La
editorial Pepitas de calabaza & Fulgencio Pimentel está reuniendo en tres
volúmenes las colaboraciones de Rafael Azcona (1926-2008) en la revista
humorística La Codorniz. En 2012, se
publicó el primero de ellos, ¿Por qué nos gustan las guapas?, que contenía los artículos publicados desde 1952,
cuando empieza a colaborar en la revista después de conocer a Antonio Mingote,
hasta 1955. En el segundo volumen, ¿Son
de alguna utilidad los cuñados?, aparecen las que escribió desde 1956 a
1958, año en el que dejó de colaborar en la revista para dedicarse a la faceta
que le dio más popularidad, la de guionista de películas de humor. En esos
años, también había publicado sus primeros libros, El
pisito, Los ilusos… El último
volumen, que aparecerá en 2016, estará dedicado a las viñetas y dibujos que
publicó en una revista que popularizó un peculiar sentido del humor,
esperpéntico y surrealista, con el que criticó, a su manera, algunas costumbres
de la España de Franco.
En este segundo volumen, Azcona, ya
integrado del todo en la redacción de La
Codorniz, muestra su solvencia, seguridad y originalidad. Se mueve como
nadie en el reconocible territorio humorístico que formaba parte de aquella
revista y que explotaban diferentes humoristas desde distintos puntos de vista.
Azcona ironiza con el respeto a los padres y a los ancianos venerables
(“Queridos jóvenes inexpertos: sé que muchos de vosotros no respetáis como es
debido a los ancianos, sobre todo a los paralíticos”); el lugar que ocupan los
pobres y huérfanos a la hora de ejercer la caridad; el placer inusitado de la
beneficiencia; la ejemplaridad de los poderes públicos, los políticos y los
mayores; la proliferación de la burocracia…
Entre sus escritos hay test, advertencias (a las vacas, a
las ostras, a los perros); hay consejos a las mujeres fatales (“Lo primero que
debéis hacer, queridas mujeres fatales, es ser guapas. Yo he conocido multitud
de mujeres fatales que por ser feas sea malograron estúpidamente”), a los niños
pobres, a los mendicantes, a los trajes de confección y hasta a las emisoras de
radio. El tema de los pobres y de los huérfanos es especial, quizá porque con
ellos ridiculiza sin contemplaciones la retórica caritativa de la burguesía.
Por ejemplo, en una de las secciones que se repiten, “Consejo a un nieto
imbécil”, leemos: “Querido nieto: Me acaba de decir tu tía Justina que has
cometido el terrible error de enamorarte de una muchacha pobre pero honrada.
¿Cómo has podido incurrir en tamaña bajeza?”.
Azcona se especializa en
planteamientos absolutamente peregrinos e irónicos, que aborda con total
seriedad: “¿Puede un rentista consolar a un desgraciado?”, “¿Se puede arrojar a
un niño a un pozo sin sentir luego remordimientos?”, “¿Puede una honesta hija
de familia enamorarse de un afilador ambulante?”, “¿Son de alguna utilidad los cuñados?”.
Se describe la vida del piropeador profesional, de extraños niños prodigio,
bomberos noveles, benefactores, turistas inglesas. Hay secciones antológicas,
como “Cartas a un niño imbécil”, “Carta a un pariente pobre”, “Nuestro perverso
abuelo”… Azcona convierte a don Felipe en la síntesis de todos los valores
burgueses. Cuenta la celebración de los Campeonatos Mundiales de Pobres de
Pedir Limosna y de Primos; el Congreso de Amigos Íntimos; la creación del
Cuerpo Oficial de Enfermos… O nos encontramos con este diálogo en una
peluquería: “-¿Qué tipo de conversación desea el señor? -¿Cómo, cómo dice?
–Nuestros oficiales peluqueros dominan diversas maneras de gran interés y
podemos ofrecer aquel que más afín sea a usted en gustos, preferencias y
aficiones… ¿Toros? ¿Fútbol? ¿Zarzuela? ¿Bulos? O, ¿acaso desea el señor algo
más elevado? ¿Filatelia? ¿Política internacional? ¿Pintura? ¿Economía?”.
Junto con otros humorísticas
emblemáticos de aquella generación -Tono, Mihura, Gila, Mingote…-, Azcona supo
sacarle partido a la parodia del sentido común, de los tópicos sentimentales y
de las costumbres ancestrales. De manera amable e ingeniosa, Azcona ridiculizó
el respeto a las instituciones y la ancianidad, los valores sociales imperantes
y los tics de una sociedad acartonada.
¿Son
de alguna utilidad los cuñados?
Rafael Azcona
Pepitas de calabaza & Fulgencio
Pimentel. Logroño (2014)
510 págs. 30 €.
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