Incluso antes de su
publicación, esta novela, la primera de su autor (Badajoz, 1972), ya
se había convertido en un éxito internacional. En la pasada Feria
de Francfort, el libro fue vendido a un buen número de países.
Gracias a una hábil campaña de marketing, Intemperie es ya
una novela muy leída y comentada, con numerosas presentaciones en
ciudades españoles y con un número inusual de entrevistas con el
autor en muchos medios de comunicación. Aunque esto no significa
vender muchos libros, está claro que en este caso el marketing ha
ayudado bastante.
La novela está
ambientada en un espacio sin nombre, aunque muchos de los rasgos
pertenecen a la España rural del sur. Tampoco se especifica en qué
tiempo transcurre la acción, aunque algunos detalles pueden situar
la novela en la posguerra. La acción es mínima: un niño decide
escaparse de su familia y pueblo; oculto, ve cómo le buscan por
todos los lados. Consigue fugarse y en su huida, peligrosa, se
encuentra con un pastor de cabras que le acoge sin preguntar nada.
Pero la búsqueda continua y en un momento dado, mientras el niño
está escondido, aparece el alguacil con sus ayudantes, la persona
que parece mostrar más interés en dar con el paradero del niño. No
lo encuentran, pero propinan una paliza al cabrero que está a punto
de acabar con su vida. A partir de ese momento, el destino del
cabrero y del niño parece más unido que nunca y lo que viene a
continuación es la defensa de la ética y de la dignidad por parte
de los que parecen más débiles y desheredados.
No oculta el autor sus
influencias, que parecen situarse entre la ambientación rural e
infantil de algunas novelas de Delibes (como Las ratas), la
sobriedad narrativa del mexicano Juan Rulfo, la desnuda y cruda
poesía y violencia de las novelas de Cormac McCarthy y el imaginario
procedente del mundo de las películas de Hollywood. El autor, en una
entrevista, asimilando estas influencias, califica su novela como un
posible western hispánico.
Lo más importante es el
estilo. Carrasco huye de proporcionar toda la información de lo que
está pasando y se limita principalmente a evocar y sugerir. En la
primera parte de la novela no sabemos por qué huye el niño, ni
entendemos su relación con el cabrero; a esta sensación contribuyen
la ausencia de datos espaciales y temporales. Un niño, desvalido,
huye en un territorio hostil, amenazado por la sequía, la falta de
alimentos y la desolación más absoluta. El cabrero es un hombre de
pocas palabras que vive al día con sus cabras y su perro; no le
interesa conocer ni quién es el niño ni las razones de su estado ni
de su huida. Parece como si los dos hubiesen aceptado sus destinos,
lo que se refuerza con algunos episodios que provocan su unión y
dependencia.
El
estilo es sobrio, desnudo, esencial, poético. Es cierto que en
algunos momentos el autor cae en una posible afectación, al rebuscar
en el empleo de algunos términos y al barroquizar algunas
sensaciones y descripciones. Pero, en general, el estilo, muy tenue,
resulta tremendamente eficaz para transmitir de una manera descarnada
y en ocasiones distante un mundo que ha sido reducido a unos valores
esenciales y muy humanos, a pesar de la crudeza y violencia de
algunos pasajes y del primitivismo de la ambientación rural.
Intemperie
Jesús CarrascoSeix Barral. Barcelona (2013)
224 págs. 16,50 €.
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