos cartas y otros relatos (2003), La mosca (2005) y la
antología La vida para principiantes (2013). Su producción
literaria incluye, además, dos novelas breves, de lo primero que
escribió, también publicadas en Acantilado, El pequeño verano
(2004) y Huida hacia el sur (2008), libros que están
bastante lejos de la calidad de sus relatos cortos y de sus obras de
teatro. También es autor de Diario del retorno, de 1996, no
publicado en castellano, donde dejó anotada su experiencia de los
años que pasó en México.
En 2002 sufrió en
Polonia un grave accidente cardiovascular que le provocó una afasia
que le duró tres largos años. Durante ese periodo, Mrozek luchó
para recuperar la capacidad de escribir y hablar. Parte de la terapia
que tuvo que realizar fue escribir este libro de memorias, que le
permitió recordar lentamente muchos aspectos de su vida, que él
vivía como la de otra persona (de ahí el título del libro
Baltasar, su seudónimo). Todo esto lo cuenta al principio y al
final de esta autobiografía, en la que también agradece a los
doctores el tratamiento recibido para curarle de su enfermedad.
Quizás
este origen terapéutico explique por qué Mrozek cuenta las cosas
muy por encima en estas memorias, esquivando las cuestiones
personales e íntimas. Se trata de un recorrido muy externo por su
agitada vida hasta que se convierte en el extranjero en un escritor
consagrado. Esta levedad se aprecia, por ejemplo, a la hora de hablar
sobre sus opiniones políticas y el comunismo. O sobre las
influencias y referencias a su propia literatura, de la que apenas
dice nada. Y salvo algunos leves apuntes, tampoco indaga en sus
convicciones existenciales. Por eso, aunque resultan unas memorias
entretenidas, que ayudan a conocer mejor el tiempo de un escritor tan
original, durante la lectura se tiene la sensación de que Mrozek ha
desaprovechado la ocasión, quizás de manera deliberada, para
explicar mejor algunas claves de su literatura y de su persona.
“Nací
antes de la guerra y esto determinó mi educación”. Vivió la
Segunda Guerra Mundial cuando era muy pequeño, pero tiene recuerdos
muy vivos de determinados sucesos familiares. Tras la guerra recuerda
también la radical transformación de Polonia en un país comunista.
Su madre murió joven y las relaciones con su padre nunca fueron
buenas, aunque con el paso del tiempo algo se arreglaron. Al
finalizar la reválida se matrícula en Arquitectura, que abandona,
lo mismo que hizo con los estudios de Bellas Artes y de Cultura
Oriental, en los que se matriculó para librarse del servicio
militar. En Cracovia comenzó a relacionarse con jóvenes artistas e
intelectuales, algunos de ellos en la órbita del Partido Comunista,
lo que le facilitó bastante las cosas. Comenzó a colaborar en la
revista Przekrój y en el periódico Dziennik Polski.
Coincide
esta época con su mayor relación con la literatura. Es un
caricaturista de prestigio y también empieza a escribir relatos
satíricos. Gracias a su militancia comunista pudo viajar a Rusia,
Austria, Venecia, París, Estados Unidos, Niza, Italia... Al regreso
de estos viajes, ya metido de lleno en el mundo del teatro, con
estrenos llenos de éxito, como Policía, su primera gran
obra, abandona su militancia en el Partido Comunista. Ahogado por el
clima cultural y deseando buscar otras experiencias, se fuga con su
mujer en 1963. “Yo no estaba –escribe- comprometido con oposición
alguna ni tampoco era un proscrito; al contrario, en Polonia había
iniciado una rápida carrera literaria”. Es en el extranjero cuando
Mrozek abandona su tibio comunismo y se dedica a parodiarlo de manera
muy entretenida y convincente, como puede verse por ejemplo en
algunos de los relatos de La vida difícil (2002), para mí su
mejor libro junto con la antología La vida para principiantes
(2013). En el extranjero, Mrozek inicia una extensa trayectoria
como escritor, aunque toda la vida se sigue considerando a sí mismo
como un inadaptado. Algunas de sus obras teatrales más valoradas son
En alta mar, Strip-Tease, Tango y Los
emigrantes, entre otras muchas.
Salvo
en estas memorias, en las que emplea un estilo sencillo y natural, la
literatura de Mrozek está traspasada por una visión grotesca y
esperpéntica de la realidad, el punto de partida de todo. Mrozek
utiliza la literatura para combatir, con mucho humor, ciertos
estereotipos sociales y la estupidez del comportamiento humano.
Parodia frecuentemente muchos aspectos cotidianos de un país
comunista y de la vida en general. Sus relatos son breves, de pocas
páginas, una pirueta en el aire para combatir con ingenio el
ridículo. Con técnicas próximas al absurdo, como escribió el
crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, Mrozek es “un humorista que
habla muy en serio”.
Baltasar (una
autobiografía)
Slawomir
MrozekAcantilado. Barcelona (2014)
252 págs. 23 €.
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