Para
Víctor Gallego, traductor y autor de la introducción de este libro, Pável
Florenski es una de las figuras más asombrosas y fascinantes de la cultura rusa
del siglo XX. Llamado el Leonardo ruso, Florenski estudió matemáticas, física,
filosofía, teología… y se dedicó a la biología, la electrónica, la geología, la
museística, la crítica de arte, la arqueología, la hagiografía, la etnografía,
la filología… Es autor de numerosas obras científicas que publicó en las
primeras décadas del siglo XX. Contrajo
matrimonio en 1910 con Anna M. Giazintova y en 1911 fue ordenado sacerdote en
la Iglesia ortodoxa. Fue profesor extraordinario de Filosofía en la Academia de
teología de Moscú. Cuando llegó la Revolución, era director de la revista
“Mensajero teológico”. Tras la Revolución siguió desempeñando puestos de
relativa importancia relacionados con la ciencia. Fue, de hecho, consultor
científico de la Administración central para la electrificación de Rusia y
también formó parte del Instituto Electrotécnico del Estado.
Sin embargo, el hecho de ser
sacerdote le provocó no pocos problemas con las autoridades rusas. Fue detenido
por vez primera en 1928 y condenado a tres años de confinamiento en la ciudad
de Niznij Novgorod, aunque pudo regresar a los pocos meses a Moscú gracias a la
intervención de la Cruz Roja internacional. Fue nuevamente detenido por la NKVD
en 1933 y condenado a diez años de trabajos forzados. En principio, fue
trasladado a Siberia, a Svobodni y después a Skovorodinó. Un par de años
después fue trasladado a las temidas islas Solovki, situadas en el Mar Blanco,
a unos 160 kilómetros del círculo polar ártico. Allí permaneció hasta 1937,
cuando fue trasladado con otros miles de presos a Leningrado, donde fue
fusilado a finales de 1937. Solamente entre 1937 y 1938 fueron detenidas por
las autoridades rusas millón y medio de personas, de las que 681.692 fueron
fusiladas y el resto trasladados a campos de concentración. La editorial
Acantilado acaba de publicar Terror y
utopía, de Karl Schlögel, un monumental estudio sobre las purgas desatadas
por Stalin en estas fechas. En este artículo escribí sobre algunos testimonios literarios relacionados con las víctimas del Gulag soviético.
Las autoridades del Gulag comunicaron el fallecimiento de
Florenski a su familia en 1943. Fue rehabilitado gracias a las gestiones de sus
amigos y familia en 1958. Pero hasta 1989 no se conoció la fecha exacta de su
muerte y las dolorosas circunstancias que la rodearon. Para Alexander Solzhenitsyn,
Florenski fue la figura más grande de las engullidas por el Gulag. Merece la
pena leer el capítulo que dedica a su vida y muerte el poeta y escritor ruso
Vitali Shentalinski en uno de los libros, De
los archivos literarios de la KGB (editorial Muchnik), que ha dedicado a
rastrear las vidas de escritores desaparecidos, muertos y torturados por las
autoridades comunistas.
De Florenski se han publicado en castellano algunos libros
científicos y filosóficos, como La
perspectiva invertida (Siruela); su ensayo más conocido, La columna y el fundamento de la verdad,
que escribió en 1914, y que contiene la base de su pensamiento científico y
humanístico; y La sal de la tierra
(Sígueme), que contiene la biografía del starez
Isidor, su maestro espiritual. También
la revista sevillana Númenor dedicó su número 22 (septiembre 2009) a su
pensamiento, vida y obras.
Y en 2005 la editorial EUNSA publicó
el libro que voy a comentar, Cartas de la
prisión y de los campos. Se trata de una selección de las cartas que Pável
Florenski escribió desde los diferentes gulag a su mujer e hijos y que se han
podido conservar de milagro, como escribe su nieto en el prólogo a esta
edición. Fue a partir de 1967, con la ayuda de Alkaen Sánchez, el hijo del
escultor español Alberto Sánchez, exiliado en la URSS después de la Guerra
Civil española, cuando pudo transcribir las cartas de su abuelo que se
encontraban escondidas en diferentes lugares de su casa, ya que la biblioteca
había sido saqueada por las autoridades del NKVD.
Esta edición contiene solo una
selección de las cartas que escribió Florenski, las más asequibles para el gran
público. No se han elegido las cartas que escribió a algunos de sus hijos en
las que aborda cuestiones técnicas y científicas muy especializadas. Las que
aparecen en esta edición están dirigidas a su mujer y, especialmente, a su hija
Olga, una de las más jóvenes.
Hay que tener en cuenta que estas
cartas, escritas desde el Gulag, estaban sometidas a la censura (que incluso
menciona Florenski en alguna de estas cartas). En ellas no se podía mencionar
nada sobre las condiciones de vida en los campos y los numerosos sucesos
trágicos que tuvo que padecer y de los que fue testigo. Tampoco puede hablar de
Dios ni de su sacerdocio. Sin embargo, a pesar de esta censura, las cartas son
un impactante testimonio de la categoría intelectual y moral de Florenski. El
tema principal es su relación con su mujer y sus hijos, lo que les echa de
menos, la necesidad que tiene de estar a su lado, los constantes recuerdos. En
muchas cartas describe la intensa actividad científica que también desarrolló en
los campos: por ejemplo, se dedicó a investigar sobre las propiedades del hielo
en Siberia y sobre el yodo y las algas en el gulag de las islas Solovki.
Florenski recomienda a sus hijos que estudien música y arte. Les resume algunos
libros de crítica. Habla de la historia de Rusia. Les anima a dedicar tiempo a
leer, a estudiar, a estar en contacto con la naturaleza. Comparte algunas de
sus inquietudes científicas e intelectuales. Son muy interesantes las cartas
dedicadas a la poesía y a la literatura en general. Su formación es tan
enciclopédica que sus intereses no tienen fronteras.
Especialmente emotivas son las
cartas en las que recuerda episodios familiares y aquellas en las que revive
anécdotas de su infancia, en la que aparecen sus padres y sus hermanos.
Las cartas sirven para conocer el
delicado y profundo espíritu de Florenski. Y son también un manual de buena
educación y una apología de la importancia de la formación cultural. Aunque no
suele describir su estado de ánimo ni sus problemas, algunas cartas muestran su
decepción por el destino de su vida, de sus investigaciones y de sus escritos y
biblioteca. Sabiendo lo que ya sabemos de su final y de la vida en los campos
de concentración soviéticos, estas cartas son un excepcional testimonio de una
persona fiel a sus convicciones éticas y morales y un buen muestrario de sus
inquietudes humanas, educativas y científicas. Y las cartas son también un
ejemplo de primera magnitud de la arbitrariedad y la crueldad de los métodos
empleados por las autoridades soviéticas para eliminar a los que consideraba
enemigos e imponer por la fuerza una utopía comunista cada vez más sustentada
en el terror y en la total ausencia de libertad.
Cartas
de la prisión y de los campos
Pável Florenski
EUNSA. Pamplona (2005)
310 págs. 18 €.
Traducción: Víctor Gallego.
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