En la literatura realista y
cervantina de Luis Landero (Badajoz, 1848) casi siempre aparece transfigurada
su propia vida. Muchos episodios, literaturizados, son el origen de algunas de
sus novelas, como El guitarrista, inspirada en los años en que el autor
se convirtió en un guitarrista profesional, participando en giras nacionales e
internacionales con un grupo flamenco. Esa inspiración realista es una de las
señas de identidad de su literatura, aunque en sus últimas novelas -Hoy,
Júpiter (2007), Retrato de un hombre inmaduro (2009) y Absolución
(2012)- se aprecia un cansancio y agotamiento de un modelo narrativo que
inició de manera brillante en 1989 con Juegos de la edad tardía.
Junto con sus
novelas, también ha publicado Landero algunos libros, como Entre líneas: el
cuento o la vida, donde se inspira en su biografía para reflexionar sobre
el papel de la literatura y la escritura en su vida y en la sociedad actual.
En
esta ocasión, en El balcón en invierno, ha decidido centrarse de manera
muy directa en su propia vida para hilvanar algunos recuerdos que conectan el
pasado con el presente. El punto de partida es el proceso de escritura de su
nueva novela, pero pronto abandona la idea para revivir, sirviéndose de la
intervención de su madre, algunos recuerdos que considera esenciales. El autor
nació en un pueblo extremeño y a los ocho años fue enviado por sus padres a
estudiar en un colegio interno en Madrid. El regreso al pueblo y al campo en
las vacaciones lo vivía como el reencuentro con un inagotable mundo lleno de
diversiones y de variedad.
Más tarde, sus
padres decidieron vender lo que tenían en el pueblo y trasladarse con sus
cuatro hijos al barrio madrileño de Prosperidad. Landero recuerda cómo era la
vida en aquel barrio en los años cincuenta y sesenta. Habla de su poco
entusiasmo por los estudios y de los primeros trabajos que le consigue su
padre, primero como chico de los recados en unas mantequerías y luego como
aprendiz en un taller mecánico.
Una
buena parte del libro está dedicada a la tirante relación que tuvo con su
padre, una persona de carácter, seca, solitaria, amargada. Falleció cuando
Landero tenía 16 años, y ese suceso, para el autor extremeño, es la clave de
muchas de las cosas de su vida. “Yo no sabía entonces –escribe- que la muerte
de mi padre habría de causarme años después –cuando empecé a comprenderlo, a
admirarlo, a compadecerme de él, a saldar la deuda de todo el cariño y la
gratitud que le debía- una pena honda e inconsolable, la más grande que he
tenido nunca, y una pesada culpa que cargaré para los restos”. Tras la muerte
de su padre, trabaja como oficinista y estudia por las noches bachillerato en
una academia hasta que, animado por su primo Paco, luego marido de su hermana
mayor, se entrega al aprendizaje de la guitarra hasta convertirse en
guitarrista profesional.
Pero el
destino le tenía preparadas nuevas experiencias. Su contacto con los libros
había sido inexistente, pues en su casa solamente había un único libro. “Todos
en tu familia, sin excepción, eran campesinos, Tus padres, tus abuelos, tus
tíos, y hasta tus parientes más lejanos. Todos labradores”. En la adolescencia,
empezó a leer poesías. “La poesía me hizo fuerte y me asignó un lugar en el
mundo”. Años después, abandona la guitarra y retoma sus estudios de
bachillerato, donde conoce en 1969 a Gregorio Manuel Guerrero, su profesor de
literatura. Su contacto con él le hará descubrir la lectura y la escritura y le
llevará a reorientar su vida.
Los recuerdos
y divagaciones no aparecen de manera cronológica. No son propiamente unas
memorias. El autor salta de un lugar a otro y de un tiempo a otro. El presente
se cuela entre las rendijas del pasado y al revés. El libro resulta convincente
y ameno. Landero habla de su atracción por el campo, la naturaleza, el lenguaje
de la cultura milenaria que se vivía en los pueblos de entonces y que ha
sufrido una radical transformación. Habla de la escritura y de su relación con
los libros. Landero disfruta reviviendo momentos que tienen que ver con
anécdotas familiares y sus orígenes como escritor. Y se enfrenta de tú a tú con
su pasado más dolorido, la seca relación que tuvo con su padre.
El balcón en invierno
Luis Landero
Tusquets. Barcelona (2014)
248 págs. 17 €.
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