Ensayista y
novelista, autor entre otras de La ruina de Kasch, Las bodas de Cadmo y Harmonía y K,
Roberto Calasso (Florencia, 1941) es también director editorial de la ya mítica
editorial Adelphi, fundada en 1962 por Roberto Bazlen y Luciano Foà y a la que
está vinculado Calasso desde sus inicios. La marca del editor reúne
diferentes textos escritos por el Calasso editor en los que reflexiona sobre el
papel del editor en un mundo editorial sometido en las últimos años a cambios
estructurales muy drásticos que han sido muy bien descritos por algunos
editores de prestigio, como André Schiffrin en su muy citado ensayo La edición
sin editores.
Para
Calasso, “todo verdadero editor compone, sin saberlo o a conciencia, un único
libro formado por todos los libros que publica”. La formación de un catálogo
que perdure, que esté por encima de las modas, que no se someta a los fenómenos
comerciales o a la tiranía de la actualidad, ha sido siempre su principal
objetivo como editor. Su trabajo, de gran calidad, está en la línea del
emprendido por históricos editores que, como Peter Suhrkamp, han acertado a la
hora de construir con sus libros un perdurable edificio cultural. Hay una idea
presente en todos los textos reunidos en este volumen, y es que la misión del
editor es publicar libros de los que debe estar orgulloso y no avergonzarse,
sabiendo que editar es un trabajo intelectual y artesanal que tiene como
presupuesto “la capacidad de dar forma a una pluralidad de libros como si
fueran los capítulos de un único libro”. El editor es así el encargado de crear
la marca, el sello distintivo de cada editorial en donde ningún proceso
ni todo lo que tiene que ver con la forma del libro (portada, diseño,
compaginación, caracteres, papel, solapa...) es irrelevante.
El
primer artículo, el más largo de todos, está dedicado a la historia de la
editorial Adelphi, donde aparecen las bases sobre las que, para Calasso, debe
sustentarse cualquier trabajo editorial. Resultan muy interesantes las
referencias que hace al panorama editorial italiano en los años sesenta y
setenta, dominados por una izquierda cultural (aglutinada en torno a otra
editorial, la de Giulio Einaudi) que todavía era heredera en muchos aspectos de
los métodos propios de la uniforme y dictatorial cultura soviética.
Adelphi, como
escribe Calasso, salió indemne de las turbulencias políticas de aquellos años,
a pesar de ser tachada de elitista y de comercial y de que las Brigadas Rojas,
en un texto de 1979 traspasado de estalinismo, definieran su editorial como
“áurea estructura portadora de la contrarrevolución superestructural”. En esos
años de una cultura unidireccional, Adelphi publicó como novedad libros
mitológicos y religiosos que aportaban “una posibilidad de conocimiento cuya
ignorancia hará nuestra vida simplemente más estrecha”.
Otros artículos están
dedicados a recordar a personajes emblemáticos del mundo editorial italiano
–Giulio Einaudi, Luciano Foà, Roger Straus- y europeo –Peter Suhrkampo,
Vladimir Dimitrijevic-. Los últimos artículos hablan del futuro del mundo
editorial y del trabajo de editor en un mundo cada vez más dominado por las nuevas
tecnologías y los grandes grupos editoriales, más obsesionados por la cuenta de
resultados y la edición de best-sellers internacionales que por la calidad de
los libros que editan.
El balance que
hace Calasso de este modelo es muy crítico. Sobre la obcecación editorial por
los best-sellers señala algo que cada vez es más habitual: “El libro del autor
de best-sellers que no cumple su objetivo de ventas al primer intento no tiene
casi nunca una segunda vida a su alcance, como sucede con otros libros que
pueden ser descubiertos gradualmente, o redescubiertos, o tener una suerte
imprevista en la edición de bolsillo”. Y sobre el peso de la publicidad y el
marketing a la hora de garantizar el éxito de un libro, es concluyente: “Entre
los grandes éxitos internacionales de los últimos veinte años, no se da un solo
libro del que se pueda decir que haya sido impuesto por la publicidad”.
Pero corren
malos tiempos para los editores. Ahora, incluso, con el auge del libro
electrónico, el editor ha pasado a ser “un mero obstáculo, un pasaje intermedio
del que nadie tiene ya necesidad”. Por eso se le considera un estorbo y su
terreno ha sido sustituido por el gerente. Así pinta Calasso el presente y
futuro panorama de la industria editorial: “un nuevo paisaje para la edición,
poblado de muchos editors, de aún más numerosos gerentes editoriales y
expertos en marketing, pero cada vez menos editores”.
La marca del editor
Roberto Calasso
Anagrama. Barcelona (2014)
176 págs. 16,90 €.
T.o.: L’impronta dell’editore.
Traducción: Edgardo Dobry.
“Entre los grandes éxitos internacionales de los últimos veinte años, no se da un solo libro del que se pueda decir que haya sido impuesto por la publicidad”. Decir eso, no es una pequeña mentira o una mediana inexactitud sino una inmensa tontería. ¡Vaya con Calasso, y con Anagrama!
ResponderEliminarSí, parece un tanto ingenua esa frase. Y más sabiendo que no es verdad.
ResponderEliminarComo muestra del pie que cojea este cruce entre Tartufo y Asmodeo, el demonio de la lujuria, la dedicatoria del último libro que me envió este ser al que tuve la desdicha de conocer: "Per Blanca, anche si non vuoi é per te". Ese es Calasso. Si no hubiera sido tan joven cuando me tropecé con él tal vez la Justicia habría tenido algo que decir y este señor habría sido conducido a donde merece.
ResponderEliminar