El
plácido retrato de la alta sociedad norteamericana es el tema
habitual de la literatura de Louis Auchincloss (1917-2010), prolífico
autor –escribió más de treinta novelas, ensayos, biografías y
veinte libros de relatos- en los que, buscando un hilo conductor,
predomina la descripción del elegante y esnob ambiente de las altas
finanzas, la banca y los hábitos y costumbres de una distinguida
aristocracia que con el paso de los años, en las primeras décadas
del siglo XX, pierde su exclusivo lugar en la sociedad ante la
pujante y avasalladora irrupción de los nuevos ricos. Una novela
publicada por Libros del Asteroide en 2008, La educación de Oscar
Fairfax (1995), bien podría ser las memorias del propio autor,
pues muchos pasajes de su biografía aparecen allí narrados, como su
estancia en la Universidad de Yale, el ejercicio de la abogacía en
Wall Street y su atracción por el mundo artístico.
Como
escribe en el prólogo de Historias de Manhattan Ignacio
Peyró, traductor también de las otras dos novelas que ha publicado
Libros del Asteroide (la otra es El rector de Justin),
Auchincloss es “observador, cronista, historiador, moralista y
(...) antropólogo social del mundo que retrata”. Siempre
escribe de lo que ha visto y vivido, de su experiencia personal, de
las muchas personas que conoció procedentes de familias de renombre
como la suya. Como pocos, con un estilo psicológico y costumbrista,
cartografió “el terreno de los afectos, las costumbres y las
relaciones de una clase de poder que, del viejo Nueva York al Boston
puritano, asiste a la erosión del monopolio WASP [White,
Anglo-Saxon, Protestant] como codificador de la vida moral de la
nación”. Leyendo sus novelas y relatos asistimos en directo y
desde dentro al “derrumbe del sistema ético puritano”, un
sistema económico-moral que alimentó “la prosapia Knickerbocker”,
esa orgullosa ostentación clasista de las grandes fortunas y de unos
ricos herederos que no supieron estar a la altura de las
circunstancias, ambiente que describe con mucho realismo Auchincloss
en toda su literatura y de manera especial en los diez relatos que
componen Historias de Manhattan.
En
La educación de Oscar Fairfx se detalla perfectamente la
trayectoria vital de tantos personajes de ese reducido y prepotente
mundo: el protagonista estudió en el exclusivo colegio Saint
Augustine y en Yale (su novela El rector de Justin, escrita en
1964 y finalista del National Book Award, describe
esta selecta educación). Vivió una temporada en París,
luego se incorporó a filas durante la Gran Guerra (experiencia
militar que viven también muchos personajes de Historias de
Manhattan en la Segunda Guerra Mundial), contrajo matrimonio
–decisión que nunca se toma a la ligera, como en las novelas de
Jane Austen- y posterior e intensísima dedicación profesional para
garantizar la holgada estabilidad económica personal y familiar.
Abogados,
financieros, jueces, decoradoras, ricos y ociosos amateurs...
son los personajes que más se repiten en estos relatos. En ellos se
habla de sus fastuosas herencias, sus desahogados fideicomisos y sus
dramáticas ruinas. También de sus calculados matrimonios, los
adulterios de alto caché, los inevitables celos familiares, sus
tradicionales virtudes y sus modernos vicios. De manera especial hay
que destacar el excelente trabajo literario de Auchincloss a la hora
crear sus personajes femeninos, con los que consigue esquivar los
tópicos costumbristas al darles una auténtica, compleja y trágica
verosimilitud. Con una “mirada escéptica” y cierta ligereza
estilística, muestra la vaciedad de un código ético que en muchos
casos sólo se sustenta en el dinero y las apariencias. Si el
protagonista tiene interés por otro tipo de cuestiones que no sean
los negocios o el dinero (por ejemplo, la cultura), se le considera
un bicho raro, alguien que no ha asimilado los valores positivistas y
prácticos de su estratégica posición.
Los
relatos están divididos en tres secciones: “La vieja Nueva York”,
“Entre deux guerres” y “Más cerca de hoy”. Hay, por
tanto, el deseo de mostrar la evolución de este mundo, en este caso
catastrófica. En todos ellos, el pasado familiar adquiere una
dimensión especial y tradicional que condiciona como una ligera losa
el presente de unos protagonistas que sienten “estupor ante el
mundo moderno”, pues empiezan a intuir que su glamouroso mundo
de colegios elitistas, grandes fiestas, puestas de largo y cruceros
suntuosos está llegando a su fin.
Considerado heredero de
Henry James y Edith Wharton, Auchincloss dota a sus personajes de
valores morales y costumbristas más modernos, aunque comparten los
mismos ambientes selectos. Los relatos de Historias de Manhattan
forman una continuada historia coral, un cuadro de costumbres
real sobre “un mundo compacto y propio, una ambientación de
encanto antiguo”, que Auchincloss fue capaz de retratar
“piadosamente” y sin caer en la manoseada “nostalgia”.
Historias de Manhattan
Louis Auchincloss
Elba. Barcelona (2013)
296 págs. 22 €.
T.o.:
Manhattan monologues.
Prólogo y traducción:
Ignacio Peyró.
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